Por Hugo Huberman. Acerca de cómo las injusticias dan en el blanco de las mujeres pobres, mientras que las más acomodadas gozan sin culpa de los privilegios. El aborto y los derechos reproductivos como clave en la lucha.
El domingo me encontraba tranquilo, descansando después de muchos viajes. Mi cuerpo lo pedía y le hice caso. Sin embargo, una sensación de impunidad, una más, me cambia el humor. Leo una nota sobre maternidad: “Congelar óvulos es una opción cada vez más popular”, reza el artículo. Primer sobresalto. ¿Cuanto de popular puede tener esta acción cuando cuesta entre 20.000 y 30.000 pesos?
Segundo salto. Completo mi lectura: “Se registran aumentos de entre el 30 y el 100 por ciento en el número de mujeres que se acercan a las clínicas para esta práctica”. Estas mujeres, en muchos de los casos, son las jerarcas del modelo instrumentado, las que tienen opciones y derechos sobre sus cuerpos y decisiones ¿Cuántas son? ¿Cómo adquieren sus jerarquías escandalosas? Hay una estructura de derechos que confirma que hoy en Argentina los derechos de las mujeres son para ciertas mujeres, seguramente una minoría precisa que acapara derechos en detrimento de todas las demás mujeres que no acceden a sus derechos reproductivos por no ser las “beneficiadas” del sistema.
En estos días posteriores a la Campaña de activismo que culminó el 10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos, este dato no menor confirma que no es posible hablar de derechos humanos sin hablar de derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, y que, por otro lado, construimos un país donde los derechos sólo están vinculados a los recursos que se tienen para comprarlos en el mercado.
Me da enojo que se confunda el chancho con la feta de jamón cocido, me duele el alma por no tener cifras oficiales sobre mujeres, normalmente pobres y jóvenes, muertas por abortos clandestinos, que parece, según lo que vivimos hace semanas (N.E.: por las mujeres procesadas por solicitar abortos en una clínica privada de Ciudadela) se realizan muchas veces en locales de partidos políticos. Shh… de eso no se habla. (¿Es parte del mercado?).
Avanzamos en derechos, no lo dudo. Pero me preocupa, ¿cuántos de ellos están
instrumentados en el campo popular? ¿Podemos decir lo mismo en cuanto a derechos de las mujeres, que avanzamos? ¿Cuáles son las garantías de acceso hoy a una vida sin violencias que para las mujeres hoy en nuestro país? ¿Cuáles derechos a decidir sobre su cuerpo se incrementaron en estos años?
Donde hay jerarquías, hay restricciones de derechos seguro. Cuando hay estrellitas y estrelladas, hay violaciones de derechos seguro. Donde hay opciones para algunas, desde jerarquías de recursos materiales y simbólicos, se desconoce a la mayoría de las mujeres y por ende se incumple con los tratados que nuestro país firmó en materia de derechos humanos que incluye los derechos de las mujeres.
¿Cuántas compañeras pueden salvar sus vidas con el costo de una sola de esas intervenciones? ¿Qué las diferencia de las que acceden a ese recurso? Una transformación cultural nos espera mas allá o mas acá de la plataforma de derechos , un profundo cambio de relaciones donde los hombres tengamos opiniones propias sobre derechos sexuales y reproductivos de todos y todas.
Alicia en al país de las jerarquías también se valió de mujeres para consolidar su espejo macabro, validó la idea protohistórica que sólo la voz de las mujeres puede demandar derechos y que no habemos hombres, que nos duela la discriminación profunda y la falta de intervención de quien tiene que intervenir: el Estado.
Fue un domingo transformado de injusticias y derechos desiguales, pero a lo mejor es más importante quién sale campeón. Fútbol para todos.
(*)Coordinador de la Campaña Lazo Blanco de Argentina y Uruguay (www.lazoblanco.org) y director del Instituto de Género Josep Vicent Marques.