Por Alicia Morón. El protagonista de El mármol, novela de César Aira (Buenos Aires, La bestia Equilátera, 2011), quiere recordar por qué sintió tanta felicidad al contemplar sus genitales, sus piernas y sus muslos sentados sobre un mármol.
La unidad y solidez del bloque de mármol es contrastada con una aventura que comienza con una multiplicidad fantástica. En un supermercado chino, el protagonista debe recibir parte de su vuelto en mercaderías pequeñísimas de escaso valor. Azarosamente el protagonista elige diversas chucherías y el cajero le dice que aún falta para completar la suma, por lo que agarra más y más pequeñeces, hasta que, finalmente, lo que queda del vuelto, una fracción mínima, es entregada en forma de partículas de mármol.
Así como oscila entre lo entero y lo disgregado, El mármol también oscila entre lo cotidiano y lo fantástico: cosas triviales -una estatua de jardín, un televisor, un supermercado, un mármol- de repente encierran claves y sucesos extraños; un hombre aburrido, estimulado por esos acontecimientos, sueña con una nueva vida.
Sin embargo, a la luz de ese contraste, el polo de lo cotidiano y lo unificado predomina sobre el de lo múltiple y extraño. Las pequeñeces múltiples son formas dispersas de algo mayor. Los sucesos extraños están constituidos por la atención detenida sobre lo que siempre está ahí.
El protagonista, viendo sus genitales sobre el mármol, se alegra de comprobar que están sanos y en forma. Lo extraño y lo múltiple, menos que poner en peligro lo unificado y cotidiano, lo refuerzan, le otorgan nueva vitalidad, lo amenazan por apenas un instante y sólo lo suficiente como para que ante la imaginación de su disgregarse sea posible entender mejor su realidad compacta.
Como algunos sobrevivientes de accidentes fatales, luego de la aventura, el protagonista de la novela de Aira puede volver a lo mismo de siempre pero con mayor alegría, valorándolo mejor luego de su amenaza. Nada ha cambiado.
El mármol, con recursos fantásticos y alegría, hace un movimiento que sólo en apariencia es distinto del que con naturalismo y tedio llevan adelante otras narrativas contemporáneas: recapitula lo que hay.
La distinción entre literatura fantástica y naturalista hoy no parece relevante. Sí, claro que importan los materiales. Pero tal vez más importa su organización. Y la literatura que hoy parece tener algo que decirnos es aquella que, sea como sea, rompe con las formas circulares de la justificación del presente.