Por Nicolás Zyssholtz. El viernes a la noche, la policía reprimió a los hinchas de Belgrano en la cancha de Newell’s e incluso golpeó a Gastón Turus, jugador del Pirata. El sábado, una situación parecida se vivió con la gente de Nueva Chicago y la policía bonaerense en el estadio de Gimnasia.
La primera del fin de semana fue en la noche del viernes en Rosario: bastaron apenas algunos insultos y un par de piedras que volaran entre los hinchas de Belgrano en la tribuna visitante, y los plateístas de Newell’s, para que la policía rosarina empezara la represión contra los cordobeses, con la decisión de sacarlos del Coloso Marcelo Bielsa a cualquier precio. Una situación muy similar a la que se había vivido hace una semana con la misma policía, en ese caso en el estadio de Unión en Santa Fe, y contra los simpatizantes de Quilmes.
Esta vez la situación tuvo un agregado, que no agrava la represión sufrida por miles de personas pero sí le da mayor visibilidad: Gastón Turus, defensor del Pirata, recibió un palazo de un efectivo cuando quería acercarse a la tribuna para pedir que parara la violencia policial. “Estaban sacados. Cuando me acerco con mis compañeros a pedir que no reprimieran sin necesidad y que se tranquilizaran, recibo un palazo en el antebrazo. Me hago para atrás y cuando vuelvo, recibo el golpe en el pómulo. Buscó la cara, ni siquiera me amagó” dijo el jugador de Belgrano. Y al día siguiente, el absurdo: Turus fue a la comisaría rosarina para denunciar la agresión y se encontró con que estaba imputado por “lesiones leves”, aunque cientos de miles de personas vieron en vivo por televisión cómo recibía el golpe.
Una semana antes, en la capital provincial, la misma metodología en otro estadio. Cruces entre las dos hinchadas –en este caso más fuertes que en el de la cancha de Newell’s-, represión solamente hacia el lado visitante, palazos, balas de goma y gases en la calle. Violencia policial que continúa incluso impidiéndole a los hinchas “escapar” del lugar, bloqueando la salida de los micros. El árbitro Germán Delfino esperó a que la policía sacara del estadio a los hinchas cerveceros y siguió con el partido; aquí no ha pasado nada, el show debe continuar. La noticia, claro, fue el 26º partido consecutivo sin victorias del Tatengue.
La Bonaerense no quiso ser menos
El clima antes del partido de la B Nacional entre Gimnasia y Esgrima La Plata y Nueva Chicago ya estaba enrarecido por el asesinato de un barra tripero en las inmediaciones del Estadio del Bosque, en una hecho que aparentemente no tiene relación con las facciones de “La 22”pero que se dio durante el tradicional “reparto” de las entradas antes del partido. El caso todavía no está claro, pero sí se sabe que murió Julio Biscay, de 31 años, y quedó herido aunque fuera de peligro un chico de 11 años. “Estaba esperando que le den una entrada y hubo un disturbio en el lugar, hubo un disparo y le pegaron a mi hijo. Ellos fueron porque los pibes de la barra les regalaban la entrada, porque iba por primera vez” dijo Juan Ramírez, papá del menor.
El partido, que quedó en segundo plano, fue un baile de Gimnasia. A los 38 minutos del segundo tiempo ganaba 4-0 y se perdía situaciones para ampliar aún más la diferencia. Durante todo el encuentro –en el que el Lobo ya ganaba 2-0 a los 6 minutos del primer tiempo- el sector de “La 22”que se ubica en la tribuna que da a la avenida 60 había intercambiado insultos con la gente de Chicago, que había colmado el codo del mismo sector que hace las veces de popular visitante. Con el partido definido y a poco de terminar, algún piedrazo que vuela, los hinchas de Chicago intentan pasar la reja que separa a las dos hinchadas, y la Bonaerense que se siente en su salsa.
Lo que se desató fue una represión absolutamente desmedida contra 3000 personas que, en su gran mayoría, alentaban a su equipo y no generaban incidentes de ningún tipo a pesar de la goleada en contra y la situación desesperante del Torito en la tabla de los promedios. Una encerrona: primero un grupo de 20 policías emprendió contra la gente con balas de goma y gases lacrimógenos, y después se sumaron aquellos que estaban en el sector superior de la tribuna, a palazos para echar a la gente del estadio. Aparentemente, la orden de “desalojar” llegó luego de que un grupo de diez barras del equipo de Mataderos lograran meterse en la zona de vestuarios y enfrentarse con la seguridad privada de Gimnasia.
En dos semanas, tres incidentes muy similares, dos en la Primera División y uno en el Nacional B. Dos veces la policía santafesina y una la bonaerense, ambas con su larguísima historia de violencia y represión a cuestas. Nadie pone en duda la importancia de erradicar las barras, a las que todos los dirigentes y políticos conocen. Lo que tampoco puede cuestionarse es que para lograrlo, la solución jamás puede ser la violencia policial contra el hincha común.