Por Carlos Ávila. ¿Qué cercanía existe entre Sor Juana Inés de la Cruz y Mary Wollstonecraft? El rol de la mujer, saltar el muro para hablar de educación y romper la estructura de “Susanitas”. Dos mujeres que defendieron el género en diferentes épocas.
Curiosidad sobre alguna improbable correspondencia entre dos textos escritos con cien años de diferencia por dos mujeres que no se conocieron. Sin introducciones ni citas para no extenderlo y para que quien no los conozca y le interese vaya y les eche un ojo y haga su propio cruce y su lectura. Justo ahora que se acaban de cumplir 319 años del día que se estaba muriendo en Ciudad de México Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, forjadora de la contracultura, el punk y el nü metal, y mejor conocida como Sor Juana Inés de la Cruz. Dedicado a mis panas monjas, lesbianas y feministas, con amor y sordidez.
¿Qué posibilidades hay de que las demandas establecidas por Sor Juana en la Respuesta a Sor Filotea (1691) correspondan con lo exigido por Mary Wollstonecraft un siglo después en la Vindicación de los derechos de la mujer (1792)? Uno: la de Sor Juana en la Respuesta es fundamentalmente, como la de Wollstonecraft en la Vindicación, una defensa al conocimiento individual y al mismo tiempo una instancia colectiva: “Cuando denuncio lo hago en nombre de mi sexo y no en el mío propio”.
Por eso, si de algo no hay duda es que ambos textos pueden leerse como una comedida pero definitiva defensa al género. Dos: aunque no se trate exactamente de un texto epistolar, la Vindicación es también una contestación, ya que Wollstonecraft “responde” a los teóricos políticos del XVIII que apoyaban el hecho de que las mujeres no tuvieran acceso a la educación. Su principal reparo, al igual que el de Sor Juana cien años antes, era la demanda a una educación racional para las mujeres, de modo que pudieran contribuir, como los hombres, a la formación de la sociedad. De esa forma, Wollstonecraft le contestaba a filósofos como Rousseau, quien afirmaba que la educación debía preparar a las mujeres para realizar correctamente su papel de esposas; o a escritores como Burke, quien fuera un defensor acérrimo de aquella diferenciación sexual genérica que delimitaba la identidad masculina al mundo de la razón y la femenina al del amor y la moral.
Es más: una de las mayores críticas de la Vindicación es precisamente la que se hace en contra de la falsa y excesiva sensibilidad de las mujeres. Wollstonecraft señalaba que la razón y los sentimientos no deben actuar independientemente, sino servirse la una a los otros: “Es preciso distinguir entre la verdadera virtud y la que lo es sólo en apariencia”. Según ella, lo que determinaba esta suerte de “inferioridad” eran las circunstancias, no la propia naturaleza: porque la “inferioridad” se institucionalizaba a través del impedimento al acceso a la educación, pero también a partir de las comunicaciones que manejaban un lenguaje que acababa por confundir a las mujeres causándoles problemas de identidad y alejándolas de su verdadera naturaleza. Entre paréntesis: este quizás sea el gran punto de encuentro entre los dos textos, ya que en la Respuesta se halla igualmente una nueva concepción del poder que rechaza la partición de las esferas del conocimiento según el género sexual. Sor Juana expone un vasto catálogo de figuras femeninas y reivindica a la mujer en los campos de la teología, la historia y la política. Menciona a gobernantes, escritoras, teólogas: nombra a Débora y a la reina de Saba, ambas figuras de las Sagradas Escrituras; nombra a Zenobia, reina guerrera que luchó junto a su marido en contra de los romanos y las naciones bárbaras; nombra a Cristina de Suecia, reina protectora de las artes; nombra a Aspasia, cuyas ideas fueron reconocidas por Platón y Aristófanes. De hecho: en los Ejercicios Devotos, escritos mucho antes de la Respuesta, ya Sor Juana había elegido la figura de María para impugnar las teorías que proponían la inferioridad de la mujer por su naturaleza.
Tres: el destinatario en ambos textos es una figura masculina. En la Vindicación, Wollstonecraft “responde” al diplomático Talleyrand-Périgord, mientras que en la Respuesta Sor Juana contradice al Obispo Manuel Fernández de Santa Cruz. Es cierto que la monja escribe su carta a una posible destinataria, pero la delicadísima ironía que opera en buena parte del texto y el continuo desafío a la figura masculina, dan cuenta de lo que ya es sabido: Sor Juana estaba al tanto de que Sor Filotea no era sino una máscara con la que el Obispo había firmado la misiva. En el caso de la Vindicación, las demandas interpelan al político y diplomático francés Talleyrand-Périgord, quien fuera Obispo de Autun entre 1788 y 1791, y quien redactara el decreto relativo a la educación de las mujeres que daría lugar al documento de Wollstonecraft.
Cuatro: en la Vindicación se exige que las leyes se usen para acabar con la subordinación femenina, y que a través de ellas se garantice un sistema de enseñanza que contemple la participación de ambos sexos. En una palabra, se reta al gobierno a que instaure una educación igualitaria que permita a las mujeres llevar vidas más útiles y gratificantes, al tiempo que se toma posición ante los libros de educación que en la época constituían un instrumento de reforma social, ya que era allí donde quedaban expuestas las ideas sobre el papel de la mujer en la nueva sociedad burguesa. En los ámbitos más conservadores, por ejemplo, se proponía un nuevo modelo de mujer con manifiestas funciones de esposa y madre cuya educación debía estar encaminada hacia ese fin: el objetivo era hacer de ellas agentes moralizantes. En una palabra, tanto para una como para la otra el principal propósito de la educación debía ser el del reconocimiento de la mujer como ser humano: en los dos casos las reivindicaciones tenían que ver principalmente con el derecho que tenía la mujer a ser aceptada como figura pública y ejemplar.
Cinco: es cierto que las circunstancias en las que vivieron una y otra pueden no tener correspondencia entre sí, y también es verdad que ni se acercan las estrategias retóricas que cada una reproduce. Lo que no se puede negar es que, con la minimísima diferencia de que la monja se le adelanta a la compañera de Godwin nada más que un siglo, la denuncia es la misma: el derecho de la mujer a la educación y, en consecuencia, a reconocerse como semejante dentro de la esfera pública. Fin. Queda señalar que ambas instancias no son sino la evidencia de una de las más claras insuficiencias de las concepciones educativas de la época y quizás la que ha sido la principal contradicción de la educación humanista.