Por Leonardo Candiano. En la semana de un nuevo aniversario de su fusilamiento en La Higuera, continúa su homenaje al Che apelando a su faceta quizás menos conocida: la del escritor oculto tras el combatiente y dirigente revolucionario.
“Che, tú lo sabes todo, / los recovecos de la sierra, / el asma sobre la yerba fría / la tribuna / el oleaje en la noche / y hasta de qué se hacen / los frutos y las yuntas. / No es que yo quiera darte / pluma por pistola / pero el poeta eres tú.” Éstas son las palabras con las que el escritor y etnólogo cubano Miguel Barnet decidió homenajear a Ernesto Guevara al enterarse de su partida de la isla caribeña en 1965.
Cuenta Barnet que lo escribió de un tirón y sobre una cajilla de cigarros (lo único que tenía a mano en ese momento) cuando Fidel divulgó la carta de despedida del Che, aquella en la que hizo formal renuncia de todos sus cargos porque “otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos”.
Si bien se refería al vínculo que puede pensarse entre la labor creativa de un artista y la de un revolucionario que hacía suyas las palabras de Simón Rodríguez “o inventamos o erramos” a la hora de construir la revolución socialista en Cuba por un camino autónomo (particularmente respecto del bloque soviético), con la frase “el poeta eres tú” Barnet nos permite conjugar aquello con un aspecto del Che prácticamente desconocido: el del escritor relegado tras su accionar político.
Ahí están los Pasajes de la guerra revolucionaria –del cual el martes Marcha presentó una muestra– y sus diarios escritos en Bolivia y el Congo para certificarlo. O sus notas de viaje por América Latina y su nutrida producción epistolar, por si alguien lo duda todavía. Y también están, como si todo eso no alcanzase, los poemas escritos con su puño y letra de los que aquí otorgamos una pequeñísima muestra.
El estilo de su escritura, preciso como sus disparos, austero y desprendido como su forma de vida, heterodoxo como la manera en que entendió y practicó la política y el marxismo en nuestras tierras, fue objeto, incluso, de diversos análisis que dan cuenta de su factura literaria.
Como mencionó Mariano Pacheco en una nota publicada en este portal, el interés de Guevara por la literatura se inició en su niñez. Posteriormente abarcó hasta el lugar de crítico con su ensayo sobre el Canto General de Pablo Neruda. De sus lecturas infantiles orientadas hacia los relatos de aventuras de Jack London, Salgari y Mark Twain, entre otros, pasó, en sus viajes de juventud por América, a profundizar su conocimiento sobre los textos de diversos poetas y narradores del continente, así como también de Chéjov y de León Felipe, junto con la obra de Víctor Hugo, Rimbaud, Baudelaire y otros escritores franceses a los que leía en lengua original.
Pero lo que no deja de sorprender son sus lecturas en medio de los campos de batalla. Resulta legendario, pero no por ello menos verídico, su andar con la mochila y el fusil a cuestas por los senderos abiertos a machetazos, entre fuego enemigo, cargado de libros con poemas de César Vallejo, Neruda o Nicolás Guillén junto con los textos de Marx, Hegel, Lenin y Martí que solía estudiar en los momentos de descanso.
Será por eso, quizás, que en medio de las balas pagadas por Washington y consortes, pongamos por caso, bajo una palma real de la Sierra Maestra o probablemente cruzando la sabana congoleña o, por decir un lugar y un tiempo, tanteando la muerte en la Quebrada del Yuro, pegadito al suelo, dándole la espalda al cielo limpio de octubre en Ñancahuazú, su pequeña libretita garabateaba con letra de médico (que era casi lo único que de médico le quedaba) tanto algunos de aquellos textos políticos que hoy pueblan bibliotecas a lo largo y a lo ancho del mundo como otros bastante más ocultos entre los que podemos encontrar su “Canto a Fidel” (1956), mezcla de un posicionamiento político y ético con su interés literario. El poema escrito por Guevara comienza diciendo:
“Vámonos, / ardiente profeta de la aurora, / por recónditos senderos inalámbricos / a liberar el verde caimán que tanto amas. / Vámonos, / derrotando afrentas con la frente / plena de martianas estrellas insurrectas, / juremos lograr el triunfo o encontrar la muerte. / Cuando suene el primer disparo y se despierte / en virginal asombro la manigua entera, / allí, a tu lado, seremos combatientes, / nos tendrás. / Cuando tu voz derrame hacia los cuatro vientos / reforma agraria, justicia, pan, libertad, / allí, a tu lado, con idénticos acentos, / nos tendrás”.
El texto culmina de la siguiente manera: “Y si en nuestro camino se interpone el hierro, / pedimos un sudario de cubanas lágrimas / para que se cubran los guerrilleros huesos / en el tránsito a la historia americana. / Nada más.”
Esta faceta no fue, por supuesto, de las más relevantes que el Che ha desarrollado en su vertiginosa experiencia de vida. De hecho, quedó trunca y no precisamente por su muerte apresurada, sino por su intento constante por transformar las estructuras sociales vigentes, lo que lo llevó a combatir al capitalismo en diversos continentes y a ser parte de la construcción de la primera nación socialista de América. Pero esto no tendría que impedirnos disfrutar, por ejemplo, de los siguientes fragmentos de su “Vieja María” (1955):
“Vieja María, vas a morir, / quiero hablarte en serio (…) Toma esta mano que parece de niño / en las tuyas pulidas por el jabón amarillo. / Restriega tus callos duros y los nudillos puros / en la suave vergüenza de mi mano de médico. / Escucha, abuela proletaria: / cree en el hombre que llega, / cree en el futuro que nunca verás. / Ni reces al dios inclemente / que toda una vida mintió tu esperanza; / ni pidas clemencia a la muerte / para ver crecer tus caricias pardas; / los cielos son sordos y en ti manda el oscuro, / sobre todo tendrás una roja venganza / lo juro por la exacta dimensión de mis ideales / tus nietos todos vivirán la aurora. / Muere en paz, vieja luchadora. // Vas a morir, vieja María; / treinta proyectos de mortaja / dirán adiós con la mirada, / el día de estos que te vayas. / Vas a morir, vieja María, / quedarán mudas las paredes de la sala / cuando la muerte se conjugue con el asma / y copulen su amor en tu garganta. / Esas tres caricias construidas de bronce / (la única luz que alivia tu noche), / esos tres nietos vestidos de hambre, / añorarán los nudos de los dedos viejos / donde siempre encontraban alguna sonrisa. / Eso era todo, vieja María.”
El asesinato del Che, hace ya 45 años, provocó un sinnúmero de homenajes poéticos: Benedetti, Neruda, Cortázar, Guillén, León Felipe, Roque Dalton, son sólo algunos de los grandes autores que han escrito a su memoria. Pero, como señaló Barnet, única persona que le escribió un poema a Guevara en vida, para nosotros, Che, el poeta, eres tú.
Aclaración: La utilización de la barra –“/”- indica el salto de renglón de un poema cuando por razones de espacio o de edición (como es este caso) se lo escribe de corrido.