Por Cezary Novek. Marcha entrevistó a Luz Pearson sobre TARDIS, un libro de poemas con una estructura poco convencional.
Tiempo y Dimensiones Relativas en el Espacio. Eso es lo que significa -en castellano- la sigla TARDIS, que da título al primer libro de poemas de Luz Pearson.
El libro está construido cuidadosamente como un diccionario que a su vez tiene varias capas de lectura bien diferenciadas. Desde lo abstracto hasta lo confesional, la autora se mueve por diferentes estilos sin salirse de la tonalidad melancólica e intimista que sostiene el conjunto.
Nacida en 1974, Luz posee una larga experiencia como autora teatral, redactora publicitaria y administradora en foros educativos. Estudió Letras y es licenciada en Ciencias de la Educación. Administra el foro escuelawip.com.ar. Marcha habló con ella sobre la trastienda de su ópera prima.
-El título del libro hace referencia a la nave del Dr. Who ¿Hay influencia de la cultura pop en tu obra?
-Sin duda. Me interesa el mundo que me toca. Y necesito vincularme con sus cosas. Busco pistas, inspiraciones; las encuentro en canciones, en guiones de cine o series, en blogs, en actualizaciones de las redes sociales, en propagandas malas. En particular la ciencia ficción me interesa, siento afinidad con esa manera de pensar y sentir la realidad. Disfruto mucho las obras que imaginan mundos, crean reglas, lenguas, leyes, dimensiones, perspectivas.
-Los dos diccionarios en paralelo tienen algo de juego borgeano, la definición poética y la otra, la académica, que no está exenta de ironía ¿Te considerás una seguidora de Borges?
-Son tres tipos de definiciones: el poema, la etimológica (en esa fui rigurosa, estudié, usé el Corominas, chequeé los griegos con Pilar Spangenberg, los latines con Juan Goldín y también usé el Perseus Project en línea, que es una joya) y con la tercera definición de registro neutro tipo la RAE, jugué. Al principio en la definición de diccionario me portaba muy bien, las sacaba del diccionario, las tocaba apenas; soy muy fan de los diccionarios, los respeto. Pero le di a leer la primera versión del libro a Federico Docampo, que me sugirió justamente esto que percibiste vos: ¿y si hacía un juego borgeano? “Metele poesía a todo”, me dijo. Le hice caso, creo que el libro ganó mucho con su idea. A Borges lo leí de adolescente y no pude con él, luego pude y me fascinó. Tuve distintos períodos de mi vida en que me zambullí en su obra, supongo que lo seguiré haciendo. La ironía me permite decir, relativizar. Me vendrá de Borges tanto como de la literatura sajona en general. Fue lo primero que leí y me enraizó.
-Tuviste diferentes experiencias vinculadas siempre al mundo de la escritura ¿Cómo pensás que influyó esto?
-La escritura y la tecnología siempre tuvieron relación para mí. Mi primer contacto con las redes fue Carreteras del Viento, un BBS en el que teníamos como un taller literario en línea, en Fidonet. En las redes encontré un mundo muy creativo, en relación con la escritura, antes y ahora. Como escribía desde chica y mi padre trabajaba en publicidad, a los 18 años fui redactora junior, vivía sola así que necesitaba la plata; el diseño de páginas web fue un rebusque nerd para sobrevivir trabajando de manera independiente y poder seguir escribiendo. Mi socio era el encargado del diseño web, yo redactaba los contenidos, pero también aprendí a desarrollar con HTML, CSS y esas cosas. Me gustaba. A la dramaturgia llegué por mi gusto por la escritura de diálogos. Me dediqué a la educación porque los profesores son mi gente favorita, me convertí en una. Al principio pensaba que iba a ser docente de Literatura pero terminé eligiendo la pedagogía.
Ahora pisando los cuarenta estoy viviendo cierta convergencia. En mis clases tracciono hacia la expresión y el aprendizaje en red, y mis líneas de investigación en pedagogía tienen que ver con los blogs en aprendizaje, una potente herramienta para la escritura. Si algo de esto aparece en mi escritura es la multiplicidad de registros y en el movimiento, la búsqueda.
-¿Cuánto hay de exposición personal y cuánto de ficcionalización en los poemas en los que predomina la autoreferencialidad?
-No ficcionalizo mucho, más bien me permito la alquimia de decir metonímicamente. Este libro tiene mucho de ver de qué estoy hecha, cuáles son mis ingredientes.
-¿Por qué elegiste esa ilustradora y esa ilustración? ¿El dibujo ya existía o fue hecho ad hoc?
-Conocí la obra de Loli Abbiatici en Facebook y me encantó. Le pregunté si quería hacer la tapa, ella justo estaba queriendo trabajar en editorial así que le interesó. Lo leyó, le gustó y me hizo varios bocetos. Todas las pruebas incluían a una mujer, eso fue de su lectura. Yo no quería que pareciera un retrato pero me gustó su propuesta de la multiplicidad en una, el trazo que va componiendo la figura, la mirada de frente. Coincidíamos en querer algo limpio, mi único pedido fue el blanco y negro, tenía en mente la estética del grabado en madera de Felix Vallotton. Loli tenía trabajos en tinta negra, nos entendimos enseguida.
-Vivís en Buenos Aires capital pero editaste tu primer libro de poemas con un sello independiente de Córdoba.
-Mandé sólo a dos editoriales, sin saberlo, las dos resultaron cordobesas. Cuando me di cuenta de la casualidad me pareció muy atinado, me interesa cruzar fronteras. A Llanto de Mudo la elegí por el nombre, es genial. Luego vi lo que decían y hacían, todavía mejor. Cortés me dijo que le gustaba el libro y así arrancamos. El proceso de edición fue cómodo, fácil, rapidísimo y feliz. No lo tocamos casi nada más allá de criterios de puntuación, creo que porque el libro ya llegó muy armado, lo había revisado bastante. Diego en pocas palabras resuelve, avanza. Mi primera vez con una editorial fue muy buena.
-¿Cómo fue tu primer contacto con la palabra escrita?
Mi padre era poeta y uno muy obsesivo, llegó a corregir algunos poemas a lo largo de 20 años. Desde muy chica él me daba sus poemas para leer y opinar. Yo le tipeaba las correcciones en la máquina de escribir. Así fueron muchas noches de sábado de mi infancia, entre poemas y videoclub. Lo primero que leí fue su biblioteca. El primer libro que recuerdo con claridad -y no sé qué pude haber entendido- fue Linterna Mágica de Bergman, creo que lo elegí por el título (volvería hoy a hacerlo) y porque era el libro que recién había llegado al estante. Inmediatamente después leí a su pareja, Liv Ullmann. Creo que a los 13 años más que el cine me intrigó el vínculo entre ellos dos. Eso me siguió pasando como clave de lectura. En la secundaria leía mucha poesía: mi libro de cabecera era el de Emily Dickinson traducido por Silvina Ocampo de Tusquets, y leía con devoción las dos antologías de edición bilingüe de Fausto: “Poetas norteamericanos contemporáneos” y “Poesía inglesa contemporánea”, librazos. Buscaba leer mujeres, escritoras o artistas de todo tipo, las que más recuerdo: Camille Claudel, Alejandra Pizarnik, Simone de Beauvoir, Virginia Woolf, Susan Sontag, Ursula Le Guin, Oriana Fallacci.
Hoy estoy en busca de las lecturas perdidas: no leí mucho de lo que se está haciendo en literatura acá en los últimos 10 años así que me hice una lista y la estoy leyendo. Estos días estoy con El Pasado, de Alan Pauls. Priorizo en esta lista libros que tenga algún punto de contacto con lo que estoy trabajando ahora.
-¿Leés a tus contemporáneos?
Me gusta mucho leer a Carlos Godoy, Cristian De Nápoli y leo muchos blogs, un tipo de lectura un poco fragmentaria, de sorpresas, editada en base a favoritos. Hace pocos días leí por primera vez a Virginia Cosin, me encantó. Lo último que leí de alguien de afuera fue hace unas semanas: Barbara Cassin, gran descubrimiento. La voy a seguir leyendo.
-¿Cómo fue que se gestó el proyecto de TARDIS?
-Volví a escribir poemas el año pasado, después de como 7 años de sólo escribir para la facultad, textos académicos sobre educación. TARDIS surge en ese regreso y nuevo comienzo de mi vida. Lo empecé en septiembre y terminé una versión bastante completa el 31 de diciembre. Trabajé en este libro sin parar todos los días en ese tiempo. En enero terminé de revisar las definiciones etimológicas y lo mandé a editoriales. Me urgía este libro.
Disfruto colgarme con las palabras, me queda alguna resonando, la busco, leo su etimología. Soy groupie de los diccionarios. Así fue que se me ocurrió el libro: ¿y si hago yo un diccionario? Partí de las palabras que quería escribir, palabras que por distintos motivos se me inscribían (“la palabra generadora” sería desde la alfabetización, ¡todo se cruza!). Luego empecé a acomodarlas detrás de la carátula de las letras que les correspondían. Al hacer esto, quedaban pocas letras sin poema, en esos casos me ponía en alerta buscando palabras para esas letras que me faltaban. Fue fácil encontrarlas y escribirlas. El juego de escritura fue un proceso intenso y de gran placer.
-¿En qué estás trabajando ahora?
-Estoy trabajando en un libro de una manera que nunca hice: con tiempo e investigando, y por primera vez me meto con la novela. Lo que sí siempre hice es escribir a partir de una búsqueda, voy por algo que no entiendo. Mis obras de teatro mayormente trataban sobre el amor roto, sigo en el mismo tema (no sé si alguna vez podré salir) pero desde otro lugar: amor-erotismo y finales felices. No puedo escribir más finales espantosos. Para eso está la muerte.
-¿Tenés pensado incursionar en narrativa entonces?
-En eso estoy. No me lo propuse pero al estar terminando TARDIS comencé a trabajar en un libro que quiso ser novela. Nunca creí que pudiera ser escritora de novelas pero ya no me quedan más “nunca”.