Por Francisco Longa. Luego de años de denunciarlo por corrupción, Elisa Carrió decidió compartir las PASO con el PRO de Mauricio Macri. Qué gana y qué pierde cada uno en esta nueva alianza de centro derecha, unida por el espanto.
Años atrás Jorge Luis Borges confesaba que su unión con Buenos Aires no se asentaba en el amor sino en el espanto: “será por eso que la quiero tanto”, concluía el poema en cuestión. Despojados de toda belleza, Macri y Carrió parecen querer reeditar la máxima borgeana, pero en este caso es la salvación de la república el objetivo que los llevaría a dejar de lado viejas antinomias y priorizar un destino común.
Analizado desde la más llana coherencia, resultaba impensado que Elisa Carrió, quien supo competir y cuestionar a Mauricio Macri desde años atrás, pudiera dar un giro tan abrupto que la lleve a hoy anunciar una unidad con el Jefe de Gobierno. En un breve racconto aparecen inmediatamente aquella entrevista con Jorge Lanata en 2003 donde la chaqueña decía sobre la entonces reciente derrota de Macri en la Ciudad: “Que haya sido derrotado Macri… la verdad que era como un parto. Yo no sabía cómo iba a explicarles a mis hijos que empresarios ligados al robo del país pudieran ganar”, o aquella otra en la que Carrió afirmaba: “Yo jamás me sacaría una foto con Macri”, o hasta la más reciente campaña de 2013 donde desde su espacio, el FAUNEN, compitieron contra el PRO, lanzando diatribas sobre la pésima gestión del ex presidente de Boca en la Capital Federal.
No obstante, Carrió, con la ayuda de los medios corporativos que solapan su largo archivo de denuncias hacia Macri, logra dar un giro de 180 grados aludiendo que en la actualidad la república estaría en peligro: la prepotencia del gobierno kirchnerista, la supuesta falta de división de poderes, y la necesidad de que las opciones financiadas por los narcos (como, según ella, representa Massa) son los elementos que hoy ponen en jaque a la república y la obligan a deponer aquellas viejas rencillas, para focalizarse en “aquello que la une” con Macri.
La verborragia de Carrió en materia de denuncias contra opositores (e incluso, contra compañeros de sus propios partidos o alianzas) parece darle, según su propia evaluación personal, el mote de incorruptible, de que “no se casa con nadie”. Así, en su largo historial de acusaciones demoledoras arremetió contra Cobos en noviembre de 2014: “Se financió con la efedrina y fue socio de Cristina”, dijo sobre el quien, siendo vicepresidente del propio kirchnerismo, es recordado con el voto “no positivo” más controvertido de la historia. Por su sincericidio pasó también el candidato de la oposición Sergio Massa, a quien acusa de “narco” cada vez que le arriman un micrófono: “Cuando uno escucha las noticias, y el candidato es Massa para todos los medios, uno se pregunta, ¿dónde estamos? Vamos al narcoestado”, declaró a fines del año pasado. No es de sorprender, entonces, que su verba haya alcanzado a quien ahora es parte de su alianza: Mauricio Macri, tal como vimos unas líneas más arriba. El problema de tanta incontinencia verbal para el descrédito ajeno es que en su propia trayectoria de alianzas políticas y de dires y diretes contra propios y ajenos, Carrió no pasa un archivo (o lo pasa sólo con la complicidad de los medios más poderosos). Veamos: Desde aquella autodenominada “gorda marginal” que venía de la Unión Cívica Radical (UCR) y bailaba sobre un escenario al compás de “Hasta siempre, comandante”, y recibía la visita en el primer encuentro de su recién fundado ARI, que quería decir: Argentinos por una República de Iguales, hasta la que, luego de su Coalición Cívica, su confluencia en el UNEN (con un amplio arco que va desde Proyecto Sur, Partido Socialista (Argentina), Partido Socialista Auténtico, el GEN, la Unión Cívica Radical hasta Libres del Sur), culmina en esta alianza con el PRO, en sus asiduas entrevistas con Jorge Lanata y la crítica acérrima de, incluso, las políticas más “progresistas” del kirchnerismo, ha pasado mucha agua bajo el puente. Por eso, cuando “lo nuevo” es el eslogan con el que eligen presentar esta confluencia, no parece aportarle más que un legado camaleónico a su trayectoria política.
Ante el escándalo, Carrió emerge en su salsa: cuando se conoció la muerte del fiscal Alberto Nisman trató al kirchnerismo directamente de “asesino”, cuando aún los periodistas opositores a la gestión oficial reconocieron que a quien primero perjudicaba la muerte del fiscal era al propio kirchnerismo. Gracias a esta nueva ofensiva a partir de la muerte de Nisman, Carrió encuentra lugar en los medios para hacer lo que más le gusta: denunciar, sea por corrupción, por homicidio o por lo que fuere, en la medida que los denunciados sean sus competidores electorales. De esa forma, con una inusitada cobertura mediática de todas su estrambóticas apariciones, su vínculo con el PRO le puede otorgar un nuevo lugar de relevancia, ante la disolución aparente del UNEN.
Globos amarillos y una premisa que pronto se olvida
Cuando en 2013 Macri festejaba entre globos y papelitos de colores el resultado victorioso del PRO en la Ciudad de Buenos AIres, sin que aún se hubiera terminado el escrutinio, ya estaba lanzando su candidatura a presidente. En ese breve y precario discurso dijo: “En 2015 en las listas del PRO no va a haber ningún exintegrante de un Gabinete nacional”. Aparentemente el largo curriculum de Carrió, desde su rol como constituyente en el 94, hasta su labor como diputada y su paso por todos los partidos ya mencionados, no son “pasado” suficiente a la hora de acumular electoralmente.
En esta última decisión de aliarse con Carrió, hubo dentro del PRO algunas internas que fueron abriendo ese camino: En un principio, aparentemente Macri quiso convencer a Gabriela Michetti para que sea su vice, para así matar dos pájaros de un tiro: armar una fórmula PRO presidenciable pura y, a la vez, distender la pugna por la sucesión en la Ciudad. Pero da la sensación de que Michetti prefirió jefatura de gobierno en mano (sabiendo que casi cualquier candidato del PRO gana en la capital) que cien vicepresidencias volando. Esta decisión vuelve a abrir la tensión por la disputa de quién será el próximo candidato porteño, habida cuenta de que el propio Macri viene diciendo desde fines del año pasado que Larreta es “el candidato que más conoce la Ciudad”, en desmedro de la propia Michetti y quienes se suman a la interna: Diego Santilli, Cristian Ritondo y hasta podría Sumarse Sergio Bergman.
En esta dimisión interna, queda un poco menos claro qué gana el PRO con esta alianza, aunque sumar a una “paladina” de la lucha contra la corrupción (“quienes comparten valores deben ser claros y estar en un mismo lugar”, opinó la vicejefa porteña María Eugenia Vidal respecto de la reciente alianza) puede sumar buena imagen en este contexto pos Nisman, donde la oposición intenta plantear un país con “caos institucional”. Claro que sumará si los medios le tienen piedad a Lilita y esconden sus largos años de archivo. Otra de las hipótesis de los beneficios PRO puede ser un camino que se facilite en el acceso a parte de la UCR en las provincias, con los ex aliados de Carrió y en este panorama donde el UNEN parece a punto de partirse.
Lo claro es que la pragmática electoral y la falta de proyección del PRO hacen que lo nuevo no sea tan nuevo para ellos, y la necesidad de supervivencia política para Carrió hace que los ex corruptos hoy no sean tan corruptos; y para ambos significa que, con quien no lo une el amor, al menos los una el espanto.