Por Lucas Peralta. Nuevo poema perteneciente al inédito libro Escombros, enviado por el autor especialmente para Marcha.
Cuando digo lo que digo,
es porque me ha vencido lo que digo
A. Porchia
Habrá que masticar al mundo y así agotar toda obsesión o cómo hacer versos y masticar
piedras y elementos de origen. Nuevamente, la materia es fuente, lenguaje y horizonte que reclama. No basta con aquello que las palabras significan, sino con lo que callan. La falta de forma busca su ser, su estrépito. La tarea delimita caminos que encierran este enjambre de la poesía, y su imposibilidad de serlo.
En torno a las palabras de enlace, a las cuevas displicentes del verso, habrá que vallejear
en empeño diligente todo denuedo y cruce mutuo.
Persistencia y derredor en la tregua, tantear el complot vencedor cuando se dice. Si verbo y hambre no vivencian en yunta, la imposibilidad del lenguaje gana o parece reducir la emergencia estruendosa gramatical, semigramatical o agramatical. Persistencia y derredor en la tregua, tantear el complot vencedor cuando se dice.
Habla seca, inconclusa. O ese lugar erial en el lenguaje donde toda segunda lectura denota y reconstruye esquemas indicadores y niveles en recluso de ser.
Si la escritura o el mensaje escrito fingen decir, la poesía, así, no tendrá ni tiempo ni espacio propio, sino componentes sintácticos que se engendran en base de rótulos. Esta complejidad y su nivelación sanea y reubica nuevos diálogos, descolla sueños, cobija sacrificios y reformula componentes de producción en profundos signos antagónicos.
Entonces, la página en blanco continuará siéndolo. En demasía, a rabiar, en un raudal de palabras al pedo como rasgos hartos ya de cualidades y opciones sonoras en la refriega.
Dificultad. Conflicto. Esto es lo que suplementa todo hecho poético