Por Ezequiel Arauz – Ricardo Peidro, adjunto de la CTA que encabeza Pablo Micheli, es titular del sindicato que en los últimos años logró los mayores porcentajes de aumento salarial. El dirigente describió la situación de la industria de medicamentos y trazó un panorama de los desafíos que enfrenta el sindicalismo.
La Asociación de Agentes de Propaganda Médica de la República Argentina (AAPM – CTA), que conduce Peidro, es el único sindicato nacional del sector y cuenta actualmente con 6.500 afiliados, cifra que se amplía casi a los 8 mil sumando cuatro sindicatos locales, con quienes conforman una Federación Nacional.
– Desde el gremio están exigiendo en paritarias un 36% de aumento ¿En qué basan ese porcentaje, que se ubica entre los más altos?
– En los medicamentos, el crecimiento de la ganancia neta empresarial es del 18.8 %, por encima de industrias sumamente dinámicas como la automotriz y la construcción, que llegan al 7 y al 7, 4%. El sector obtiene ganancias extraordinarias, dato que confirman estudios del sindicato y los propios números oficiales. Para dar un ejemplo: el omeprazol, una droga muy común y que se ve en propagandas de televisión, desde que lo compran por kilo, hasta que lo venden por miligramo, tiene más del 30.000 % de valor agregado. Quisiéramos que lo expliquen ellos. ¿Qué es lo que hace aumentar las ganancias en ese nivel?
– ¿Como reacciona la patronal frente a la postura de AAPM?
– Ningún patrón quiere que haya sindicatos, en el mundo, la industria farmacéutica va a la cabeza con el lema de que “la mejor organización de los trabajadores es la que no existe y si existe es mejor comprarla”. Se pone el foco en el porcentaje de reclamo que hacemos los trabajadores, pero en las paritarias debiera discutirse las condiciones laborales de forma integral. Tenemos propuestas concretas para un nuevo convenio colectivo, que iguala a todos los compañeros del sector, en años anteriores pudimos modificar en algunos puntos, pero la industria no lo quiere debatir. Si en cambio, nos llevan a concentrarnos exclusivamente en el porcentaje, les vamos a discutir la rentabilidad.
– ¿A qué se deben los altísimos niveles de rentabilidad registrados?
– A un mercado totalmente distorsionado y a que no hay regulación del precio de salida. En la mayoría de los países del mundo, sobre todo en aquellos en los que gusta reflejarse la clase empresariales argentinas, para sacar un medicamento, se hace un análisis de costo, se establece cual es el valor terapéutico del producto, una proyección de cantidad de venta, y recién ahí se establece el precio. Acá se vende “a lo que dé el mercado”. Encima, vía licitaciones y ventas directas al estado y las obras sociales, todo está altamente subsidiado. En ese contexto de rentas extraordinarias, nuestro salario tiene una incidencia ínfima y no tendrían porqué trasladar ningún aumento a los precios. El año pasado, que estuvo atravesado por importantes luchas en el sector, obtuvimos un 36% incluyendo cifras no remunerativas. Siempre depende mucho de la relación de fuerza que tengamos, pero razones no nos faltan.
– ¿Podrían producirse medicamentos en nuestro país?
– Hay lugares del país donde se hacen medicamentos, pero lo que no hay es una política de salud al servicio del colectivo. Estaríamos en condiciones de comprar las drogas y producir con precios de venta muy por debajo de los actuales. Esto para nosotros una batalla cultural, porque a los compañeros los gerentes les dicen: ‘¿Cómo puede ser que el sindicato critique los altos precios de los medicamentos? y que eso atenta contra las fuentes laborales, que a menos facturación menos trabajo?’. Creemos lo contrario. Primero, por una cuestión ética: los medicamentos deben estar al alcance de todos. Pero además, porque buen precio para un laboratorio significa algo distinto que para el resto, significa alta rentabilidad, medicina cara que a menos unidades vendidas da más facturación. En la década del ´90 por ejemplo, el neoliberalismo decretó zonas inviables. Por ejemplo, yo vivo, en Monte Chingolo, en Lanús. Allí había medicamentos con precios que ningún paciente podía pagar, ni médico recetar, ni farmacia vender entonces, a criterio del mercado, Chingolo era inviable. La industria echaba a los trabajadores de la zona, la farmacia cerraba y los médicos veían disminuida su capacidad de respuesta en los tratamientos. Nuestro reclamo no es meramente corporativo, apunta a marcar que no hay una política de salud colectiva.
– ¿Advierten cambios en la postura general del gobierno hacia los reclamos sindicales?
– Siempre defendimos la autonomía y creemos que la organización de los trabajadores y la propuesta de un modelo de sociedad no puede estar atada a las decisiones de un gobierno o de un partido y menos de los patrones. A nosotros como central el gobierno hace rato que no nos reconoce, prácticamente nos ilegaliza, y eso tiene sus consecuencia, porque no se trata solamente de defender estructuras sindicales, la falta de libertad sindical trae como consecuencia que los trabajadores no se puedan organizar. Al interior de aquellas empresas privadas en condiciones de elegir, solo el 12.7% tiene representación directa de delegados. En ese sentido, si hay algún cambio, les puede llamar la atención a los compañeros que apostaron a ligar su construcción a las necesidades del gobierno, para convertirse en polea de transmisión de sus decisiones. No nos metemos en las internas del partido justicialista, pero si decimos que el modelo sindical vigente y que defiende el gobierno está agotado y que no es beneficioso para los trabajadores.
– En ese contexto: ¿Cuáles son los principales desafíos para las organizaciones sindicales?
– El primer desafío, que lo planteamos desde la central, es que el ajuste no caiga sobre los trabajadores. Ya tenemos experiencia de eso. Estamos mucho más y mejor organizados que en la década del `90 y en 2001. El desafío es defender todas las conquistas laborales y avanzar en contra de la precarización laboral, que juega el mismo rol que jugó la desocupación en otras décadas. Es un factor de disciplinamiento social y para acallar a las protestas. Con la precarización laboral el trabajador piensa en la supervivencia y no en organizarse y luchar para defender y avanzar en sus derechos. La construcción de una sociedad más justa está íntimamente ligada a la organización de los trabajadores, ya no solo en cuanto a la lucha gremial como tradicionalmente se la entiende, sino también en otros aspectos en los que el poder avanza, como la ampliación de la frontera sojera sobre los pueblos originarios y todos los pueblos en general, estar junto a la asambleas y la resistencia frente al avance de la minería a cielo abierto, es por eso que la CTA se abrió a la afiliación directa, para poder nutrirse y representar a todas esas luchas y esos compañeros.