El primer ministro inglés criticó la capacidad escocesa de independizarse, luego de firmar un acuerdo en ese sentido. Catalunya se prepara para su referéndum y en Euskal Herria los independentistas avanzan en las elecciones autonómicas.
La salida a la crisis puede ser el ajuste, el cambio de patrón en la economía o, al parecer, la independencia. Varias regiones autonómicas europeas, en conflicto desde hace siglos con respecto a su autodeterminación, aprovechan el malhumor generado por las políticas de austeridad para fomentar un sentimiento nacionalista que las lleve a la tan anhelada secesión. Pero los mecanismos para lograrlo están hoy dictados por una estricta institucionalidad y el debate se desarrolla mayoritariamente en oficinas y recintos, que en varios casos suplantaron al ímpetu callejero y la movilización popular. Hay otra particularidad. Si bien el sentimiento independentista es muy hondo en la cultura y la historia popular de varias de estas regiones, quienes hoy llevan adelante ‘los papeles’ para lograrla son en su mayoría movimientos políticos conservadores, como en los casos de Catalunya y Escocia.
Justamente este último estuvo en el centro de los debates europeos en las últimas horas. El pasado 15 de octubre, el premier británico, David Cameron, y el ministro principal de Escocia, Alex Salmond, líder del Partido Nacionalista Escocés (SNP), firmaron un acta en la que el Reino Unido se comprometía a respetar la decisión que los escoceses tomaran acerca de su independencia a través de un referéndum. La cita electoral, programada para 2014, plantea una sola pregunta a todo escocés mayor de 16 años, acerca de si está de acuerdo con la independencia o no. Sin embargo, el proceso entró en un vórtice de polémicas cuando la vice de Salmond, Nicola Sturgeon, dio a conocer que empezó los tramites para obtener asesoramiento legal acerca de la posición de Escocia con respecto a la Unión Europea, en caso de separarse de Gran Bretaña, algo que Salmond había asegurado haber hecho ya.
“Ahora resulta que ellos nunca tuvieron asesoramiento legal en esta materia. Creo que esto demuestra que cuando nos fijamos en el caso de secesión que plantea el Partido Nacionalista Escocés este se cae a pedazos”, fustigó ayer Cameron a su par del norte. El acuerdo sobre el referéndum, que costó caro a Cameron en el congreso de su partido celebrado hace dos semanas en Birminghan, sin embargo no generó el jolgorio popular que muchos esperaban. Sólo entre el 30 y el 40% de los escoceses votaría, hoy, a favor de la independencia.
“La independencia consiste en que Escocia abandone el Reino Unido, se convierta en un Estado separado, asumiendo todas las cargas y riesgos que van con eso y perdiendo los beneficios y oportunidades que tenemos como parte del Reino Unido”, vaticinó el secretario del Estado británico para Escocia, Michael Moore, luego de la firma del acuerdo. “Cuando miramos a la economía, a defensa, a nuestro lugar en el mundo, a todos esos grandes asuntos, los escoceses continuarán apoyando que Escocia esté en el Reino Unido”. Y efectivamente, hoy, la economía escocesa es fundamentalmente dependiente del Reino Unido. La mayoría de las actividades autonómicas allí realizadas son financiadas por Londres y la población tiene muchas dudas acerca del mantenimiento de su status quo en caso de lograr la separación definitiva.
Proceso muy diferente al que vive hoy Catalunya. Luego de la impresionante manifestación en ocasión de la Diaia, el pasado 11 de septiembre, donde más de un millón de personas marcharon por Barcelona, fogoneados por la Generalitat catalana comandada por el conservador Artur Mas, se comenzó el proceso formal para declarar a la región independiente de España.
La nacionalista Convergència i Unió (CiU), coalición de centro-derecha compuesta por los partidos de Convergència Democràtica de Catalunya y Unió Democràtica de Catalunya, que llevó a Mas a la presidencia, decidió adelantar las elecciones previstas para 2014 para el próximo 25 de noviembre, e incluir un referéndum acerca de la independencia “con o sin el consentimiento de Madrid”. La situación precipitó justamente ante las políticas del primer ministro español, Mariano Rajoy, ante los embates de la crisis económica. Catalunya es la región más rica de España en términos de PBI per cápita y aporta 16 mil millones de euros más en impuestos de lo que recibe en términos coparticipativos. Por esto, el pasado 20 de septiembre, Mas se reunió con Rajoy para obtener un estatus especial de la región y que los catalanes administren sus propios ingresos fiscales, algo que perjudicaría al resto de los españoles. Pero los catalanes no se sienten españoles, por lo tanto reivindican lo que es suyo, aunque en un momento extremadamente delicado.
Según encuestas recientes, el 80% de los catalanes coincide con la celebración del referéndum el mismo día que las elecciones. Además, el 53% votaría que sí a la independencia, y el parlamento catalán volvería a tener mayoría absoluta de soberanistas, partidos que reivindican la soberanía catalana por sobre la española. Al igual que Escocia, Catalunya no tiene ninguna intención de separarse de Europa, y en el caso catalán la enorme mayoría se opone a la posibilidad de abandonar el Euro.
Si el 45% de los catalanes está de acuerdo con que el gobierno de Rajoy “no entiende” lo que pasa en su región, los vascos parecen haber tomado nota y querer avanzar en el mismo sentido. En las elecciones celebradas el pasado fin de semana, las dos formaciones independentistas sumaron, juntas, más de la mitad de los escaños del legislativo en Euskal Herria. El más votado fue el conservador Partido Nacionalista Vasco (PNV) que obtuvo 27 legisladores y coronó a Iñigo Urkullu como próximo Lendakari -presidente del Gobierno Vasco-. En segundo lugar, con 21 escaños, quedó Euskal Herría Bildu, coalición de la Izquierda Abertzale en cuyas filas militan los herederos del proscripto Batasuna.
Bajo el impulso catalán, Euskal Herria podría comenzar un proceso de independencia de España, utilizando la misma fórmula escocesa, el referéndum. Sin embargo, la Constitución española obliga tanto a vascos como catalanes a que la consulta sea emanada desde Madrid, algo que jamás se logrará, y por ello Barcelona está dispuesta a pasar por encima de Rajoy el 25 de noviembre. Urkullu ya tiene en agenda una serie de citas que dilucidarán el camino vasco en este sentido. Se juntará con los líderes de Bildu, con Artur Mas y con Rajoy en las próximas semanas para establecer qué hará con respecto al explícito reclamo que salió de las urnas con respecto a la soberanía de Euskal Herría. Sin embargo, y si bien el componente de izquierda es muy fuerte, la última palabra quedará en manos de los dirigentes del PNV, que ya en otras ocasiones han pateado la decisión sobre la independencia o entorpecido su desarrollo.
Así, los independentistas europeos ganan terreno en un marco de crisis. Mientras las altas esferas de las finanzas apuntan a la unión bancaria y el control centralizado por la UE de los déficit fiscales, las regiones autonómicas esperan fortalecer su poder sobre el Estado central, sin desvincularse de los procesos de unificación financiera a nivel europeo. Una reacción que le permitirá alejarse de los Rajoy y los Cameron, pero los mantendrá bajo la vigilancia estricta de los Hollande y Merkel y, en la sustancia, les permitirá sobrevivir en caso de hundimiento de los gobiernos a los que hoy responden.