Por Laureano Debat desde España. A pesar de las trabas legales del gobierno de Mariano Rajoy, las y los catalanes apuestan a hacer posible el referéndum del 9 de noviembre. Un proceso independentista que se vive con una intensidad inédita y que abre varios posibles escenarios.
El Castell es una torre humana de varios pisos. La sardana es una danza en la que hombres y mujeres se toman de las manos y bailan en círculos. Tanto uno como otro están siempre presentes en las fiestas populares de todos los pueblos catalanes. Son la base de su tradición folklórica.
El Castell es vertiginoso, pura adrenalina: seres humanos entrelazados que tienen que combinar fuerza y equilibrio para no derrumbarse. La sardana es solemne y monótona, no hace falta demasiada técnica para poder bailarla. Para un Castell, el cielo es el límite: se puede llegar tan alto como lo permita la atmósfera. Para una sardana, lo importante es tener suficiente espacio para girar y girar en círculos, sin salirse demasiado de un eje concéntrico.
Millones de catalanes viven el proceso independentista con la furia de un Castell. Pero la realidad les devuelve el ritmo de una sardana.
La versión cronológica larga de cuándo se inició el proceso soberanista arrancaría el 11 de septiembre 1714. Las tropas de la Francia borbónica entraban triunfales en Barcelona, la capital del Reino de Aragón, tras un largo asedio. Esto significó la subordinación de la región al Reino de Castilla y la derivación, décadas más tarde, de Cataluña como comunidad autónoma perteneciente hasta hoy al Reino de España.
La versión cronológica corta podría iniciarse el 28 de junio de 2010, cuando el Tribunal Constitucional de España vetó buena parte de los artículos del Estatuto presentado por el gobierno catalán del entonces presidente José Montilla, del Partido Socialista de Catalunya. Sobre todo, aquellos puntos en los que los catalanes demandaban mayor autonomía fiscal y jurídica y pedían mantener la lengua catalana como la lengua oficial en la enseñanza pública.
A partir de ese año, las manifestaciones en la región se volvieron multitudinarias. El descontento crecía en paralelo a la profundización de la crisis social española. La idea de que la única salida posible era con Cataluña como Estado independiente empezó a hacer cada vez más mella, sobre todo en esa franja de indecisos que no veían tan claro lo de Cataluña como país pero que sí creían que desde el gobierno nacional de España estaban coartando sus libertades lingüísticas y económicas.
De esta manera, el argumento de que “estaremos mejor fuera de España” fue ganando cada vez más adeptos hasta hoy. Y el pensamiento de que nunca se estuvo tan cerca como ahora mismo se respira en el ambiente. Aunque la posibilidad de una Cataluña independiente cuente con dos grandes trabas legales difíciles de sortear, propias de la conformación del Estado español.
La primera es que el Tribunal Constitucional no aprueba la realización de un referéndum por la soberanía de una comunidad autónoma. En 2008, el organismo ya vetó un intento similar en el País Vasco. Y ahora acaba de hacer lo mismo con la Ley de Consultas aprobada por el Parlamento catalán y con el decreto firmado por el presidente de la Generalitat, Artur Mas, que avala esta ley.
La segunda traba legal, correlativa de la primera, es que aún en el hipotético caso de que la consulta se celebre y ganara el Sí a la independencia, este resultado no sería vinculante, dada la inconstitucionalidad del referéndum. La única salida legal posible sería una reforma de la constitución.
La Carta Magna que rige la legalidad política española está vigente desde 1978. Fue aprobada con el franquismo en decadencia y es un texto propio de una transición que, entre otras cosas, mantiene el régimen monárquico. Algunos sectores políticos coinciden en que hay que reformarla, aunque muchos no quieren que sean ni Cataluña ni el País Vasco ni Galicia (las tres comunidades autónomas proclives al efecto dominó independentista) las que impongan las condiciones.
La experiencia de Escocia fortaleció a los catalanistas, pese a todo pronóstico. Siguen pidiendo, aún con mayor insistencia, que se pueda votar de la misma forma en que lo hicieron los escoceses. Claro que las situaciones legales son diferentes. Inglaterra y Escocia son dos reinos que llegaron a un acuerdo para unirse y un consenso entre ambos parlamentos hizo posible el referéndum. En España, cualquier intento de soberanía política de una comunidad autónoma está bloqueado por la Constitución Nacional.
Es por esto que el gobierno de Mariano Rajoy amenaza con suspender la autonomía de Cataluña y con inhabilitar a su presidente a ejercer cargos públicos, en caso de que se haga el referéndum.
Y pese a que las trabas legales conviertan al 9N en una utopía, los catalanes siguen adelante. Los partidos políticos pro-consulta tratan de pactar una estrategia política unificada. En las calles de Barcelona ya comienzan las primeras movilizaciones de protesta contra el fallo legal que prohíbe la consulta. La Asamblea Nacional Catalana sigue con su campaña casa por casa llamando a la gente a votar, pese a que en la TV y en la gráfica callejera la campaña por el referéndum haya tenido que suspenderse por el dictamen del Tribunal Constitucional.
En bares y restaurantes de muchos pueblos turísticos del interior de Cataluña pueden verse carteles en inglés explicando a los visitantes las motivaciones del proceso: “Catalunya is not Spain” o “A meter closer to Independence”. Hasta los puestos de souvenirs de los barrios medievales de ciudades como Barcelona, Girona o Tarragona ofrecen encendedores, camisetas, abanicos y otras baratijas estampadas con la estrella azul y blanca y los bastones rojos y amarillos de la senyera catalana, la bandera independentista.
A las sardanas que deben bailar con las trabas legales, los catalanistas responden con la voluntad del Castell. Y no se puede vislumbrar un sólo escenario posible. No se sabe si todo girará en círculos en un mismo sitio sin desplazamiento o si las torres humanas conquistarán el cielo y tendrán la fuerza y el equilibrio necesarios para no desplomarse cuando hayan alcanzado una altura considerable.
Periodista y escritor. Autor del blog de crónica literaria www.barcelonainconclusa.com y colaborador en diferentes medios de España y Argentina