Por Leonardo Candiano. A poco de un nuevo 25 de mayo, día de su nacimiento, recordamos al escritor de Chacabuco con una lectura sobre la biografía de Juan Bautista Duizeide, Alrededor de Haroldo Conti, editada meses atrás por Sudestada.
Narrar la vida de un escritor no resulta sencillo. Algunas tentaciones suelen malversar años de estudio respecto de una figura. Por un lado, el ceñirse demasiado a los textos literarios fuerza lecturas biográficas que mecánicamente intentan mostrar al hombre a través de la obra, desbarrancando así en sesgadas posturas. Por el otro, se suele caer en una excesiva confianza en los dichos del autor, que muchas veces va construyendo una imagen de sí mismo -en entrevistas, actitudes, etc.- que el crítico adopta como valederas sin problematizar ni contraponer con sus prácticas concretas.
Juan Bautista Duizeide logra biografiar alejándose de tales dilemas. En Alrededor de Haroldo Conti (Sudestada, 2013) realiza una escritura profunda, minuciosa y de muy ágil lectura, donde aborda al narrador de Chacabuco desde múltiples aristas -desde su militancia revolucionaria hasta cómo aparece la sexualidad y la música en sus textos-, yendo y viniendo entre sus escritos, sus dichos, sus posturas políticas y su andariego peregrinar por, parafraseando al propio creador de Mascaró, este puñadito de tristezas que suele ser la vida de uno.
El libro consta de un extenso ensayo dividido en once apartados sin título y en un diccionario contiano que cierra el volumen y va siguiendo el significado de determinadas palabras según el universo de su autor. Conti entonces no sólo en sus “alrededores”, sino completo, “de la A la Z”, como se denomina el original diccionario.
El primero de los segmentos es el más eminentemente biográfico. Pero no solamente se centra en su itinerario vital, sino que se aproxima a su pensamiento, a su sensibilidad, a sus escritos, a su estética, a sus obsesiones -el viaje, el río, la revolución-. Los otros diez apartados van profundizando la mirada, como un lente cinematográfico que luego de dar un panorama va haciendo foco en determinados elementos del paisaje. Por momentos se trata de un despliegue de lo expuesto al comienzo, lo que permite una mayor complejidad conceptual y crítica.
También se indaga allí en su guevarismo, su vínculo con Cuba, su rol en el Partido Revolucionario de los Trabajadores liderado por Santucho y en el Frente Antiimperialista y por el Socialismo, su cristianismo humanista que nunca terminó de dejar de lado. Se analizan incluso escritos poco menos que inhallables, como su participación en el Informe sobre Trelew con “Una misma sangre”, artículo que no suele ser parte de las compilaciones existentes sobre su obra.
A su vez, si el primer apartado se ciñe a su biografía mezclada con fragmentos de su obra y entrevistas, el libro luego deambula por el contexto cultural y político de América Latina primero y de la Argentina después en los años en los que Haroldo publicó su obra, entre 1962 y 1975. A partir de allí, hace dialogar sus narraciones con las de Cortázar -por ejemplo, comparando “Reunión” y “Con gringo”-, con las de Borges y Bioy Casares, con la narrativa de viajes en su tradición local e internacional –Sudeste es nuestro Moby Dick, dice Duizeide-, con la obra de David Viñas, de Rodolfo Walsh, de Jorge Asís, sin olvidar la por doquier verificable influencia del cine en la escritura contiana. Así, Duizeide va tomando cada obra de Conti y da cuenta de los rasgos constitutivos de su estética, lo que lo emparenta y lo aleja de otros autores de su generación y de la tradición de la que abreva -con Hemingway y Pavese siempre a mano- en medio de la diversidad estilística de aquellos años.
No hay texto de Conti que quede fuera de esta mirada, sus novelas –Sudeste, Alrededor de la jaula, En vida, Mascaró-, sus libros de relatos –Todos los veranos, Con otra gente, La balada del álamo carolina-, sus cuentos publicados en revistas -“Con gringo”-, su práctica periodística en Crisis, su emblemática carta, casi un manifiesto, a través de la que rechazó la Beca Gugenheim, innumerables pasajes de entrevistas que le realizaron en aquellos años, todo ingresa en la aguda y sagaz lectura del autor.
Duizeide cuestiona tanto los estudios academicistas como los hegemónicos en el terreno mediático respecto del “sesentismo”, que circunscriben a Conti a la figura de “escritor desaparecido”, rótulo en el que se suele agrupar a múltiples autores sin mucho mayor punto de contacto que el de la imposición de la apresurada muerte por parte de un enemigo poderoso.
Duizeide hace de biógrafo, sí, pero también de crítico literario y de historiador de una época. Logra ubicar a Conti en su contexto social, político y cultural. Pero no se queda en una posición espejal y, por lo tanto, con el paso del tiempo, anacrónica. Trae su mirada al presente, observa la recepción de su obra desde la posdictadura alfonsinista en adelante, problematiza temas de suma actualidad, como la devaluación de la palabra en el posmenemismo y la hegemonía democratizante en nuestro campo intelectual actual.
Respecto a esto último, resume: “Desde la restitución de la institucionalidad en nuestro país, ejerció un rol dominante la historiografía democratista. Caracterizada por un narcisismo que impide comprender los deseos, motivaciones, condicionamientos y actos de quienes vivieron en el pasado que se estudia, muchas veces termina siendo una especie de teoría de los dos demonios algo más sofisticada”. Contra esto, también, escribe Duizeide, quien, justamente, abarca los deseos, las motivaciones, los condicionamientos y los actos de Conti. Desde allí pretende rescatarlo no sólo como escritor, sino como un insurgente, un hombre que se definió políticamente por una organización armada y por la revolución socialista. ¿Fue esa una locura contiana? ¿para qué clase de razón?, se pregunta el libro, que discute con la hegemonía progresista de la intelectualidad vernácula.
El de Duizeide es un muy serio trabajo que da cuenta de una amplia lectura crítica y que se suma a una colección de biografías imprescindibles que nos viene legando la editorial Sudestada. Se integra, de este modo, a las ya publicadas sobre Cortázar, Zitarrosa, Oesterheld, Polosecki y la de los años montoneros de Rodolfo Walsh. Se ve allí una política cultural que va más allá del cumplimiento de un catálogo editorial y que ofrece un camino intelectual en cuya huella sus miembros se reconocen.
Un 25 de mayo de 1925 nacía don Haroldo, el heraldo de la revolución latinoamericana, como lo llama Duizeide jugando con el significado de su nombre. A días de un nuevo 25 de mayo, instamos a nuestros lectores a su descubrimiento o revisitación -según sea el caso de cada uno-, a ir tras sus heterogéneos caminos, para que Conti renazca, una y otra vez. Para eso, Alrededor de Haroldo Conti va a resultar un excelente muelle desde el cual comenzar a navegar por tan fascinante narrativa.