Por Federico Larsen. De capitán, genio y figura del Palermo a villano repudiado. Fabrizio Miccoli se convirtió en el blanco del sentimiento anti-mafia del pueblo de la capital siciliana por su relación con los jóvenes de la Cosa Nostra.
En Sicilia la palabra ‘fango’ -literalmente, barro-, es una mala palabra. Alguien ‘fango’, es alguien sin honor, sin códigos, sin moral. Y en la Sicilia violada y despojada cotidianamente por la mafia, el honor y la hombría son los valores más importantes para cualquier persona. Para la Cosa Nostra quienes combaten contra la mafia día a día son ‘fango’. No respetan la cultura autóctona, las leyes jamás escritas de la dominación mafiosa en el territorio, en los palacios de gobierno, en los puertos y las empresas de la isla.
El magistrado Giovanni Falcone era ‘fango’. Se atrevió a fundar el primer equipo de jueces antimafia, a condenar de por vida a los más grandes cabecillas de la Cosa Nostra, a denunciar la infiltración mafiosa en el estado. Murió como ‘fango’, en la voladura de un puente de la autopista cargado con 5.000 kilos de explosivos. Eso le sucede a los ‘fango’.
Los jugadores de fútbol, de esos buenos, en cambio no son ‘fango’. Un delantero de 12 goles por temporada, capitán y figura, conductor y referencia de su equipo, es un héroe. Especialmente cuando ese equipo es el Palermo, y ese capitán es un amigo. Fabrizio Miccoli demostró cuán relativo es el uso que se hace de la palabra ‘fango’. Sin saber que su teléfono estaba intervenido por la policía siciliana, se divertía cantando “Falcone fango” en las comunicaciones casi diarias que mantenía con los hijos de algunos de los jefes de Cosa Nostra. Está claro, insultar un héroe de la lucha contra la mafia en una conversación privada no es un crimen. Sin embargo el pasado 27 de junio fue interceptada una llamada entre Miccoli y Mauro Lauricella, hijo del “boss” mafioso del barrio Kalsa de la capital siciliana. Nadie esperaba escuchar los insultos del jugador al juez asesinado que dieron la vuelta al mundo. Se buscaban pruebas para las acusaciones abiertas contra el goleador por extorsión y acceso abusivo al sistema informático. Miccoli se aseguraba que los empleados de diferentes compañías de telefonía celular le entregaran chips “limpios” a nombre de terceros para luego repartirlas entre los mafiosos presos en las cárceles de Sicilia, según la investigación en curso.
El “Romario del Salento”, el “Pibe di Nardó” como lo llaman en la provincia de Lecce de donde es oriundo, terminó de inmediato en la primera plana de todos los diarios nacionales. Sus relaciones con la juventud de la Cosa Nostra se hicieron públicas a través de decenas de fotos donde aparece en fiestas y encuentros organizados por los hijos de los dueños de Sicilia. Lejos quedaron las imágenes de aquellos festejos con el puño en alto ante los hinchas de la Ternana que vitoreaban sus goles con banderas rojas en la popular. Al tatuaje del Che en una pierna, se sumó el de un revolver negro en el brazo, en honor a la pequeña ciudad siciliana de Corleone, cuna de los más grandes jefes de la Cosa Nostra, que lo declaró ciudadano ilustre el año pasado.
Delantero del Perugia, Milan y Juventus, ‘fantasista’ de la selección azzurra, el jugador con más goles y más presencias con la camiseta rosa y negra del Palermo, pasó de héroe a villano en una semana. Tras conocerse los detalles de las escuchas, en las que el goleador pedía a Lauricella un “favor” para cobrar una deuda que con él tenían los socios de un bar de la Isola delle Femmine, en el norte de Siclia, su imagen se desplomó y quiso hacer de todo para desvincularse del asunto. “No soy un mafioso. Estoy contra la mafia y quiero demostrarlo. He intentado en todos estos años no ser sólo el capitán del Palermo sino Fabrizio para todos. He dejado de lado a mi familia para convertirme en un verdadero palermitano y por ello me he acercado a personas pensando que eran amigos y me he equivocado”, aseguró en conferencia de prensa entre lágrimas. Pero también contó que se había comunicado con la hermana del juez Falcone para pedirle disculpas, hecho desmentido por la misma María Falcone quien declaró no tener palabras sobre la actitud del futbolista.
Mientras la federación de fútbol italiano y la dirigencia del club analizan qué hacer con el astro del calcio, la nota positiva la dieron los tifosi del Palermo. A través de las redes sociales miles de hinchas ya expresaron su rechazo a la actitud de quien solía salir ovacionado del Renzo Barbera, la cancha del club rosa y negro. “Miccoli fuera de Sicilia”, “inhabilitación de por vida por mafioso”, son algunos de los dardos que los hinchas lanzan contra el capitán. La hombría y el honor de futbolista estrella quedaron manchados dentro y fuera del campo de juego. Y en el comienzo del verano palermitano en algunas paredes aparece una consigna que va más allá del fútbol y se rebela contra el mismo dominio mafioso de la isla. Con cierto coraje y honor, ese que viene de la honestidad de un pueblo aplastado por la Cosa Nostra hace siglos, algunos hinchas del Palermo lanzan su desafío por las calles de la ciudad: “Miccoli fango”.