Primera parte de la entrevista que realizó Marcha al sociólogo brasileño Ricardo Antunes, en la que desmenuza las causas y características de la efervescencia popular que vive Brasil. El agotamiento de un modelo y el rol que están jugando los movimientos sociales.
Nos encontramos con el sociólogo marxista Ricardo Antunes, en Joao Pessoa, Estado de Paraíba, en un encuentro internacional de empresas recuperadas que se desarrolló en la Universidad de esa localidad. Allí Ricardo dio una conferencia y luego fue entrevistado por Marcha.
– Estamos viendo marchas y concentraciones multitudinarias, ¿cuál ha sido el origen de este proceso?
Comenzó el 3 de junio con una manifestación en San Pablo organizada por el Movimiento Pase Libre (MPL) que reclamaba transporte gratuito para la población. Empezó con 2 mil manifestantes, luego llegaron a 7 u 8 mil hasta que el 6, 7 de junio se transformaron en manifestaciones de 100 mil en San Pablo, 200 mil o más en Río y más de 1 millón en todo el país.
En verdad fue una explosión popular en función del agotamiento de un proyecto que comienza en los ‘90 con Fernando Enrique Cardoso, sigue con Lula con pequeños cambios y mucha continuidad. La privatización y desregulación económica comenzó un poco más tarde que en Argentina donde el neoliberalismo fue más temprano. En nuestro caso fue un poco después porque en los ‘80 hubo mucha resistencia. Privatización, desregulación, financiarización, enriquecimiento y miseria… en síntesis, cuando Lula ganó las elecciones en 2002 había expectativas de cambio, pero no ocurrieron. Podemos decir que fueron superficiales. La esencia de su política siguió siendo el superávit primario, la garantía para las ganancias bancarias y la gran producción oligopólica y monopólica favorable a la agroindustria.
En este período que va de 2002 al 2010 y se extiende hasta hoy con Dilma, el mito fue que en nuestro país todo iba bien. Yo siempre fui muy crítico de esta visión, mis amigos en Argentina lo saben bien por mis artículos publicados en ese país. Era un mito con una base muy irreal. Claro que se crearon 10 millones de nuevos empleos pero de un salario mínimo y medio. En Brasil el salario mínimo es de R$ 680, alrededor de U$S 300, menos que en Argentina. Con alrededor de U$S 450/500 de salario promedio no podemos hablar de un país de clase media.
Se trató de un proceso de salarización en los sectores de servicios, el comercio, hipermercados, fast-food, etc., de proletarización de sectores que tienen alta rotación. La esperanza de cambio en el gobierno de Lula, que fue electo por 53 millones de votos, se empezó a derretir. “Todo lo sólido se desvanece en el aire”, podríamos decir. ¡Eso pasó en Brasil!
Hay una segunda explicación: la privatización del transporte popular, de la educación pública, de las autopistas, todo fue privatizado en este país. Solo faltó privatizar la playa, pero no está lejos el día que para poder entrar a la playa haya que pagar R$2 o R$3.
– Como afirmaste hace unos días en una entrevista en FM La Boca, efectivamente no se vio en las tribunas de la Copa Confederaciones, jugada recientemente, la presencia de población negra.
Exactamente. Todo se privatizó y los pobres sufren mucho. Esto se vio coyunturalmente en la Copa Confederaciones que en verdad va a pasar a la historia como la “Copa de las rebeliones” porque la FIFA dice que hay plata para hacer grandes estadios pero no para los hospitales, los ómnibus, para el transporte. Hay plata para los patrones de la FIFA que tienen intereses económicos muy poderosos y entrelazados en Brasil.
A todos los brasileños nos gusta mucho el fútbol. Yo vi todos los partidos por TV y tenía la sensación de que los asistentes a los estadios estaban en Suecia, Noruega o Suiza porque eran todos blanquitos, de las clases medias y ricas, pero no había negros ni mulatos ni pobres.
También estaba prohibido el pequeño comercio en las inmediaciones de los estadios con el cual mucha gente sobrevive. Debían desaparecer para dejar su lugar a Coca-Cola y los grandes negocios vinculados al fútbol. Este fue el segundo elemento coyuntural. Muchas curvas, direcciones muy diferentes que siguieron su curso hace muchos años, encontraron en junio de 2013 un punto de intersección y se juntaron, derivando en una rebelión.
También tuvo la influencia de la Plaza Tahrir, de España, Grecia, Portugal, porque lo que se percibe de todas esas manifestaciones es que la recuperación de las plazas públicas puede producir cambios. Hay un foso enorme entre los ocupantes de las plazas y la representación político-parlamentaria.
Empezaron como manifestaciones por el pase libre pero rápidamente esto cambio en una miríada de reivindicaciones, de banderas que se expresaron en grandes manifestaciones de masas. Localidades de 30 mil habitantes tenían 5 mil en las calles, casi el 20% de la población. Esto derivó en que hayamos tenido también un día de huelga general en todo el país.
La tierra rueda, el mundo cambia, recién me hablabas de Vinicius hablando de “toda la tierra rodar” y yo recuerdo del cancionero latinoamericano “cambia, todo cambia”. Nosotros estamos quietos pero el mundo está rodando y Brasil rodó y desde el 6 de junio hasta hoy que estamos hablando ya no es lo mismo. No sabemos para dónde va el movimiento pero el gobierno está completamente perdido, no sabe qué hacer. El Parlamento sabe que no fue ocupado por la población porque la hubieran reprimido. El Palacio de Planalto en la manifestación más numerosa, el 17 de junio, fue cercado por millares en Brasilia.
– Y en un país sin tradición de grandes movilizaciones y huelgas generales como en Argentina…
En parte es cierto. El otro mito es que Brasil es un país cordial pero, por ejemplo, antes de las manifestaciones de junio tuvimos las huelgas de la construcción civil, con 30/40 mil trabajadores en huelga, muchas rebeliones por el pase libre en Florianópolis, Porto Alegre, Vitoria y las ciudades del nordeste brasilero.
También tuvimos dos grandes movilizaciones muy intensas en las últimas décadas por las elecciones directas en 1984 contra la dictadura, con un millón o más de manifestantes en Río y luego por la destitución de Collor de Melo en 1992. Las actuales manifestaciones son diferentes. En 1984 queríamos las elecciones directas, era un objetivo muy claro, en 1992 la destitución de Collor. Hoy ¿qué queremos? Cambiar el país, entonces hay una miríada de medidas contra la corrupción, por un transporte público digno, la población decía ‘FIFA pague mi tarifa’. Hay reivindicaciones contra el Parlamento, contra el gobierno federal, contra los estaduales y los municipales. No solo contra uno u otro, sino contra todos.
– ¿Qué rol están cumpliendo las organizaciones políticas, sindicales y sociales como el Movimiento de Trabajadores Sin Tierra (MST) en este proceso?
Estas manifestaciones tuvieron en su curso reciente una clara dirección espontánea. La del 6 de junio en San Pablo con 2 mil personas fue organizada por el MPL, fue una manifestación social y política horizontal y sus dirigentes son muy jóvenes, autonomistas, anarquistas y otros ligados al PSOL, PSTU, independientes de los partidos, podríamos decir que fue una manifestación apartidaria, no antipolítica.
Todas las manifestaciones en Brasil siempre tienen agrupamientos de izquierda entre sus organizadores porque los 2 mil que salieron primero eran más politizados. Rápidamente pasaron a 4 mil, 10 mil, 30 mil, 50 mil, 200 mil… y ahí salió la población a las calles. Muchos encuestadores durante las manifestaciones preguntaban ¿de cuántas manifestaciones participó usted antes? Es la primera. ¿Trabaja? Más del 60% contestaba que sí. Trabajadores y estudiantes, asalariados urbanos luchando contra la degradación de la vida en las ciudades.
Lula se pasó años bajando los impuestos al gran capital automotriz e incentivando la producción de autos y en todas las grandes ciudades el modo de vida es insoportable porque los ómnibus son precarios. El 0,12% de las ciudades brasileras tienen subterráneo, salvo en algunas grandes capitales, aún así, en San Pablo, es inferior al de Buenos Aires, que aunque es más antiguo está mejor estructurado.
Hay una desestructuración completa de la vida cotidiana y esta rebelión es muy fuertemente espontánea aunque con pequeños grupos partidarios presentes desde el primer momento. Una manifestación contra la vida cotidiana en su dimensión trágica.