Por Carolina Rosales Zeiger. Nació con genitales masculinos pero desde que empezó a hablar se reconoció como niña. La familia peleó durante un año por el derecho a un DNI que refleje su elección. El jueves pasado, y en el marco de la Ley de Identidad de Género, el gobierno bonaerense accedió a su reclamo y rectificó su documentación.
“¿Vamos a tener una fiesta, mi fiesta de documento?“, preguntó Lulú a Gabriela, su mamá. Fue el pasado jueves luego de que el jefe de gabinete bonaerense, Alberto Pérez, llamara para anunciar que finalmente le otorgarían el nuevo DNI. Lulú es una niña trans de seis años que a los dos comenzó a reconocerse como nena y a los cuatro eligió su propio nombre. La familia había pedido el cambio de documentación poco después de sancionada la Ley de Identidad de Género pero, debido a su corta edad, tanto el registro de personas de la Provincia de Buenos Aires como la Asesoría de menores e incapaces del tribunal de Morón se lo habían negado. Luego de varios recursos y dictámenes presentados por la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) y por la Secretaría Nacional de la Niñez (Senaf), el gobierno bonaerense accedió a su reclamo y rectificó la documentación de la niña.
La historia de Lulú no es la única en el mundo, pero sí el modo en el que se resolvió su caso. La Ley de Identidad de Género, aprobada en mayo de 2012, es la única que no sólo no patologiza las identidades trans, sino que establece que, aún en menores de edad, el cambio en los registros de identidad deben hacerse por vía administrativa y no judicial. Lulú es la primera niña trans en el mundo que obtiene su DNI sin recurrir a la Justicia.
Cuando nació, en la partida de nacimiento le pusieron Manuel y una M de “Masculino“. Pero desde que pudo hablar, a los dos años, empezó a repetir: “Yo nena. Yo princesa“. Gabriela pensó que era un juego, pero la niña no dormía y lloraba incansablemente. “Quería tener el cabello largo y para simularlo se ponía trapos en la cabeza. Me pedía mi ropa y se la ponía“, contó en diálogo con el diario Página 12.
En medio de la desesperación, Gabriela realizó innumerables consultas médicas. Una de ellas devino en una terapia correctiva de reafirmación de género masculino. Todo empeoró: la nena vivía angustiada, se escondía abajo de la cama y lloraba más. Cada vez que le sacaban la ropa de nena sentían que le arrancaban la piel. Un día, Gabriela vio un documental en National Geographic sobre el caso de una niña trans en Estados Unidos y reconoció allí la historia de su hija. Lloró durante veinte días. Semanas más tarde le regaló un traje de princesa y una peluca de cotillón que, cuenta, quedaron rápidamente gastados de tanto uso. Acababa de cumplir cuatro años cuando, decidida, la niña le dijo: “Yo no soy un nene. Soy una nena y me llamo Lulú“.
Contención: la aceptación y los vínculos
“Fue la segunda topadora que me pasó por encima. Ella solita se había elegido el nombre” relató Gabriela sobre aquella afirmación identitaria. Fue entonces cuando una tía llegó al Programa de Atención Integral para Personas Trans del Hospital Durand, y se contactó con la psicóloga Valeria Paván. Luego de varias sesiones, Paván le dijo a la mamá que Lulú era una nena trans, y que tenían que dejarla ser. De ahí en más, la consigna fue responder a sus demandas.
Decidieron que el proceso comenzara en la intimidad de su hogar, por temor a las burlas en el colegio. El cambio fue rotundo: la niña volvió a dormir, dejó de llorar, pidió juguetes, ropa, cambios en la decoración de su cuarto. Con el tiempo comenzó a salir a la calle como niña y en 2013 empezó las clases en un jardín estatal en el que respetan su identidad autopericibida.
La necesidad de un reflejo real y una Ley modelo
¿Por qué una niña de seis años sabe lo que es un DNI? Se cree que los niños y niñas no necesitan su documentación en la cotidianidad, pero lo cierto es que cualquier consulta médica, aplicación de vacunas o trámites en general, significan un conflicto cuando el documento no refleja la identidad construida de la persona que lo porta.
Cuando Gabriela fue a pedir el cambio de documento para su hija, según lo establecido por la Ley de Identidad de Género en relación a los y las menores de edad, tanto el registro de personas de la Provincia de Buenos Aires como la Asesoría de menores e incapaces de Morón se lo negaron. La ley establece que en personas menores de edad el trámite debe realizarse a través de los representantes del menor –madre, padre o tutor– y con “expresa conformidad del menor“, lo que reconoce la capacidad de elección del niño o niña.
Aún cumpliendo con estos requisitos, la negativa fue dada con el argumento de que “el niño (sic) reviste la calidad de menor impúber, toda vez que no ha cumplido la edad de 14 años” y, en consecuencia, “tiene incapacidad absoluta, presumiendo que los actos practicados por ellos son realizados sin discernimiento“. En respuesta, la Senaf presentó un dictamen jurídico en el que rebatió esa argumentación, considerando que los niños y niñas tienen una “capacidad progresiva“ para dar su consentimiento, tal como lo establece la Convención sobre Derechos del Niño. En este sentido la Ley de Identidad de Género, promulgada en mayo de 2012, es contundente y se coloca a la vanguardia en materia de derechos civiles de las personas travestis, transexuales y transgénero. Es la única en el mundo que no patologiza, no requiere autorización judicial y no obliga a la resignación genital.
La semana pasada, Lulú y su mamá recibieron la noticia de que, finalmente, se le rectificaría la documentación en base a su identidad autopercibida. “Vamos a tener una fiesta“, exclamó Lulú. Esta semana, la niña recibió su nuevo DNI. En los últimos días los teléfonos de la CHA explotaron de consultas sobre casos similares. “Se ganan sus derechos muchos nenes trans“, dijo Gabriela. La fiesta será, entonces, para muchos.