El movimiento de indignados de Estados Unidos cumplió seis meses. Sus protestas y acciones son reprimidas por la policía y silenciadas por los grandes medios. Hombres y mujeres que alzan la voz desde las entrañas del imperio.
Como sucedió en Europa con los indignados, el movimiento Ocupar Wall Street (OWS) salió a las calles como una forma desesperada de denunciar la crisis económica que todavía atraviesa la primera potencia mundial.
La crítica a las corporaciones y las clases poderosas estadounidenses, y la demanda de creación de empleos, fueron las primeras consignas que, con el correr del tiempo, se ampliaron hasta la defensa de las personas indocumentadas, la instalación en el país de “una verdadera democracia” y medidas de fuerzas como los bloqueos de puertos.
El 17 de marzo del año pasado fue la primera movilización de los indignados, teniendo como blanco principal la bolsa de valores de Wall Street. Los manifestantes apuntaban a esa institución por ser una de las responsables de la especulación financiera y la debacle económica que llevó a Estados Unidos a tener una de las tasas de desempleo más alta de su historia, llegando al pico de 9,1%.
Seis meses después de esta acción, los indignados continúan con sus reclamos y la respuesta más concreta que han obtenido es la represión. Ayer, la policía de Nueva York desalojó a 100 indignados y arrestaron a seis de ellos, mientras protestaban en el parque Union Square.
En los últimos días, decenas de manifestantes han sido detenidos por los cuerpos policiales y se calcula que desde que comenzaron las actividades de OWS, más de 400 personas fueron arrestadas y procesadas por participar en las movilizaciones.
El fin de semana pasado, los indignados convocaron a nuevas tomas de plazas y parques públicos, como también llamaron a participar en una huelga general para el 1 de mayo, cuando se cumpla un nuevo aniversario del Día Internacional de los Trabajadores.
En su página web, OWS afirmó que “seguiremos usando el espacio público para instaurar una verdadera democracia, continuaremos creando redes de apoyo entre la gente, ofreciendo servicios necesarios a aquellos que sufren por las crisis económicas y lanzar en todos lados acciones que frenen la desigualdad”.
Las protestas de los indignados han llegado a las principales ciudades del país, como en el caso del bloqueo de los puertos en Oakland y San Diego, con el objetivo de impactar a la banca Goldman Sachs, corporación que sustenta buena parte de sus operaciones en intercambio económico marítimo.
También han rechazado la firma, por parte del presidente Barack Obama, de la ley HR 347, que busca silenciar las protestas pacíficas amparadas por la Constitución y que protege la libertad de expresión.
A su vez se pronunciaron contra la Ley de Autorización de Defensa Nacional (NDAA), que asigna unos 662 millones de dólares al sector defensivo del país.
Otros blancos de los indignados fueron los precandidatos presidenciales del Partido Republicano, como la denuncia al Consejo de Intercambio Legislativo (Alec, por sus siglas en inglés), entidad que conecta a legisladores estatales con las empresas y centros de investigación.
En este último caso, OWS denunció que las relaciones de ese organismo con las firmas ExxonMobil, Bank of America, BP, Monsanto, Pfizer y Wal-Mart.
Mientras tanto, la crisis en Estados Unidos no tiene una solución definitiva. El propio presidente de la Reserva Federal (FED), Ben Bernake, reconoció que la economía del país enfrenta importantes desafíos, sobre todo en el mercado laboral.
El funcionario reconoció que el elevado desempleo, (8,3%) constituye uno de las principales trabas para el crecimiento económico.
Bernanke confirmó que la recuperación de las finanzas del país tiene un ritmo muy lento, situación que reduce las oportunidades para efectuar préstamos rentables y que aumente el flujo del crédito.
Otra muestra de lo que sucede en el país la dio la Oficina del Censo, que confirmó que cerca de 51 millones de hogares estadounidenses tienen hoy ingresos inferiores al 50% de la línea oficial de pobreza y casi la mitad se ubican en suburbios de las ciudades.
Por lo visto, las razones por las cuales los indignados estadounidenses continúan en las calles son más que suficientes, más allá del silencio mediático y el manto de ignorancia con que la clase política intenta cubrirlos.