Estudiantes iraníes asaltaron la embajada del Reino Unido en Teherán y una antigua casa diplomática británica. Fue en repudio a las sanciones aplicadas a la República Islámica por su plan de desarrollo nuclear.
“El fracaso del Gobierno iraní a la hora de proteger a nuestro personal y nuestras propiedades ha sido una desgracia”, fue el comentario del primer ministro británico, James Cameron, ante la toma por parte de unos 300 estudiantes iraniés de la embajada del Reino Unido en Teheran. El mandatario calificó como “un ultraje” los hechos y prometió “serias consecuencias”.
El episodio se desarrolló en la tarde de ayer a partir de la decisión por parte de un grupo de universitarios ligados a la resistencia islamista Basijs, de entrar por la fuerza en la sede diplomática. Tras quebrar la seguridad del lugar, pudieron romper cristales y sustituir la bandera británica por la iraní en el predio, un gesto simbólico que enfureció a los diplomáticos del Reino Unido.
Una “escalada”
Los hechos de ayer ocurrieron durante una protesta de estudiantes universitarios contra la decisión de Canadá, Estados Unidos y el Reino Unido, de redoblar las sanciones económicas contra Iran, a partir de un cuestionado documento redactado por el Organismo Internacional de Energía Atómica que asegura que Teheran, hasta 2010, se estuvo preparando para la fabricación de armas nucleares. Si bien el presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, haya negado las acusaciones lanzadas contra su gobierno y defendido la creación de planes nucleares con fines pacíficos, los países occidentales continúan en la ampliación de las sanciones comerciales a las que Irán responde a través de crisis diplomáticas. El domingo, el parlamento iraní definió reducir sus relaciones con Gran Bretaña, lo que supone retirar los respectivos embajadores de ambos países. Por su parte, la Unión Europea prevé congelar los haberes de unas 200 personas y sociedades complementarias iraníes, como forma de presionar a la República Islámica.
La situación se tradujo ayer en la manifestación autodenominada Occupy Ambassy, en evidente referencia al movimiento Occupy Wall Street protagonizado por los ‘indigrados’ norteamericanos. Sin embargo, no se trata del primer episodio de violencia hacia una sede diplomática occidental en Iran. Ni bien se dio a conocer la noticia, las agencias de todo el mundo hicieron referencia a la ocupación de la embajada norteamericana durante la Revolución Islámica de 1979, cuando 50 diplomáticos estadounidenses quedaron como rehenes durante 444 días. En aquél entonces, EEUU había concedido asilo al derrocado Shah de Persia, Rezha Palewi, y la ocupación terminó unos veinte minutos después de la asunción de Ronald Reagan como presidente. Los ataques a la embajada británica también son numerosos. Entre los que más revuelo crearon, se pueden citar los de 2003, que causó el cierre de la sede, y que entre sus causas contaba con la decisión del Reino Unido de arrestar ex embajador iraní en Argentina, Haidi Soleimanpour, acusado de conspirar en el atentado contra la Asociación Mutual Israelita de Buenos Aires (AMIA) en 1994. Desde aquél entonces, la embajada británica fue blanco de apedradas, disparos y saqueos, en protesta por los crímenes de guerra cometidos por sus tropas en Iraq, y por el espionaje que el Reino Unido llevó adelante contra el gobierno Iraní en diferentes partes del mundo.
Sin embargo, la situación hoy se puede considerar crítica, ya que la ruptura de las relaciones diplomáticas que representa este nuevo episodio, se da en un contexto de máxima tensión entre el gobierno de Ahmadineyad y los principales referentes del mundo occidental ‘desarrollado’. Prueba de ello es la rapidez con la que casi todos los países europeos, y el consejo de seguridad de las Naciones Unidas, hicieron llegar su solidaridad a sus pares británicos y su condena ante los hechos de ayer. El pedido, que ya lleva años, por parte de occidente, se puede resumir en que Irán renuncie a parte de su soberanía para ‘delucidar todas las dudas’ acerca de su plan nuclear. El gobierno de Ahmadineyad, carismático líder ortodoxo rechaza de llano las pretensiones occidentales, aún ante la gran crisis política que hoy sufre en su propio país. Desde la explosión de la ‘primavera árabe’, que terminó con los gobiernos de Tunez, Egipto y, recientemente, Yemen, las manifestaciones que exigen una apertura democrática en Irán han sido reprimidas, causando aún más reclamos por parte del mundo occidental.