Por Nadia Fink
Después de la muerte de Emanuel Ortega, que había chocado contra un muro de contención en un partido del fútbol del ascenso, la semana pasada dos jugadores volvieron a sufrir impactos similares. ¿Y los 90 días para poner todo a punto prometidos por la AFA?
La semana pasada, dos jugadores chocaron sus cabezas contra los muros de contención que rodean las canchas de clubes que disputan campeonatos en el fútbol de ascenso.
Juan Martín Capurro, jugador de Cipoletti, logró poner las manos y por eso el impacto fue menor. Se disputaba el encuentro contra Unión Aconquija por el Federal A y, luego de unos minutos de atención (y de expectativa por parte de compañeros y rivales), pudo seguir jugando. Sebastián Gigliotti la sacó peor: el jugador de Midland terminó el hospital después de impactar de lleno contra el muro y quedar inconsciente en el estadio de Argentino de Quilmes, donde los equipos disputaban un partido por la Primera C.
Todo pasa…
Cuando el 14 de mayo fallecía Emanuel Ortega, el jugador de San Martín de Burzaco que había golpeado la cabeza contra la pared y había agonizado diez días, la suspensión de la fecha futbolística, el acompañamiento a la familia por parte de las autoridades y la aseveración de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) de acondicionar las canchas duraron lo que duran las promesas electorales.
Por esos días, Cristian Ferlauto, el técnico de San Martín y, claro, de Ortega, comentó al respecto: “Lo primero que se hará es correr la línea un metro más adentro y así alejarla del paredón de cemento donde se golpeó Emanuel. Las dimensiones del campo quedarán más reducidas, pero algo hay que hacer y espero que esto sea un ejemplo para los demás clubes. Habría que hacer algo con el paredón, recubrirlo de alguna manera. Por ejemplo, se le podría pedir a los sponsors que salgan sobre colchonetas o cosas por el estilo y que sirvan para amortiguar los golpes. También habría que pedirle una mano a la AFA para que los futbolistas tengan más protección en los campos de juego y no ocurra nunca más lo que le pasó a Emanuel”.
Mientras, en la reunión de Comité Ejecutivo, el presidente de la AFA, Luis Segura, dio a conocer que la empresa Santa Mónica se iba a hacer cargo de las obras para remodelar los estadios de la Primera C y D. En las canchas que tuvieran sus paredones cercanos al campo de juego se crearían unas protecciones para prevenir nuevos accidentes. El plazo para realizarlas era de 90 días. Sin embargo, durante estos cuatro meses y medio, al menos sucedieron cinco accidentes y, más recientemente, los dos mencionados líneas más arriba. Pero veamos qué dice el reglamento al respecto: “El cerco de alambre tejido o el borde interno del foso distarán de las líneas de los costados, no menos de 2,50 metros y de las líneas de gol, no menos de 3 metros”. Pensemos, además, la pierna fuerte con la que se juega en el fútbol actual, la falta a destiempo sin pelota, y proyectemos esos muros cercanos como “contención”.
Tengamos en cuenta, como si todo lo anterior fuera poco, que la mayoría de los clubes que no cumple con estas condiciones pertenece a categorías del ascenso y que la desidia de la AFA respecto de los controles y remodelaciones de esos estadios son inversamente proporcionales a las millonadas que se lucen en los estadios de partidos televisados.
Mientras la discusión ronda en torno de si visitantes sí o no, y la “seguridad” es el tema central, parece que en este momento la seguridad de los propios jugadores no fuera un foco de atención. El propio Giglioti, ya recuperado en el hospital declaró: “Yo no pido que se pare el fútbol, pero si se dice que no se juega más, en 48 horas están todas las canchas con colchonetas”. Ese es el otro punto que no abunda en el Fútbol (argentino sí, pero que se extiende en el mundillo tan particular): el organizarse para parar a tiempo, para decir basta y reclamar por esos puntos básicos que no tienen que ver con cifras millonarias o sponsors de nivel.
El titular de Futbolistas Argentinos Agremiados, Sergio Marchi, había solicitado a la AFA que no se habilitaran las canchas si en el comienzo del campeonato del próximo año no estaban las protecciones instaladas. Sin embargo, horas después la cabeza de Gigliotti se estampaba contra el muro y Segura afirmaba que ahora (sí) los clubes tendrán “45 días de plazo” para colocar las protecciones, que “se irán colocando en los estadios que tengan las paredes más cerca de las líneas de cal, las más peligrosas”.
Según lo que se desprende de los testimonios, el paliativo sería poner una especie de colchonetas para que los jugadores amortigüen los golpes en caso de que sucedan (y es inevitable la imagen del club del barrio, cuando se cubren las paredes en las clases de gimnasia artística, y se compran colchonetas de a una con festivales y rifas). La estimación de Marchi es que el 80% de las canchas desde primera división hasta la última categoría tienen esas paredes. Recordó que había sido una exigencia de la misma AFA para que los hinchas no arrancaran los alambrados. Para continuar con la línea, Segura declaró que “las paredes que se colocan están puestas por seguridad, no por gusto. AFA no se puede hacer responsable de todo”, desconociendo las responsabilidades de un organismo que recauda millones y distribuye siempre de la misma manera.
Habrá que seguir esperando que los jugadores organicen rifas o festivales para juntar colchonetas de a una, o tal vez que algún sponsor generoso reemplace la cal blanca que recubre los muros por protecciones con sus nombres. No hubo muertes esta vez… Como afirmaba el Gran Jefe, “todo pasa” y, con los jugadores ya recuperados, habrá que ver cuánto dura el impulso, y cuándo se tendrá en cuenta como opción redistribuir el dinero a las categorías menores; esas que no llenan de guita los bolsillos de ningún dirigente pero que cuentan en sus tribunas con seguidores fieles y en la cancha, con pibes que llegan con su ilusión a cuestas, su bolsito al hombro y la proyección lejos y a puro corazón.