Por Federico Larsen. Las elecciones estudiantiles renuevan el debate en torno a la reforma de planes de estudios de las facultades de comunicación. En la de la UNLP, la contienda trasciende las paredes de la facultad.
La comunicación se ha convertido hace muy poco en un campo de análisis científico reconocido mundialmente. Aunque aún existan reticencias para reconocer en ella un sólido espacio del saber, rico en posibilidades analíticas para la investigación -los comunicadores aún no tenemos una categoría que nos abarque completamente en los planes de investigación de los principales comités científicos, y debemos recurrir a las figuras de la sociología o antropología-, el enorme caudal de producciones teóricas y de reconocimientos nos pone hoy casi a la altura de las demás ciencias sociales.
Sin embargo, no se trata solamente de una discusión académica. Sus implicancias en la realidad cotidiana, dadas por las expresiones más palpables de sus oficios, como el periodismo, son las características que hacen de la comunicación uno de los campos de intervención más debatidos de la ciencia. Pensar en el periodismo, sus formas de construir el mundo, sus alcances y las consecuencias de sus expresiones, es pensar en la forma en qué entendemos que se puede construir el mundo en el que vivimos y sus posibilidades de cambio. ¿Porqué tanta agitación alrededor de programas como 678? ¿Qué hace de Clarín y La Nación instituciones políticas capaces de voltear gobiernos? ¿Porqué la necesidad de construir nuevos proyectos periodísticos, como lo es Marcha? En las instituciones académicas este debate constante comienza a surgir a partir de los modelos que se plasman en sus planes de estudio.
La Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP es la institución más antigua en el campo de Latinoamérica. Su fundación, en 1934, marcó el comienzo de una serie de debates ligados fuertemente a la actualidad política y social del país y del continente. Ejemplo de ello es el plan de estudios actual, en proceso de reforma, que rige desde 1998 y que plasma allí las necesidades de un mundo convulsionado por el consumo, el pragmatismo y las necesidades de mercado. El marco ideológico en el que se inscribe transpira por cada una de sus determinaciones: un tronco fundamental dedicado pura y exclusivamente a la técnica, la escritura, la locución y el trabajo en TV, y una serie de materias satélite, cuatrimestrales y optativas que inscriben parcialmente esa producción en un ámbito social. Las falencias se pueden resumir fácilmente con la idea de que un periodista, hoy, puede recibirse sin jamás haber estudiado historia, sociología o filosofía. La idea del periodista como técnico es llevada al extremo y sus implicancias políticas y sociales se tornan evidentes. De hecho, hasta hace un par de años los docentes recomendaban la lectura del manual de estilo del diario Clarín cual biblia del buen redactor.
Vientos nuevos
En periodismo tanto la formación como la producción responden a proyectos políticos y sociales. La ilusión de objetividad es hoy ampliamente reconocida como una pura quimera. El caso de la facultad de La Plata es muy particular, ya que su vida ha estado signada durante más de 25 años por la dominación del Partido Justicialista y por su capacidad de reciclarse en la vida institucional y académica. Si bien es indudable que, comparada con otras instituciones similares, desarrolló una variante más progresista, su compromiso social en muchos casos se limita a expresiones ligadas a una vertiente política bien determinada. De allí la necesidad por parte de estudiantes y docentes de poner en debate los paradigmas de formación y proponer nuevas formas de entender la comunicación y el periodismo. La elecciones estudiantiles son uno de los momentos más álgidos de esos debates. La oposición a la conducción -institucional y estudiantil- de la facultad, nucleada en el frente magenta, propone un interesante cambio de paradigma.
El marco dado por la nueva Ley de Servicios Audiovisuales es la escusa para problematizar el rol de la comunicación en la sociedad. Ese famoso 33% del espectro audiovisual dedicado a los medios sin fines de lucro no tiene hoy ningún proyecto de formación profesional sobre el cual apoyarse. Si bien los medios comunitarios, alternativos y populares aún quedan por fuera de ese marco jurídico a causa de las exigencias que el Estado impone, sus peculiaridades los convirtieron en el trampolín a través del cual comenzar a construir un nuevo paradigma comunicacional, basado en las necesidades y perspectivas populares. La propuesta se basa en la necesidad de que los periodistas sean capaces de crear, gestionar y mantener nuevos medios, con visión crítica acerca de su trabajo y de lo que están comunicando. La resignificación del “periodismo militante” se hace entonces necesaria. No se trata, como en los programas y medios afines al kirchnerismo, de reproducir un modelo comunicacional dominante con otro contenido. Se trata de una constante reflexión que a partir de la práctica ponga en discusión la forma de ejercer la profesión. Este es, en síntesis, el cambio de paradigma propuesto en la formación de periodistas. Un periodismo magenta, desde el cual resignificar el complejo entramado construido en torno a la estigmatización de los sectores más desprotegidos, las minorías, los trabajadores. Con profesionales capaces de autogestionar sus proyectos e insertarse exitosamente en el mundo de los medios para transformarlo.
Un debate académico, atravesado por lo político, que durante los próximos meses definirá el futuro de lo que cada uno de nosotros verá, leerá y escuchará en casa.