El viernes pasado, a los 87 años de edad, falleció en La Habana el cineasta e intelectual cubano Alfredo Guevara, una de las principales figuras de la cultura revolucionaria de la isla.
Hablar de Alfredo Guevara es tener que narrar irremediablemente un pedazo de la historia de la revolución cubana. Su vida y el proceso comandado por Fidel Castro se unieron de manera irremisible cuando ambas figuras forjaron una estrecha relación política y de amistad personal en los pasillos de la Universidad de La Habana en tiempos de la dictadura de Fulgencio Batista.
Nacido el 31 de diciembre de 1925, este Doctor en Filosofía y Letras comenzó en sus tiempos estudiantiles su militancia política y la lucha clandestina, por las cuales sufrió la persecución primero, la cárcel después y, finalmente, el exilio en México. En 1955, cuando aún estaba en Cuba, participó, junto con otros cineastas de El Megano, película que fue prohibida por Batista y que hoy es considerada precursora del cine posterior a la revolución. Durante su exilio fue asistente del Director español Luis Buñuel en múltiples films, y ante el triunfo de enero de 1959 se puso al frente de las principales medidas culturales en la isla, seguro de la importancia del desarrollo de la cultura para el triunfo definitivo del proceso que se iniciaba.
Por esto, ya en marzo de ese año se lo encuentra fundando una de las primeras organizaciones culturales de la revolución: el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), espacio que presidió durante casi tres décadas y desde donde creó la Cinemateca de Cuba, el Noticiero ICAIC Latinoamericano y la revista Cine Cubano, además de promover el desarrollo del movimiento plástico –y su relación con el séptimo arte- mediante el diseño de carteles cinematográficos.
En 1969, también desde el propio ICAIC y en consonancia con su idea de provocar una unidad entre distintas disciplinas artísticas, gestó la constitución del Grupo de Experimentación Sonora (GES) que sirvió de sustento para el nacimiento del movimiento musical de la Nueva Trova, en donde se integraron cantautores como Silvio Rodríguez, Noel Nicola, Pablo Milanés y Leo Brower, entre otros.
Todos estos espacios funcionaron como organismos de creación libre incluso en coyunturas como la de inicios de los años setenta, donde los preceptos del realismo socialista y la burocratización cultural se volvieron hegemónicos en el denominado “Quinquenio Gris”. Películas como La muerte de un burócrata y Memorias del subdesarrollo, de Gutiérrez Aléa, o Lucía, de Humberto Solás, junto con la obra musical de los cantores mencionados, sirven de ejemplo para comprender el tipo de producción cultural que Alfredo Guevara impulsó en la isla.
Debido a estas tareas, en 1975 fue nombrado Viceministro de Cultura de la Nación con el fin de que se convirtiese en parte activa de lo que tiempo después el propio Fidel Castro expresó como “Proceso de rectificación de errores y tendencias negativas” y para luchar contra el dogmatismo inserto en el proceso revolucionario. Su mirada política e ideológica antagónica a la unilateralidad y la regimentación puede resumirse con algunas de sus frases, como por ejemplo esta: “Siempre pienso que la verdad no existe, el hombre llega a la verdad por aproximación. No hay valores absolutos. Creo que siempre que uno se acerca a algo no es nada más que para llegar a un punto que se convierte a su vez en un punto de partida. Es decir, que arrancamos un fragmento de realidad, al saber y a la naturaleza, simplemente para ir un poco más lejos si somos realmente auténticos; para mí la militancia es la militancia en la poesía, creo que ese es el modo en que el artista de cualquier carácter es un verdadero revolucionario. Revolucionario no es estar inscripto en el Partido o en la Juventud, revolucionario es revolucionar la realidad con los medios que se tengan y en el papel en el que estemos”.
Alfredo Guevara es considerado uno de los fundadores del denominado Nuevo Cine Latinoamericano. Gestor cultural de primer orden, en 1979 comenzó a organizar el Festival Internacional de Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, evento del que fue su máximo representante y Director hasta su reciente muerte, y desde donde buscó la unidad de los cineastas del continente.
Su labor fue reconocida tanto en Cuba como en el resto del mundo a través de numerosos premios y condecoraciones. Políticamente, fue electo diputado de la Asamblea Nacional y considerado Profesor Emérito del Instituto Superior de Arte. En el exterior, colaboró durante años con la UNESCO como especialista en políticas culturales hasta que en 1983 fue nombrado Embajador de Cuba ante dicha organización, labor que desarrolló durante diez años.
Su muerte a causa de un paro cardíaco este viernes 19 de abril ha sido sentida por gran parte la intelectualidad latinoamericana. En su blog, el cantautor Silvio Rodríguez señaló que Alfredo Guevara y Haydeé Santamaría “fueron los primeros padres revolucionarios con quienes pude conversar a calzón quitao”, y recordó los inicios del GES. El guitarrista Leo Brower expresó que tras su muerte “La Revolución y -por ende- la cultura cubana, se han quedado sin uno de sus patriarcas más sólidos”, ya que “en cualquier aspecto de la cultura donde detectaba un error, una debilidad estética, una vía equivocada, Alfredo señalaba posibles caminos, desde la sugerencia hasta la discusión más demoledora”.
El cineasta Jorge Sanjinés, por su parte, ha dicho ante la Agencia Prensa Latina que “Alfredo dedicó su vida a alentar el cine de Latinoamérica”, por lo cual “los cineastas bolivianos le estaremos siempre muy agradecidos por sus esfuerzos por hacernos conocer, por su decidido apoyo.”
La partida de este ya en vida legendario emblema cultural latinoamericano, uno de esos hombres de carne y hueso que forjaron durante medio siglo la revolución, deja una tristeza ineludible a la vez que la satisfacción de un deber más que cumplido. Su perseverancia para el desarrollo y la difusión del cine de nuestro continente, su estímulo diario al debate teórico y la acción política, su compromiso social, se han convertido desde este viernes en un legado.
El sábado 20, familiares y amigos cumplieron su último deseo esparciendo sus cenizas en las escalinatas de la universidad de La Habana en un acto donde participaron cientos de personas y que fue comandado por el ministro de Cultura de Cuba, Rafael Bernal, Fidel Castro Díaz Balart, hijo mayor de Fidel, e históricos dirigentes de la revolución como Armando Hart y Ricardo Alarcón. Ahí anda ahora, entonces, remolineando nuevamente en aquel sitio donde todo empezó para él, entre una juventud de la que nunca se alejó y a la que trató de inculcarle un espíritu crítico y rebelde. No hay mejor sitio para Alfredo.