Por Bruno Dobrusin. Las cacerolas han regresado a la escena de la protesta, esta vez en Quebec, la provincia francófona de Canadá, donde el aumento de los aranceles a la educación pública provocó importantes manifestaciones de repudio.
En febrero, el primer ministro de la provincia, Jean Charest, del partido Liberal (algo así como los Demócratas canadienses), anunció un plan de aumento de los aranceles universitarios en un 75 por ciento a lo largo de los próximos 5 años. El anuncio generó un masivo rechazo en los movimientos estudiantiles que respondieron con masivas movilizaciones y cacerolazos de hasta 200,000 personas en Montreal, la principal ciudad de la provincia.
El sistema educativo canadiense, tal como el de Estados Unidos y el Reino Unido, es predominantemente público pero con aranceles. El costo de estos aranceles se ha disparado en la última década, como parte de los planes económicos de sucesivos gobiernos de corte neoliberal. Para cubrir estos aranceles, los gobiernos y los bancos gestionan créditos con bajos intereses a pagar una vez terminada la carrera. El problema es que los altos costos de las carreras, sumados a los intereses que se acumulan por esos créditos, llevan a terminar la carrera universitaria con deudas masivas. Más del 60 por ciento de los estudiantes canadienses termina su carrera universitaria y comienza su carrera laboral con una deuda por encima de los 27.000 dólares canadienses (unos 26.000 dólares estadounidenses) que se torna impagable para la mayoría. El aumento arancelario va de la mano de recortes en los presupuestos educativos, lo que lleva a las universidades a buscar donaciones millonarias de famosos filántropos. Esta carrera por donaciones lentamente privatiza los campus universitarios y lleva a priorizar carreras de acuerdo a los objetivos del donante y no de la universidad.
La situación de movilización en la que se encuentra el movimiento estudiantil en Quebec se profundizó aún más con la reacción, reaccionaria dicho sea de paso, del gobierno de ese estado. Considerando la incapacidad de controlar al movimiento estudiantil, la Asamblea (Congreso) de Quebec aprobó el último 18 de mayo la Ley 78, que propone recortar la capacidad de movilización de los estudiantes. La Ley 78 exige que una reunión de 50 o más personas tiene que ser avisada y justificada como mínimo ocho horas antes a la Policía, que además tiene poder de diseñar el recorrido de la misma; con lo que de hecho se prohibe la protesta espontánea. Ninguna movilización puede ser realizada después de las 8 de la noche. A su vez, impone la prohibición de cualquier protesta que altere el normal funcionamiento de los establecimientos educativos, impidiendo al personal administrativo y docente participar de las protestas de los estudiantes. En caso de no cumplir con estos requisitos, los manifestantes corren el riesgo de cárcel y multas económicas de hasta 5.000 dólares por participante o de 125.000 para las organizaciones, si se prueba que estas organizan la protesta.
Por otra parte, organismos de derechos humanos también expresaron su condena a la ley 78, argumentando que va contra los principios de la Carta de Derechos Humanos canadiense y de la Declaración de Derechos Humanos de la ONU, de la cual Canadá es firmante.
La aplicación de esta ley ha llevado a cientos de arrestos en las menos de dos semanas desde su propuesta. El mayor número de arrestos en un mismo día ocurrió el pasado miércoles 23, cuando 700 personas fueron apresadas. Sin ir más lejos, el lunes por la noche, cuando los estudiantes estaban en plena negociación con el gobierno, 84 jóvenes fueron arrestados y penalizados con 400 dólares canadienses de multa cada uno como condición para recuperar la libertad, por el sólo hecho de “obstaculizar el tránsito”.
La Ley 78 ha hecho lo opuesto a lo pensado, ya que reforzó las masivas movilizaciones estudiantiles y además sumó al movimiento sindical a las protestas. La Confederación Nacional de Sindicatos (CSN, máximo representante sindical en Quebéc) expresó su rechazo a la Ley 78, ya que ataca la libertad de expresión y la libertad organización, y afirmó que se encuentra en estado de movilización y colaboración con el movimiento estudiantil.
No sólo eso. El movimiento estudiantil y la respuesta del gobierno parecen haber movido el avispero en todo Canadá, siendo punta de lanza de críticas a los demás gobiernos provinciales y al nacional. Para este miércoles 30 a la noche se esperan manifestaciones por todo Canadá expresando solidaridad con los estudiantes de Quebéc, en lo que se llamó “La noche de las cacerolas”. Los años de gobiernos neoliberales han pasado con una baja politización y respuesta por parte de la población. Como en el resto del mundo, son las movilizaciones juveniles las que logran hacer reaccionar al resto de la población. Bienvenidas sean las cacerolas, entonces.