Por Débora Ruiz. Una charla con Julia Ibarra y Carlos Peláez, directores de La niña que riega la planta de albahaca y el príncipe preguntón, la obra de García Lorca que presenta el Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín.
“El teatro es poesía
que se sale del libro
para hacerse humana”
(Federico García Lorca).
Conocido es el amor que Federico García Lorca tuvo hacia el teatro de títeres y lo determinante que fue para que el género se instale de manera definitiva en Argentina.
En consonancia con esta influencia, y de manera histórica, el Grupo de Titiriteros del Teatro General San Martin ha trabajado con textos del poeta andaluz. Desde el año 1980 a la actualidad, han adaptado y recreado varias de sus piezas, como El amor de Don Perliplín en su jardín, Mariana Pineda y La zapatera prodigiosa, entre otras.
Para esta temporada, la elección recayó sobre La niña que riega la planta de albahaca y el príncipe preguntón, historia de amor entre una niña y un príncipe que, para conquistarla, debe averiguar cuántas estrellas hay en el cielo.
La acción se desarrolla en el marco del ensayo de una compañía de teatro, en homenaje a La Barraca, el grupo que Federico dirigía y que tenía como objetivo llevar los clásicos españoles a los pueblos donde no había teatros.
Cuentan Julia Ibarra y Carlos Peláez, quienes realizaron la adaptación y dirección de la obra, que para elegir el texto tuvieron en cuenta tanto la riqueza poética como el componente lúdico que se haya presente en toda la obra de Lorca: “apela a lo surrealista, muy propio del mundo infantil, por lo que ahí está su fuerza poética y su conexión directa con los niños”.
En ese sentido, también decidieron incorporar otros textos poéticos del autor a partir de la musicalidad y combinación trágica y humorística que conllevan, propia del pueblo andaluz.
Con un elenco de destacados intérpretes, la puesta utiliza pocos pero contundentes elementos que cobran diferentes usos. También tienen gran preponderancia las proyecciones que acompañan la acción dramática y las piezas musicales que se interpretan en distintos momentos.
Julia y Carlos comentan que idearon las imágenes que se proyectan a partir de la idea de trabajar y jugar con escalas diferentes: “así como a veces el niño ve desde su punto de vista un mundo de dimensiones inmensas, queríamos que las imágenes jugaran con la desproporción, por ejemplo, grandes circunferencias violetas que remiten a uvas o grandes hojas fuera de escala que remiten a la albahaca”.
En cuanto a la música, señalan que tomaron “algunas composiciones de Händel porque era uno de los músicos favoritos de García Lorca. Toda la música tuvo como eje el ser intervenida para jugar también con los sonidos. Desde el vestuario, el movimiento, las imágenes, el color y la música trabajamos con la idea de collage, de superposición, de distintos planos y de simultaneidad”.
A la hora de dar una visión global del proyecto, los directores rescatan del proceso de ensayo el lugar que pudieron darle al imprevisto, saliendo de lo seguro y creando desde el impedimento.
De la puesta en marcha de la pieza, destacan el crecimiento escénico de los intérpretes en el contacto con el público: “con el correr de las funciones comienza a manifestarse la lógica interna de la obra y se pueden ir ajustando detalles, como suele suceder con una máquina que comienza a funcionar”.
Afirman que “la obra revela su lógica más allá de la intencionalidad que uno quiere marcarle, por lo que si se puede escuchar ese mecanismo, se puede ir afinando el instrumento para que tenga un sonido más armónico al oído”.
La niña que riega la planta de albahaca y el príncipe preguntón puede verse los sábados y domingos, a las 15:30 hs, en el Teatro Regio (Av. Córdoba 6056, Ciudad de Buenos Aires).