Por Pedro Perucca. En el velorio de Piero Lascia hay dos familias, hijos de dos lugares que solo conocen pedazos de la historia de su padre. Esto es tan solo la mitad. Todo aquello que no saben sucede a pocos metros. En otro cuarto. En otra obra.
A estas alturas del partido no es original per se cuestionar la objetividad absoluta, el status unívoco de lo real, sostener que los acontecimientos puede modificarse de acuerdo a quién y cómo los perciba, los interprete, etc. Uno de los intentos más ambiciosos de dar cuenta de esta multiplicidad posible de sentidos de los hechos en el campo de la literatura tal vez sea el famoso Cuarteto de Alejandría, del inglés Lawrence Durrell. En el prólogo a una de las novelas del cuarteto, Durrell definió el proyecto como “relativista” ya que constaba de tres novelas que se desarrollaban en el espacio (el mismo conjunto de personajes y acontecimientos que contados desde una perspectiva diferente da por resultado una novela completamente distinta) y una cuarta que lo hacía en el tiempo, dando una continuidad a esos hechos multiinterpretados.
Con la obra doble Esto es tan sólo la mitad /De todo aquello que me contaste, el director y dramaturgo Pablo Bellocchio sale maravillosamente bien librado de una original apuesta teatral “relativista”, sustentada en una ingeniería dramática muy eficaz que habilita el milagro de estar en dos lugares al mismo tiempo. Los espectadores somos los silenciosos concurrentes a un velorio (al ingresar a la sala una asistente nos murmura “lamento su pérdida”). Aquí la muerte es única, pero sólo para el muerto. Más allá de él, a quien ya nada afecta, sus muertes son múltiples, tantas como deudos, como historias, como recuerdos deja atrás. Y si el que muere es un hombre oscuro, lleno de secretos, con dos familias y varios hijos de cada lado que casi no se conocen… bueno, el velorio puede llegar a ser complicado.
Hay un muerto y un tiempo de velorio, pero hay dos cuartos con dos familias que casi no se conocen, con hijos que deben enfrentarse a la siempre brutal muerte del padre. En la primera obra (Esto es tan sólo la mitad) conoceremos a la familia de acá, de Buenos Aires, a los 4 hermanos y hermanas que compartieron los últimos años de su padre. Compartir es un decir, claro, porque en realidad ninguno de los hijos estuvo muy cerca de ese hombre que yace en el ataúd en otro cuarto de la casa. Ni siquiera la hermana que lo estuvo asistiendo en sus últimos meses de agonía, a la que sus hermanos de alguna manera responsabilizan. Ella, por supuesto, les cuestiona su desaparición, su lavado de manos. Todos estaban con lo suyo. La familia, las obligaciones, la vida, eso que pasa mientras todos estaban ocupados en otra cosa.
Un texto inteligente y las buenas actuaciones de los hermanos permiten que los personajes no parezcan estereotipados, a pesar de que en esa sala mortuoria podamos reconocer muchos roles típicos, presentes en muchas de nuestras propias familias. Está el que trata de mantener la farsa de la familia perfecta hasta que ya no puede ocultar más que su mujer lo dejó, la que se sacrificó cuidando al padre sola, el que está por salir del closet pero no se decide a hacerlo frente al cadáver de su padre, la que siempre se sintió sola, ajena, no querida, que no puede entristecerse lo suficiente por esa muerte que debería estar desgarrándola. La inapelabilidad de esa muerte vecina los va desnudando a todos, los hace decir cosas que jamás se dirían en una cena de Navidad, permite que aparezcan algunas verdades y estallen los conflictos.
Pero eso es tan sólo la mitad. Los hermanos de acá no saben mucho de esa otra familia que se acercó al velorio: los de San Juan, otros hijos de su padre, otros hermanos, los de allá. En De todo aquello que me contaste se muestra el lado B del velorio. Aquellos otros 2 hermanos y un medio hermano conocen al finado desde antes. Son los abandonados, los descartados por ese hombre que dejó mujer e hijos en San Juan y se escapó a Buenos Aires para empezar de nuevo. Aquí también la muerte desnudará conflictos ocultos, propiciará la formulación de algunas verdades incómodas. Aquí el hermano mayor es el único que parece querer ir hasta el fondo, posiblemente desagradable, del conocimiento de su padre, mientras que la hermana utiliza todos sus recursos pasivo-agresivos para seguir negándose a saber. Y además está la nueva novia del hermano mayor, de esas que no temen opinar y ofrecer recomendaciones para conflictos de décadas cuando hace apenas 15 minutos que conoce a los protagonistas.
Lo interesante de la puesta y del texto de esta obra doble tiene que ver no sólo con que cada una de las mitades ilumina a la otra y permite contextualizar y entender mejor las reacciones de cada uno de los personajes (haciendo, por ejemplo, que una frase dicha al pasar en la primer parte sea reveladora en la segunda) sino con que además las dos transcurren en el mismo momento en el tiempo, por lo que la interacción entre los ocupantes de cada cuarto tuvo que ser planificada con un timming estricto (en el momento en que uno sale de un cuarto en una obra debe estar entrando al otro en la siguiente). La misma estructura del espacio Polonia (una antigua “casa chorizo” de la que se aprovechan habitaciones, patio y hasta la cocina, al fondo), enriquece este juego de simultaneidades. Este desafío de “interacción dramática en paralelo” transformó el proceso de escritura de la obra, en palabras de su director, Pablo Bellocchio, en una especie de “TEG dramatúrgico”.
Claramente, estas originales decisiones teatrales no apuestan a relacionarse con un espectador pasivo. El observador no sólo debe juntar las mitades, completar sentidos que sólo conocen o intuyen parcialmente, sino que deberá acompañar a los personajes en su búsqueda de verdad (o de autoengaño), cuestionar hasta dónde es válido avanzar para construir/reconstruir una historia, una identidad. En palabras de Bellocchio: “El conflicto de identidad que plantea la obra se traslada, de alguna manera al espectador, que debe decidir si quiere enterarse de todo o sólo de una parte de la historia que se está contando”.
Las obras pueden verse una a continuación de la otra o cada una en diferentes días. Lo ideal es verlas sucesiva/simultáneamente y así disfrutar por un rato de algunas migajas del don de la ubicuidad.
Ficha técnico artística
Dramaturgia: Pablo Bellocchio
Actúan: Estefanía Revas, Gimena Romano Larroca, Nicolás Salischiker, Juan Tupac Soler
Asistencia de dirección: Martina Carou
Dirección: Pablo Bellocchio
ESPACIO POLONIA
Fitz Roy 1477 – CABA
Teléfonos: 3965-9549
Web: http://espaciopolonia.blogspot.com
Entrada: $ 50,00
Sábado a las 23:00 y Domingo a las 00:00