Por Pedro Pitu Salinas*. Luego de 36 meses de lucha, y a un mes de una condena con altas penas para la banda de narcotráfico que asesinó a los tres militantes sociales, hubo homenajes en Villa Moreno.
“Hoy nos juntamos para conmemorar, a poco más de tres años, a nuestros compañeros Jere, Mono y Patóm. Podríamos contarles una vez más cómo murieron, pero ya todos los saben. Preferiríamos contarles cómo vivieron, cómo soñaban y luchaban por una sociedad mucho más junta, por un barrio digno y para que la pibada de Moreno pudiera tener y cumplir sueños que muchas veces les son arrebatados por este sistema injusto. Contrales que llevaron adelante desde la construcción de nuestro local, la seguridad de una marcha, los trabajos productivos, los primeros encuentros de jóvenes como el de aquel inolvidable campamento nacional de Pueblo Esther en el que participaron los tres. Esto y muchísimo más eran los pibes y tomando sus banderas es que emprendimos esta lucha que ya lleva 36 meses”.
Palabras más, palabras menos, así decidimos dar comienzo a la jornada del sábado pasado en el Club Oroño, el lugar en que asesinaron a Jeremías Trasante, Claudio Suárez y Adrián Rodríguez aquel 1 de enero de 2012 y que, en todos estos años, siguió llenándose de pibes que jugaban a la pelota, de homenajes, de fiestas. Y así reconocimos a abogados y fiscales, periodistas, organizaciones hermanas, artistas, quienes desde diferentes lugares acompañaron una lucha que se volvió emblemática para esta golpeada ciudad. Otra manera que encontramos de matar la muerte.
¿Por qué celebrar?
La problemática de la violencia en los barrios periféricos no tiene ningún elemento nuevo. Desde hace varios años denunciamos que hay un doble juego de desprotección estatal de los jóvenes y de estigmatización sobre ese sector. A partir de eso, empiezan a entrecruzarse economías delictivas, como el narcotráfico, pero que no explica el total de los homicidios. Un problema muy grande es también el fácil acceso a las armas en el mercado negro: cualquier conflicto se resuelve a los tiros.
En ese sentido, vemos también la selectividad del sistema penal. Básicamente delimita las muertes que importan y las que no interesan. Las muertes de pibes jóvenes en sectores periféricos no interesan y la mitad quedan sin resolverse. Eso genera bolsones de impunidad.
Cuando hablamos de desprotección de los pibes jóvenes, decimos no sólo que el Estado no llega y las políticas públicas son erradas. Lo más perverso es que ese repliegue del Estado hace que los nichos delictivos se constituyan como formadores de identidad para los pibes, ya que otorgan prestigio y reconocimiento social. Por eso desde hace años reclamamos al Estado provincial que se apoye en las organizaciones populares para ese rol.
En ese contexto, el 4 de diciembre pasado se consiguió una condena ejemplar después de un largo camino transitado.En forma unánime, el tribunal condenó a los cuatro procesados por el Triple Crimen: a Sergio Rodríguez a la pena de 32 años de prisión por considerarlo coautor penalmente responsable de homicidio agravado por el uso de arma de fuego y participación de un menor; a Brian Sprío a la pena de 33 años de prisión, por considerarlo coautor y que concurre a su vez con tenencia de estupefacientes con fines de comercialización; a Daniel Delgado a 30 años, como coautor; y a Mauricio Palavecino a la pena de 24 años de prisión por considerarlo partícipe necesario del delito de homicidio.
A nadie se le escapa que suena primero ridículo, después indignante, “celebrar” la justicia. Asimismo, no debería pasarse por alto que no es precisamente ello lo que se celebra. Siempre nos parecieron tan importantes los resultados como los procesos que se impulsan para alcanzarlos. Y es eso, precisamente, lo que queremos no sólo celebrar, sino también agradecer. El hecho de haber inaugurado un proceso de movilización que apostó –en el más hostil de los contextos– a recorrer los caminos institucionales de la justicia, renegando del atajo circular de la violencia que deviene en caldo de cultivo para la deliberada estigmatización de nuestros pibes y nuestros barrios, es a todas luces significativo.
Y, aunque parezca obvio, queremos celebrar algo tan sencillo como eso: lo que hicimos. Bien podríamos haber escrito pomposos documentos diagnosticando una realidad que se torna inhabitable, o lanzarnos sin más al comentarismo político de todo lo que nos rodea. Queremos celebrar que optamos por otra experiencia, que es la del hacer, la que desde un primer momento junto a los familiares de los pibes no dudamos en encarar. Y la que esperamos haya sentado un precedente, o al menos aportado en la elaboración de otras perspectivas de entendimiento para pensar problemas estructurales como a los que asistimos. Básicamente por eso, no se celebra un fallo judicial. Celebramos un proceso que contagió de esperanzas a muchos barrios, demostrando que pueden existir luchas efectivas contra la violencia descarnada, la impunidad y quienes las ofrendan. Celebramos la nobleza de los recursos utilizados en esta lucha, que fueron, sin más, un profundo amor y el compromiso militante.
Volver al Oroño
Y entonces volvimos al Oroño, pero volvimos distintos. Las tres ausencias se sienten, se sentirán eternamente; pero ahora nos miramos a los ojos y sabemos que hicimos absolutamente todo lo que podíamos, lo que debíamos.
Ellos van a descansar, ahora sí, en paz. Y nosotros, seguramente, durmamos mejor que hace tres años.
Lo sabemos: un fallo no cambia sustancialmente nada. Pero la experiencia popular que parió este fallo, presta a replicarse, es un antecedente valiosísimo e incontestable para el conjunto de la ciudadanía.
Lo decíamos medio un chiste, pero ya nos lo tomamos en serio: el municipio debería disponer tres calles para que lleven los nombres Suárez, Trasante y Rodríguez. El aporte de estas tres familias a la historia política santafesina alguna vez será valorado en su justa medida…
Esta canchita es la misma pero distinta. Ahora tiene olor a Justicia, que en esta partecita de la Patria es lo mismo a decir Historia.
*Compañero de los militantes asesinados, referente del Movimiento 26 de Junio, Frente Popular Darío Santillán.
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