Por Martín Estévez. Cantor hecho bien de abajo, Hernán Bolletta brindó un recital de gran nivel el sábado en La Trastienda. Junto con músicos invitados, recorrió los temas de su primer disco solista, Colorado, y aquellos con los que viene trillando desde hace años las peñas de nuestro país.
La del sábado no era una noche más para el oriundo de Miramar Hernán Bolletta. Se palpaba en el ambiente antes del show una especie de ansiedad propia de las previas de sucesos importantes, y se notó la emoción del cantor ni bien comenzó el recital por su primera vez en un escenario que, sin embargo, merecía desde hace rato.
Es que Bolletta, con sus poco más de 30 años, ya es un cantor hecho en innumerables noches de peñas a lo largo y ancho del país, con mucho tiempo sobre las rutas argentinas dando a conocer su música independiente y popular, expresión de un folklore del siglo XXI que pisa fuerte, en un camino que lo viene juntando desde años con músicos de renombre como Bruno Arias y de futuro promisorio como el Dúo Che Joven, Javi Caminos o Federico Pecchia en la experiencia del Bondi Cultural. Sin embargo, le faltaba aún un recital propio en un espacio “grande”. Y esto estaba ocurriendo en la pasada noche de sábado.
Ante un entusiasta público que lo vivó desde el minuto cero hasta el final del espectáculo, el miramarense desplegó gran parte de su repertorio durante las casi dos horas que duró el show. Con Ramón Córdoba en guitarras, Juanjo Bravo en batería, Leonardo Villagra en bajo y la candidez de la fueguina Cintia Vallenari en coros, arrancó con dos temas de su autoría: “Buscando el azul” y el chamamé “Memoria de Alcaraz” (escrito junto a Patricio Robles). Rápidamente comenzaron a pasar por el escenario los invitados. En “Ainara” –canción de cuna-, subió Pablo Motta para tocar el contrabajo, y en “Miramar” el grupo Rumbo nuevo, coterráneos de Bolletta.
Los que conocen el repertorio de este cantor saben que se destaca, entre otras cosas, por su búsqueda de renovación del cancionero popular, por lo que gran parte de sus temas son propios, otros pertenecen a diversos jóvenes músicos argentinos y a musicalizaciones de poetas. Sin embargo, esto no implica que los clásicos queden fuera de su interpretación. De hecho, uno de los momentos más sentidos de la noche se dio con “Las golondrinas”, de Falú y Dávalos, cantada a dúo con Guillermo Fernández en un aire jazzero que tuvo a Federico Pecchia en la guitarra y al eximio Oscar Kreimer en el saxo. Luego fue el turno del pianista Gustavo “Popi” Spatocco, con quien realizó una íntima versión de “El adiós” (texto de Yupanqui y música de Víctor Heredia) que dejó al auditorio de pie.
Pero Pecchia no fue el único integrante del Bondi Cultural que anduvo por La Trastienda acompañando a Bolletta. Otro de los momentos más supremos del recital fue cuando sonó “De guitarra y albañil”, tema de Javier Caminos que esta vez Hernán interpretó junto con Che joven.
El recuerdo de las injusticias sociales llegó de la mano de “El viejo Quintín intruso”, poema de Bustriazo Ortiz musicalizado por Bruno Arias que relata el desalojo de un campesino ranquel de las tierras en las que trabajaba y que habitaba junto con su familia, y no quedó exento tampoco de “¿Cómo estás?”, del poeta Héctor País, donde se cuestiona el vértigo de la vida urbana. Entre estos temas, sonaron “Golondrina cautiva”, “Tu gran ausencia” y “Cuando me toque volver”.
A esta altura lejos habían quedado ya los nervios del debut. Hernán se movía con soltura sobre un escenario que manejaba a piaccere. Sobre el final, el candombe que da título al disco, “Colorado”, con la participación de una tríada de tambores orientales: Lorena Sánchez, Luis Bertorelli y Evaristo García, levantó definitivamente al público volviendo a dejar pocos espectadores en sus sillas.
Luego sólo quedó tiempo para los bises, que no fueron pocos. Se oyeron zambas y chacareras hasta que un nuevo candombe, “3×8 35”, otra vez junto con Che Joven, cerró la noche porteña mientras Bolletta regalaba discos arrojándolos desde el escenario.
Con este show, Bolletta se abre camino a fuerza de una voz que parece no tener techo, acompañado por una solidaria cofradía de artistas que dejan bien alto a nuestra música popular, demostró que la juventud tiene cosas que decir en nuestro folklore actual y que merece mayor espacio y apoyo para continuar desplegando sus propios lenguajes y sus sonidos fusionados con diversos ritmos que no conocen de fronteras geográficas ni estilísticas, sin que ello le haga perder el rumbo, ese que décadas atrás emprendieron aquellos Yupanqui, Falú y Dávalos que no fueron olvidados el sábado. Enhorabuena.