Por Leonardo Rossi, desde Córdoba. Recorrida por el pueblo que eligió Monsanto para instalar la planta de semillas más grande del mundo. La resistencia de los vecinos.
Cinco de la tarde pasadas y “la San Martín” se presenta activa. Típica avenida de pueblo. Asfaltada, llena de negocios, sede municipal y otros etcéteras característicos la decoran. Por ahora, todo en su lugar. En cada esquina se puede espiar hacia las calles laterales. Allí el paisaje transmuta. Nada de asfalto; barro. Casas a medio terminar, muchas sin revoque. El piberío que juega al fútbol en la calle. Las mujeres con sus bolsas de compras. Bicicletas y motos que se escabullen entre baldíos y alguna arboleda solitaria. Malvinas Argentinas, departamento Colón, 15 minutos al noreste de Córdoba Capital.
Matías Marizza, conductor, guía, asambleísta, vecino, docente, encara hacia el norte y pronto dobla a la derecha. Legamos a la ruta A 88. Sobre la banquina, un cartel vial naranja flúor. En letras negras, un anuncio: “A 200 metros entrada y salida de camiones”. En frente: las 27 hectáreas que Monsanto –la multinacional de semillas más poderosa del mundo– acaba de adquirir. Un obrador, algunas camionetas, una garita de seguridad y…soja. Mucha soja en los alrededores del predio.
Matías detiene el auto. Baja, y apoya sus manos sobre el baúl, enfoca la mirada en el terreno que emerge tras el alambrado mientras parece proyectar la inmensidad de construcción que la empresa planea instalar allí. “No sabía qué era Monsanto”, comparte con una sonrisa que no remite a felicidad. Se enteró en los días posteriores a ese 15 de junio de 2012, cuando la presidenta Cristina Fernández exhibió su “orgullo” por la nueva inversión del gigante de los agronegocios, a través de una conferencia en Nueva York, Estados Unidos.
La alegría que mostraba la mandataria, durante el Consejo de las Américas y motivada por la propuesta empresaria, poco tenía que ver con la incertidumbre que la noticia generó en los vecinos. La planta de semillas “más grande del mundo”, como informó la trasnacional, se instalará a escasos 1000 metros de Malvinas y arrancaría a funcionar en 2014.
Pronto, los malvinenses se organizaron en asamblea. El 24 de julio realizaron la primera convocatoria. En un par de semanas, más de 400 almas compartían dudas, temores, bronca y propuestas, claro. “Malvinas en Lucha por la Vida”, nombre del colectivo vecinal que busca frenar la apertura de la planta, se mantiene activo: organiza cortes informativos, volanteadas en Córdoba Capital, acciones judiciales y legislativas, y abre la puerta a toda colaboración que sume a la causa.
De regreso al pueblo, a unos 700 metros del predio de Monsanto, se deja ver la escuela primaria. “Los chicos van a estar al lado de la planta”, apunta Matías. La preocupación por los posibles daños ambientales está bien fundada. Un reciente relevamiento de la Facultad de Ciencias Médicas, realizado por las cátedras de Medicina Psicosocial, Alergia e Inmunología, Medicina I y Clínica Pediátrica, advierte que “vivir alrededor de los acopios de granos es de alto riesgo” por las afecciones respiratorias que esto causa.Y a partir de estudios de caso previo, agrega que “cuando los vecinos viven a menos de 1000 metros de los silos, el polvillo de los granos no es solamente un polvo molesto”. Es que como informa Monsanto en su aviso de proyecto ante la Secretaría de Ambiente provincial, se aplicarán fungicidas e insecticidas (350.000 litros al año) para cuidar las semillas de maíz transgénico que quedarán almacenadas en 216 silos, con capacidad para 137 toneladas cada uno. Un mega acopio sin precedentes.
“Análisis de la Salud Colectiva Ambiental de Malvinas Argentina-Córdoba” se titula el informe de la UNC, donde queda expresado que la localidad presenta en la actualidad las características de “un pueblo fumigado”. Esto se funda en las tasas de enfermedades respiratorias, dermatológicas y abortos espontáneos: una de cada cinco mujeres en el barrio Nicola de Bari, el más expuesto a las pulverizaciones con agroquímicos. La media nacional, según un reporte encargado por Nación en 2008, es de 0,6% para mujeres en edad reproductiva. Los médicos no dudan: “Someter a esta población a un nuevo golpe en su salud ambiental, como el que generará una enorme planta de semillas transgénicas de Monsanto en su jurisdicción no es recomendable desde el punto de vista médico e intolerable desde el punto de vista social”.
Mientras empresarios sojeros y Gobierno disputan sobre si la soja se vende o no se vende y quién se queda con más o menos en el reparto de dólares, los vecinos de Malvinas la miran de afuera. Aunque el pueblo está (literalmente) cercado por el commoditie más famoso del país, esta localidad presenta la mayor pobreza estructural en la provincia mediterránea, según el censo cordobés de 2008. Un 25,7% de los hogares cumple la categoría de tener Necesidades Básicas Insuficientes y el 36% de la población económicamente activa figura como desocupada.
La promesa de 400 nuevos puestos de trabajo que llegarían con la apertura de la planta de semillas de maíz, según manifestó Monsanto en su página web, juega su partido. Ahora bien, aunque el Ministerio de Industria nacional o el gobernador José Manuel De la Sota hayan replicado estos números, la realidad es bien distinta. “¡Mienten!”, escupe Matías con bronca. En su aviso de proyecto, es decir un documento oficial, presentado a la Secretaría de Ambiente provincial (2 de julio de 2012), Monsanto informa que en su etapa de funcionamiento completo empleará 215 personas, y otorgará 19 empleos más a través de servicios tercerizados. La mitad de los puestos serán operarios técnicos, a los que se suman algunos puestos para ingenieros, y otros administrativos. En una ciudad con sólo el 12% de habitantes con secundaria completa, Matías es poco optimista sobre un posible golpe a la desocupación que castiga a Malvinas.
Ya son más de las siete. Oscurece. Y caen, como tímidas, las primeras gotas. De regreso al centro, el salón de fiestas Santina, en Salta 298, se viste de asamblea. Se larga el temario: algunas novedades de la causa que (hasta ahora sin éxito) busca frenar las tareas de la multinacional, la perspectiva de un proyecto de ley que propone echar a Monsanto de Córdoba, y futuras acciones informativas en espacios públicos. Entre el murmullo, una frase que se impone: “Malvinas no soporta más”. Un trueno, el diluvio que se prolongará toda la noche, y el debate que sigue camino. La lucha de Malvinas también…