Por Germán Gómez Hernández. Hoy se cumple un nuevo natalicio de este cantor de puño y letra; de alguna manera, este cordobés compuso su vida como una canción más de esta tierra folklorista.
José Ignacio Rodríguez, alias “el Chango”, nació un 31 de julio de 1914 y desde pequeño se encargó de llevar en los genes la música local de aquellos tiempos. Fue uno de los referentes del folklore nacional durante décadas y creó himnos musicales que hasta hoy resuenan en cualquier peña que se avecine.
Particularmente, su música tomo impulso en los años cincuenta hasta llegar al 7 de octubre de 1975, cuando murió. Esta –el aniversario de su natalicio- es nuestra excusa, si lo permite el lector, para hablar de sus versos, de sus cantares, y canciones, entre otras, como “Luna Cautiva”:
“De nuevo estoy de vuelta/ después de larga ausencia/ Igual que la calandria/ Que azota el vendaval/ Y traigo mil canciones/ Como leñita seca/ Recuerdo de fogones/ Que invitan a matear…”
Dicha zamba fue compuesta cuando el Chango Rodríguez se encontraba en prisión cumpliendo una condena por una pelea con un hombre al cual, cuenta la historia, mató en dicho enfrentamiento (aunque otras versiones afirmen su inocencia). Escribió decenas de canciones durante los cuatro años que duró su encarcelamiento (1963-1967), el cual cumplió en el pabellón 11 de la penitenciaria de San Martín.
Ésta fue una etapa donde además de cumplir la condena, acumuló todo su arte y engendró varios de los temas que fueron conformando el cancionero popular argentino. Los más destacados fueron, entre tantos, “De Simoca”, “De mi madre”, “De Alberdi”, “Del cordobés”, “Noche de Carnavales”, “Luna de Tartagal”, “Vidala de la copla” y “La Balandra”.
“…De nuevo estoy de vuelta/ mi tropa está en la huella/ Arrieros musiqueros /Me ayudan a llevar…”
Fue tejiendo el repertorio, muy extenso por cierto. La chacarera “Del cordobés” marca la etapa primaria de su carrera, que tiene que ver con lo popular, además de “Noche de Carnavales” y “El cabeza colorada”. El “Chango” dio vida a muchos personajes y su poesía mostró varios de los paisajes de nuestro país, donde imágenes y sonidos fueron transformando sus canciones. Sus creaciones no dejaban de narrar las problemáticas que los trabajadores vivían en esas épocas, con un toque sutil y artístico que lo caracterizaba.
Recorrió el país en todas sus dimensiones con sus creaciones y sus actuaciones. Recorrió los países hermanos Bolivia y Perú también, de los cuales trajo influencias para sus temas, así como obras nuevas y fundamentalmente ritmos propios como Taquirari de fuego, Mareas, entre otros, que forman parte de su experiencia musical e inventiva.
“…Tuve que hacer un alto/ Por un toro mañero/ Allá en el calicanto/ A orillas del sauzal…”
En la cárcel no sólo escribió canciones, sino también contrajo matrimonio con Lidia Haydeé Margarita Bay, conocida como “la gringa”. Ella era la mujer que lo iba a visitar, a la cual luego la poesía transformaba en canción. Por esto es necesario rescatar los versos de dicha prosa, ya que realiza alusión a la historia de su vida personal. Encerrado en la cárcel logró evadir toda la frialdad para soñar con su mujer y construir la letra con imágenes sumamente vívidas: jazmines, grillos, tintinear de espuelas del río…
“…Acercate a la reja/ Sos la dueña de mi alma/ Sos mi luna cautiva/ Que me besa y se va…”
Luna cautiva es, entonces, la historia de un amor que existe, que nace y resiste a los contextos de encierro y se plasma en la prosa criolla.
Su música no sufrió la degradación que muchas veces el tiempo genera en las obras y se reprodujo hasta llegar a la actualidad en artistas como Raly Barrionuevo, además de ser parte del repertorio de músicos de la canción popular como Horacio Guaraní, el Chango Nieto, Jorge Cafrune, Tomás Lipán, o conjuntos como Los del Suquía, Los Cuatro de Córdoba, Los de Córdoba, Los de Alberdi, Quilla Huasi, Pampa Suma y Los Ranquelinos, entre muchos más, quienes se hicieron eco de sus poesías y llevaron (y siguen llevando muchos de ellos) las canciones de este autor.