Por Juan Manuel Sodo. Contagiada reseña del libro Redondos. A quién le importa. Biografía política de Patricio Rey, del colectivo autoral Perros Sapiens, recientemente publicado por ediciones Tinta Limón.
Ni en la historia secreta del Indio, ni en la hermenéutica de los significados supuestamente ocultos en sus letras, ni en los entretelones de la pelea con Skay, ni en la contabilidad moral de los billetes que se lleva o no Solari por recital ni en sus declaraciones públicas simpáticas a la Casa Rosada. Nada de eso. Aunque no le de vuelta la cara a ningún plato de la mesa, el gesto fundante de esta investigación sobre la singularidad de los Redonditos de Ricota y su incidencia en la cultura argentina, a cargo de Perros Sapiens, quizás se encuentre más cerca: bajo la premisa de que algo está vivo si sirve para pensar la vida en común (la vida sustraída del código de valorización monetarista), la pregunta-gesto que tensa las 221 páginas del libro tal vez sea qué, de todo ese misterio festivo, de todo ese laboratorio de experimentaciones autónomas que entre 1976 y 2001 fue Patricio Rey, sigue importando, portando pulsos vitales en los cuerpos generacionales que lo hicieron carne.
“Ni nos mueve un fanatismo de lo acontecido, ni estamos tampoco en una continuidad”, escriben Agustín Valle, Ignacio Gago y Ezequiel Gatto, miembros del colectivo autoral. No los Redondos sino algo que pasó ahí. “Algo que (nos) pasó ahí, en un juego de intensidades extraño, ajeno a la obviedad, incodificado, que, por incodificado, da lugar a la pregunta. Y la pregunta aparece, por otra parte, causada por cierta incomodidad con el presente”.
Laboratorio Patricio, leemos, de inquietudes estéticas, éticas y políticas disidentes: ensayos multitudinarios de cómo rajar quedándose (“fugar no es borrarse, es elaborar otra relación con lo que hay”, dice Perros Sapiens, “es una nueva manera de estar donde ya se estaba”); ejercicios colectivos para mantener un régimen de expresión propio y pasar, sin disgustar sus formas, de una clandestinidad íntima en dictadura a una masividad clandestina en los 90 (el boca en boca, la invisibilidad mediática…), quebrando así “el destino que la sociedad le asigna a lo que es una banda de rock masiva”. Pero Patricio Rey, además, como una inmensa fábrica de fabulación de imágenes de lo que podría ser la vida en la ciudad. “Imágenes de lo que sería otra idea de cuidado, otra forma de moverse en banda”, forjadas al calor de los recitales-acontecimiento, esas procesiones alegres, tomas de lugares del interior del país que fueron caldo para el entrenamiento en poner las reglas del juego, zonas proveedoras de saberes para una manera otra de la organización y los intercambios.
PR, en suma, como una singularidad, postulan los autores de Redondos. A quién le importa…, en tanto Patricio crea unas condiciones perceptivas hasta su aparición inexistentes. Una presencia que engendra, con su presencia misma, los criterios para su inteligibilidad. Que, por ejemplo, no comunica, no transmite, no denuncia, no relata ni baja línea: contagia. Y de ahí que las letras no se explican: escindidas las palabras de sus cadenas de significación cotidianas, preexistentes, quedan disponibles para ser apropiadas por cualquiera (por cualquiera que tome la decisión de participar con otros de la experiencia de vibrar con ellas, se nos aclara). “Ni código a descifrar, ni noticiero representativo de la realidad. Intensidad enunciativa”, enlazada por tripas generacionales que maldicen días hermosos “para afirmarse, para pensarse, para agruparse, incluso para orientarse, mapear el mundo, elaborar una política de olfatos, un régimen de afectos y enemistades”.
Y a doce años de la separación de la banda, esta investigación. Singular a su vez ella, si atendemos a que su método “pasional, geológico y bailador” no puede ser pasado por el código de la investigación periodística -esas crónicas últimamente tan de moda- ni procesado por el de la investigación académica: “La investigación pasional no trata una cosa otra, ajena, con técnicas de la distancia objetiva”, afirma PS. “No hay que salir a observar, hay que intensificar nuestra presencia”. Presencia acá, en las cosas, reafirma. “Enorme tarea la de entender las fuerzas que nos mueven”.
Pasional y estructurada en tres partes (1. Figuras 2. Historia -disco por disco los diez de estudios ricoteros, acaso la parte más ardua para el lector- 3. Apropiaciones), en la escritura de Redondos… resuenan acordes de Ranciere, Virno, Nietzsche, Deleuze y Spinoza.
En definitiva: con este libro, mientras intensifica el gesto-pregunta que lo funda, como implicancia expresiva de su política investigativa Perros Sapiens pareciera estar dejando situada una gran tesis: el único enunciado que vale es el enunciado que te toca. Una tesis que a su manera fuga de ciertas modalidades del habla política y pública.