Por Mario Hernández. Segunda parte del diálogo con Gerardo Bavio sobre las ideas del Che acerca de la política económica de Cuba, el rol de la clase trabajadora. Las diferencias con el modelo soviético.
El Che economista
–Llegaste a Cuba en el año de la Planificación cuando el Che ya estaba a cargo del Ministerio de Industria, y posteriormente a la polémica con Charles Bettelheim, quien defendía el modelo soviético de dirección económica. ¿Quedaban resabios de esa polémica? Mientras el Che defendía el Sistema Presupuestario de Financiamiento en el Ministerio de Industria, en el INRA, Carlos Rafael Rodríguez aplicaba el cálculo económico, defendido justamente por Bettelheim.
-Había concepciones encontradas en muchos aspectos pero, según mi criterio, el Che no rechazaba el cálculo económico. Era una forma de medir la eficiencia de la producción, implicaba hacer un análisis económico de cada empresa. Esto se hace en el capitalismo, se busca reducir los costos, superar las ganancias y con ellas volver a invertir, buscando la máxima rentabilidad. El Che no rechazaba esto, lo que yo interpreté de su política, fue que buscaba que la eficiencia económica, la plusvalía que se generaba en cada una de las empresas, fuera centralizada en el Ministerio de Industria y desde ahí, invertir en los sectores que la planificación económica consideraba fundamentales para el objetivo de la transformación de la economía cubana.
Tenemos que tener en cuenta que el Che hereda una industria cubana monopolizada, con monocultivo, monoproducción y dedicada a la producción azucarera. Había que transformar ese modelo productivo en dos aspectos fundamentales: socializar los centros de producción dirigidos con la participación protagónica de los trabajadores, y que el Ministerio analizara la realidad para generar nuevas industrias. Eso representaba orientar las inversiones de acuerdo a los objetivos de la planificación para transformar una industria capitalista monopolizada, en una industria socialista que buscara la industrialización del país.
–¿Esa participación de los trabajadores cómo funcionaba en la práctica?
-Cada industria tenía sus organismos asesores. El Comité Técnico Asesor, los sindicatos intervenían en eso. Se elaboraba un programa en cada industria para el año siguiente. Eso se centralizaba en el Ministerio de Industria y en base a eso se hacía el plan anual.
–¿En qué aspectos difería esto que estás contando del planteo de Bettelheim?
-El planteo de Bettelheim era de planificación centralizada, cada industria tenía su plan para que desde el Estado se centralizara todo y se distribuyeran los recursos. No había una diferencia muy grande entre ambas concepciones. Lo que la postura soviética cuestionaba era la excesiva industrialización de Cuba, porque lo que quería el Che era una industrialización que generara autonomía.
Otra concepción fue la aplicación de la teoría del valor en la etapa de transición del capitalismo al socialismo. El Che no estaba en contra de que haya una teoría del valor, porque eso significa que hay trabajo, valor agregado, plusvalía y esa es la ganancia que en el capitalismo se distribuye en función de cada empresa y tiende a la monopolización. El Che no negaba su existencia, opinaba que ese plusvalor, debía centrarse en la planificación en base a un proyecto de transformación de la economía cubana. El valor se centralizaba en un proyecto que él llamaba “Programa presupuestario”: cada empresa presentaba su presupuesto y de acuerdo a ese plan de inversiones para el año siguiente, se le asignaban los recursos desde el Ministerio en conjunto con la Junta Central de Planificación (JUCEPLAN).
En la interpretación de esa transformación era donde discrepaban el Che y otros más vinculados al concepto de la economía soviética. Lo que el Che planteaba era una concepción de una planificación enraizada en la realidad de Cuba y Latinoamérica, los otros no negaban eso, pero ponían el acento en respetar las formas de lo que era la planificación al estilo soviético. Esto chocaba con la mayor participación, mayor descentralización, la participación de los trabajadores en la elaboración del programa de producción que luego se analizaba en el Ministerio para luego distribuir las inversiones. Es decir, una industria independiente.
–Hay también una postura del Che en cuanto al trabajo voluntario, ¿verdad?
-Lo impuso con el ejemplo, el trabajador dejaba de ser un explotado y aportaba su trabajo al conjunto de la sociedad. Él tomaba las herramientas junto con el resto de los trabajadores, ya sea en una empresa o en la cosecha de caña. Su concepción del socialismo era esa, poner el trabajo al servicio de la sociedad.
–Eso estaba vinculado a estímulos morales, pero, ¿también se contemplaban estímulos materiales, relacionados con la mayor productividad de una empresa o de un trabajador?
-No, ponía el acento en el estímulo moral. No se le iba a pagar más al trabajador de la empresa que produjera más valor, o que tuviera mayor eficiencia. El cálculo económico es necesario y el Che no lo rechazó, pero lo puso al servicio de una planificación centralizada a ese Sistema Presupuestario de Financiamiento.
Esos años definieron su pensamiento. Profundizar esas discusiones nos enseñan mucho sobre las cuestiones inherentes a la transición entre una sociedad capitalista y la construcción del socialismo, basada en el gobierno y el poder de los trabajadores. Por eso creó cuerpos técnicos y de asesoramiento que salían de los mismos centros de trabajo. El proyecto de transformación se gestaba fundamentalmente en las fábricas, con los trabajadores, con el principio del Hombre Nuevo. El socialismo significa desalienación, o sea la verdadera liberación del hombre que trabaja, en cambio, había otros cuadros dirigentes que planteaban -y los hechos parecen haberles dado la razón- que el trabajador en el régimen socialista seguía siendo un hombre enajenado, no era dueño de su trabajo, estaba sujeto a una falta de libertad que fue evidente en los regímenes socialistas del siglo XX.
Pero el Che quería que el socialismo fuera un proceso de liberación del trabajador y del hombre, con posibilidades de acción, pensamiento y organización para transformar la sociedad. Ese pensamiento a veces chocaba con algunas opiniones muy rígidas de sectores deformados por las concepciones de la URSS vigentes en ese momento.
El Che y John W. Cooke
–¿Cómo era la relación del Che con John W. Cooke?
-De acuerdo a mi experiencia fue muy buena de ambas partes. El Che admiraba y respetaba mucho al “Gordo” Cooke y asumía mucho de su pensamiento, sobre todo con respecto al peronismo. Cooke tuvo la capacidad de influir en muchos sectores de la sociedad y dirigentes cubanos. Además, para Cooke, el Che era una figura fundamental y su proyecto no era antagónico con el suyo, eran complementarios.
Cooke tenía la concepción de la revolución como un proceso de insubordinación de las masas, de las bases sociales y el Che tenía algo de aquello que critican como foquismo, que las condiciones las crea “el foco” guerrillero. En este sentido complementario, porque lo que marca la táctica de un proceso revolucionario es la realidad concreta, sin partir de ella no se puede pensar en una transformación social. Eso es lo básico.
–Estando en la isla viviste la llamada “Crisis de los misiles”…
-Así es. En octubre de 1962, se vio sacudida por la crisis que puso al mundo prácticamente al borde de la guerra nuclear. Estados Unidos, a través de vuelos en aviones especiales, había detectado la existencia de instalaciones de armas nucleares en el territorio cubano. Eso se había hecho a través de convenios, impulsados por la Unión Soviética, a modo de defensa de Cuba y del bloque socialista.
Nosotros, que además de trabajadores éramos milicianos, nos organizamos para la defensa ante un posible ataque de Estados Unidos, sobre todo después del frustrado ataque de Playa Girón. Afortunadamente, el proceso se resolvió telefónicamente en diálogos entre Kruschev y Kennedy. Fue un gran alivio, pero se generaron críticas porque se había resuelto sin la intervención del Gobierno cubano. El Che se manifestó molesto por esta resolución sin tener en cuenta la soberanía y el carácter fundamental que para Cuba, tenía ese arreglo.
Recuerdo que cantaban por la calle “Nikita (Kruschev) mariquita lo que se da no se quita”. Estados Unidos aseguró no atacar a Cuba y no invadir, Kennedy prometió respetar la soberanía cubana y la URSS decidió retirar las armas de Cuba y exigió que las bombas norteamericanas que estaban en Turquía fueran retiradas.
–¿Y cuándo volviste a Argentina, cuál fue la lectura?
-Después, en Argentina, me encontré con un amigo ingeniero que había estado trabajando en Kansas City en esos días y me transmitió cómo fue desde el lado norteamericano: pánico generalizado, muchas familias se iban a Canadá, otras cavaban sótanos en sus casas para protegerse.
En una etapa posterior, el Che comenzó a desarrollar un proyecto guerrillero para América Latina. Armó los preparativos de lo que culminó con la guerrilla de Jorge Masetti en Salta, con el Comandante Segundo al frente y que fracasó por las crisis internas, el aislamiento y la pronta ubicación de ese foco guerrillero. Ahí comenzó un accionar que culminaría con el Che en Bolivia y el concepto “foquista”.
Cooke era crítico de este concepto, sostenía que generar una patrulla perdida, con una vanguardia caída de la estratósfera no tenía sentido, ya que en realidad esa vanguardia y esa lucha insurreccional deberían ser la culminación de todo un proceso de lucha de masas y organización, de toma de conciencia y de apoyos en los distintos sectores de la población para luego culminar con una acción armada. Nosotros creíamos que el Che compartía esas ideas, pero prevaleció acelerar el proceso. El heroísmo del Che para llevar adelante un proceso que sabemos que fracasó por los relatos en su propio Diario, donde se puede leer su autocrítica. Proceso que culminó con la muerte heroica del Che y que abrió camino a una crítica más profunda de lo que debería ser la insurrección armada en América Latina y que todavía hoy es un tema abierto a la discusión.
Posteriormente, el papel de John William Cooke respaldando la acción del Che desde una posición más de organización de masas y de toma de conciencia, con la idea de transformar el peronismo con su gran mayoría de clase obrera y sectores combativos, en una fuerza revolucionaria. Finalmente, a fines de 1963 yo regreso a Argentina y me reincorporo en Córdoba a la Resistencia.