¿Cómo puede una de las economías más pequeñas del mundo poner en riesgo el Euro? La historia de Chipre, la isla más famosa de la última semana.
Chipre no llega a los 800.000 habitantes. La pequeña isla al sur de Turquía, escenario de diferentes maniobras bélicas durante el siglo pasado por su posición estratégica, fue hasta 2009 uno de los países más prósperos de Europa. Pero hace poco las cosas comenzaron a torcerse. La crisis financiera global llegó a Nicosia bajo la forma de terremoto al sistema financiero, y en poco tiempo el país se encontró en una situación desesperada.
Los bancos habían logrado atraer a Chipre en los últimos años depósitos por una suma de dinero que superaba el 800% del producto interno bruto del país. Esto gracias a las normas “opacas” que rigen el sistema financiero chipriota. O por lo menos esta es la versión que defienden los países centrales de la Unión Europea. El “sobredimensionamiento” de la banca de Chipre fue financiado por inversores rusos, en su mayoría, y griegos. Éstos depositaban sus ahorros con fuertes facilidades fiscales, y los bancos reinvertían esa suma para generar ganancias. La ‘ruleta’ financiera a la que todos los bancos de Europa estaban acostumbrados, llevó a la mayoría de los bancos chipriotas a invertir en títulos de estado griegos, uno de los principales aliados comerciales y diplomáticos de la isla. Así mantenían un interés sobre los depósitos astronómico -en Chipre se pagaba el 4,5% anual contra un 0,9% en Alemania, a enero de 2013-, que atraía nuevos ahorristas mientras los bancos chipriotas invertían ese dinero en negocios de alto riesgo, con ganancias fabulosas, como los títulos griegos. Pero el colapso de Grecia se llevó el 80% de los fondos depositados. Y con ellos, buena parte de la esperanza chipriota.
Todos los estados europeos se encontraron en los últimos 4 años en la necesidad de salvar su sistema financiero de la bancarrota. La forma más simple es recapitalizar los bancos, es decir utilizar dinero público para engordar o reestructurar el capital activo de un banco en quiebra, obteniendo a cambio obligaciones de la sociedad financiera. Ahora bien, cuando un estado, como en el caso de Chipre, no tiene el dinero suficiente como para salvar sus bancos en quiebra, entra a jugar el Banco Central Europeo, que junto con la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional (la famosa Troika) evalúa la situación, propone una solución para que el país ahorre dinero -nada más ni nada menos que un ajuste a cobrar a la población-, para luego prestarle el dinero a ese estado, en cuotas, para que pueda recapitalizar su sistema bancario y salvar la economía de mercado. El dinero que la Troika presta es del Fondo de Liquidez Europeo, querido fuertemente por los países del sur europeo en crisis (España, Portugal, Italia, Grecia) pero custodiado celosamente por las grandes potencias, con Alemania a la cabeza.
Los ‘fondos salva-estados’, como los denomina la prensa europea, son enormes partidas de dinero que los gobiernos de la UE ponen a disposición del Banco Central Europeo y la Comisión Europea para apuntalar situaciones de crisis puntuales, como es el caso de Chipre. Pero sigue siendo dinero público, es decir que se compone de parte de lo que los contribuyentes pagan en impuestos en sus propios estados. Y quienes tengan más, deberán poner más. Es así como Alemania, motor económico de la vieja Europa en crisis, termina siendo el mayor inversor en este tipo de fondos, y por ende el país más reticente a la hora de entregar el dinero a los países en crisis.
El sentimiento que se fue generando en los últimos años en Alemania, es el de cierta incomodidad, ya que los impuestos de los alemanes, que han logrado sostener a flote su economía, se usan para pagar las deudas de los socios del sur de Europa, que “hicieron mal los deberes”. La presión social sobre la canciller Ángela Merkel, para que ajuste lo más posible, y ponga orden entre los países díscolos para evitar que Alemania siga pagando deuda ajena, es fuertísima. Y en un año donde la nueva dama de hierro de Europa va por su tercer mandato al frente de la potencia central, las ganas de entregar concesiones a los países en crisis por parte de los diplomáticos alemanes, son realmente pocas.
Es así como se llega a la situación actual de Chipre. Se trata del tire y afloje que reina en la UE desde hace varios años, con Merkel y los países nórdicos de un lado -en su momento también estaba en este bando el ex presidente francés, Nicolás Sarkozy-, y los países periféricos del otro, tapados por crisis y ajustes permanentes. Cuando el gobierno de Nicosia llegó a Bruselas para plantear su situación, los tecnócratas le reprocharon el ‘sobredimensionamiento bancario’ y su condición de ‘paraíso fiscal’. No tuvieron en cuenta, sin embargo, que el sistema financiero alemán es al mismo tiempo uno de los más sobredimensionados del continente y que figura entre los 10 sistemas bancarios más ‘opacos’ del mundo. Para salvar su banca Chipre necesitaba unos 10.000 millones de euros, para lo cual la Troika imponía un ajuste de 4.200 millones. Para conseguir ese dinero Bruselas propuso cobrar un impuesto sobre todos los depósitos bancarios de la isla, lo que, además de crear un problema muy serio para los ahorristas locales y extranjeros, supone una pérdida de soberanía nacional, al definirse los trazos gruesos de la economía en las oficinas de la UE.
Rechazada esta propuesta, el domingo se llegó a un nuevo acuerdo que supone la quita de un 10% a los depósitos de los bancos chipriotas que superen los 100.000 euros, y el rediseño del sistema bancario de la isla. Bruselas exige la liquidación inmediata del Laikí Bank -el segundo más grande del país-, y la asimilación de los activos de éste por parte del Banco de Chipre. Los pasivos del banco -unos 9.000 millones de euros- serán concentrados en una entidad financiera creada ad hoc y financiados por el estado chipriota a través del Banco de Chipre. Es decir, el estado se endeuda con la UE, pierde el control sobre sus bancos, y encima deberá pagar las deudas de los que se liquiden.
El Diktat europeo llegó cuando los rumores sobre la estabilidad del Euro eran ya casi incontrolables. De no resolverse antes de ayer el problema, Chipre podría haber sido el primer país en dejar la moneda única, por la insostenibilidad de su situación financiera dentro del sistema-euro, mantenido a flote por los países centrales según sus criterios. Ya Grecia, Portugal e Irlanda han amenazado con la salida del euro en más de una ocasión, algo que sería un golpe durísimo para la economía alemana. El precio para quedarse es el ajuste y el estado casi permanente de crisis. Algo que el sur europeo vive ya desde algunos años.