Por Cezary Novek. En la segunda parte de esta entrevista, la autora nos cuenta sobre su relación con las artes visuales, el tarot, sus proyectos futuros, sus concepciones sobre el arte como terapia y la idea del arte como punto de no retorno.
A la par de tu obra literaria también has realizado muchos proyectos visuales y performáticos. Contame sobre ellos y sobre cómo influyen las diferentes técnicas y lenguajes artísticos a la hora de pensar en un nuevo proyecto.
Soy muy mala leyendo poesía, entonces las performances tienen que ver con hacer algo silencioso basado en los libros, para no tener que leer. Aunque el año pasado leí en público dos poemas de Alma Concepción. Tal vez pude hacerlo porque “no son míos” exactamente. Son y no son. Siempre estuve al límite entre la realidad y la ficción, lo que supongo proviene de una estructura psíquica psicótica. Lo que voy viendo es el costo emocional. Antes las performances me permitían un refugio, ahora no es suficiente o tal vez ya no sea necesario. En el Festival de poesía de Rosario (2012) me vi por primera vez totalmente desamparada. En la lectura de bar, por ejemplo, mientras los poetas iban leyendo en un ambiente distendido a la vez que se cenaba y eran oídos, incluso aplaudidos, una contención/contexto ideales, yo estaba con mi trajecito de tul y una coronita de fantasía para después leer el tarot. Me quedé sola en el bar hasta las 5 am leyendo. El bar estaba vacío. Lecturas buenísimas, pero yo estaba sola con un consultante y mozos (eran lecturas individuales privadas). Después de hacer mi performance también. En realidad ya lo he sentido antes, como una vez que hice unos monstruos de tela grandes, encargados por Luciano Lamberti. Yo había estado dele coser y coser los monstruos y luego la nada. La gente después del desfile de monstruos –eran tamaño humano, yo incluso desfilé en uno– irían a comer o con sus parejas… yo volví a la nada. Yo elegí el arte para mi vida y es lo único que tengo, literalmente. Me gustó que Marta Minujín se casara con el arte, tal vez yo debería haber hecho lo mismo, pero en ese momento pensé: ella es la esposa y yo soy la amante. Soy sólo una amante. En todo. En “Te voy a decir un secreto”, el documental sobre Madonna, ella termina un par de sus shows y habla sobre este vacío. Es el haber dado todo y quedarte sin nada.
¿El arte puede curar?
No sé a los demás, a mí sí. Por ejemplo, luego de mi performance en Rosario quedé tan movilizada -convengamos que era una performance colectiva basada en la psicomagia a nivel mental– que sentí una piedra en el pecho durante dos semanas. Espero que nadie haya resultado dañado, no creo. Estuve cuidando a las personas hipotéticas que irían a hacer la performance previamente: durante los 3 días que duró el festival -mi performance fue casi al final del tercer día– yo estaba en la sala donde se haría para cuidar el espacio desde que empezaban las lecturas hasta que terminaban, casi. Como una gestación. Y antes de hacer la performance una poeta fue al camarín del teatro a hacer una bendición/protección para todos. Los cuidé muchísimo porque sabía que era algo riesgoso. Pero yo quedé con el cascote dos semanas. Y ya en Córdoba, dos semanas después –dos– me fui a un bar y escribí de un tirón un montón de poemas, al otro día un par más y así surgió mi libro Festival de poesía y el heterónimo Alma Concepción. Vale decir que automáticamente se me fue la piedra del pecho.
¿Usás el tarot como disparador de ideas en tu trabajo o como herramienta de trabajo creativo, más allá de las consultas?
Es verdad que el tarot es una herramienta de autoconocimiento y que dice más sobre el presente que otra cosa. Sin embargo, se ve el pasado y el futuro. También podés ver, pero VER, es impresionante, a gente que no conocés ahí en la mesa. Te preguntan por alguien y ahí está. ¡Cómo se agudiza la lucidez leyendo las cartas! Claro, sólo en ese momento con las cartas. Ahí me siento otra persona. Y creo que se ven cosas como en las constelaciones familiares cuando uno es representante. En cuanto a mis libros he usado más la numerología del tarot, por ejemplo para elegir el nombre y apellido Natsuki Miyoshi, pero algunas personas me preguntan con respecto a sus proyectos artísticos o sobre los personajes que están trabajando. He leído el tarot a novelas, por ejemplo.
¿A qué te estás dedicando en estos días?
Estoy corrigiendo un libro de poesía totalmente depresivo, se llama “Almita”, de Alma Concepción. Tengo unos problemas técnicos con Van Gogh porque siempre pensé que se había suicidado y este verano me compré un libro fabuloso con su biografía, muy detallada y me llevé muchas sorpresas. No se suicidó. Y después quiero escribir crítica o reseñas sobre arte con mi heterónimo Charlotte von Mess y hacer obra visual, me gusta mucho lo que hace Naomi Preizler.
¿Creés en la magia de las palabras y las imágenes como instrumento para cambiar el mundo? ¿Hay algún símbolo –propio o ajeno- que te identifique?
En la marcha del orgullo y la diversidad del año pasado me encantó lo que dijo una de las artistas, que es travesti: todos estos logros, las marchas, el matrimonio igualitario, etc. son lo que nosotros les estamos dejando a las generaciones futuras. Me sentí parte porque he ido a todas las marchas, aunque sólo haya hecho eso y no sea militante. En esa marcha vi a un chico que me gusta pero con otra chica y me dio tristeza, pero entre toda la gente había alguien con los colores del arco iris en su cara y un cartel rudimentario que decía “Monogamia no es destino” y me salvó, me lo escribí en el brazo con birome bien grande. Eso me hacía pensar que yo podía compartir con esa otra chica a ese chico que aún me encanta. Y me paré en un banco de la plaza Las Heras entre toda esa gente feliz y me daba el vientito. Ahí hay palabras e imagen. Aunque como símbolo propio supongo que no son “palabras” ni es “una imagen”: es la música de Madonna y Madonna bailando.
Hay muchas menciones al cine de terror en la novela ¿Podrías contarme un poco sobre tu afición al género?
Me encantan las películas de terror pero con fantasmas. Me llama la atención que las basadas en hechos reales casi siempre estén situadas en Connecticut. Me interesa el tema de las posesiones, de lo que pueda pasar en la vida real. Para mí son estudio.
Esta semana, el lunes 17 de febrero, para el cumpleaños 85 de Jodorowsky, me acuesto a dormir una siesta y me despierto de golpe porque escucho moverse unas cortinitas de cuentas doradas que tengo. Miro y veo que se abren, como si pasara alguien. Me digo, “ah, es un fantasma” y sigo durmiendo.
Esa misma tarde me llama (Martín) Maigua, mi editor de Nudista, para decirme que una chica se había contactado con la editorial para avisarme que la madre de una ex amiga mía –hace como tres años que ya no somos amigas– había fallecido, “que yo tenía que saberlo”. Me pareció llamativo porque la amistad con esa chica se terminó un año después de un acto de psicomagia, donde me transformé en proyección de su madre –en ese momento yo no sabía que podía suceder algo así, si no hubiera tomado recaudos–. Cuando Maigua me dijo de la muerte, empecé a sentir olor a podrido en mi casa, en el living, fue automático. ¿La muerta lo habrá oído? Al otro día me llamaba la atención que sentía olor a podrido suave/basura en ciertas zonas de la casa y que el olor se iba moviendo. Así que le pregunté a una amiga que sabe de esas cosas y me dijo que le dijera que estaba muerta. Me acercaba al olor y le explicaba el tema de la muerte y el alma. Y la señora, que la conocí en su momento, se movía, tal vez no quería oírme. Pero me dio mucha tristeza y ganas de llorar; para mí era su tristeza. Y se fue. Debe haber venido a mi casa porque ella sabía que el inconsciente de su hija lee que yo soy la madre. Tal vez vino para que le explique eso a la hija y la señora pueda ser su madre por entero.
Películas: Terror en Connecticut, El conjuro, Inland Empire de David Lynch. Me gustó Mama. El cuento “Ritos de recuperación”, de Ian Watson. El terror literario a veces se encuentra en fragmentos de libros que no tienen nada que ver con el género y pueden ser disparadores para un cuento o novela. O sólo eso, microrrelatos.
¿Cuál sería para vos la performance total, el no-va-más, el punto de no retorno? ¿Existe un límite que no cruzarías? ¿Existe un límite?
Creo que ya pasé ese punto de no retorno y ahora estoy viviendo las consecuencias que se acentuarán con el paso del tiempo. Cuando decidí dedicarme sólo al arte y renunciar a lo demás (lo que yo llamo “arte o muerte”) no pensé que la muerte también podía ser una muerte en vida. Yo sigo admirando a los artistas que dieron todo por el arte, no los que tenían un Plan B por si el otro fallaba. Nunca tuve Plan B. El problema de no haber evaluado que mi obra pudiera ser irrelevante, por lo tanto tampoco generarme dinero, es todo un tema, pero ya lo asumí. Voy a ir envejeciendo junto a gente que tiene hijos, casa, pareja/s y yo no voy a tener nada de ese Plan B, sólo el arte y a mí. Pienso en el monje zen, el maestro de Jodorowsky, Ejo Takata, que tampoco tenía nada y para todo respondía “Felicidad”. En realidad tenía todo. El límite que no cruzaría es pasar al Plan B.