Por Matías L. Marra. Diagnóstico esperanza, dirigida por el poeta villero Cesar González, es una excelente película sobre la vida en la villa. Lo inquietante de su relato es las preguntas que genera: ¿la impresión de realidad está dada porque el director es villero o porque la narración está bien construida?
Las sensaciones que experimenta el espectador de Diagnóstico esperanza son confusas y contradictorias. Frente a la representación realista de las villas y los villeros que presenta la televisión (principalmente en los nefastos formatos documentales del canal América) o el cine (Elefante blanco como caso reciente), aquí se nos propone un abordaje completamente distinto.
En los primeros minutos de Diagnóstico esperanza, un joven sale de la cárcel, donde un amigo lo espera. La secuencia es apasionante: quien lo espera en su auto pone cumbia a todo volumen, prende un porrito, y el que sale no para de gritar “¡eaa!”. En un momento se detienen y paran a comprar una gaseosa. El plano es frontal y el personaje la toma como en una publicidad. Ya desde ese momento entendemos que aquí los excluidos, los otros, a los que se les asigna un espacio único en la sociedad, serán mostrados de otra manera.
Cesar González, el director, es un poeta villero que robaba, que estuvo en la cárcel y que, como cuenta en algunas entrevistas, los libros le han generado una conciencia de clase mientras estaba preso. Partir de tal saber no es menor para el visionado de Diagnóstico esperanza. A priori se puede pensar que la representación realista desde adentro que plantea tiene que ver con que conoce el mundo que narra.
En realidad, todos los realizadores conocen (o al menos deberían conocer) el mundo que narran, y a ello le aplican su visión. El cine es ya de por sí un arte realista (la impresión de realidad en la imagen en movimiento no la tiene ninguna otra expresión artística), pero el modo de representación que lleva adelante Diagnóstico esperanza es estrictamente realista. Se busca plantear el mundo “tal cual es”, al menos bajo el punto de vista de González.
Entonces, sabiendo que el director es villero, que la película quiere mostrar las cosas “como son”, que en la villa la vida no es fácil, algo que resulta necesario preguntarse es, si no supiéramos que el director conoce ese mundo, ¿experimentaríamos la misma sensación de realidad?
La respuesta es sí. Diagnóstico esperanza es una excelente película, donde los recursos cinematográficos son puestos al servicio del relato. Desde las actuaciones al montaje, todo construye un hiperrealismo que resulta abrumador. El espectador acompañará a algunos personajes a robar, y la posibilidad que se nos otorga de estar ahí es angustiante.
Por otra parte, González apela constantemente a los primeros planos, desarrollando una poética del formato digital. El HD tiende a embellecer todo (el sitio web Vimeo contiene un gran catálogo de eso), algo que González esquiva representando la subjetividad de esos que el poder intenta suprimir.
Esto es lo más notable en Diagnóstico esperanza. González tranquilamente podría haber hecho una película siguiendo lo que se impone como norma desde arriba si no fuera conciente de la importancia de los recursos. El cine es una síntesis de elementos, que aquí están configurando la mismidad desde el cine mismo, desde el inquietante montaje de imágenes y sonidos.
¿Y cómo seguir después de todo esto? No hay una respuesta, pero González no es un pesimista. Por el contrario, la esperanza a la que refiere el título encontrará su personificación. El título es un rechazo a lo establecido. Donde hay poder hay resistencia. Y esto sucede siempre.