Por Sebastián Tafuro. Tras la tapa de Crónica con la imagen del cadáver de la modelo Jazmín de Grazia en el baño de su casa, periodistas de distintos medios debaten en Marcha sobre los límites a la hora de informar.
El pasado viernes, el diario Crónica volvió a poner en el tapete un debate que atraviesa al periodismo argentino en particular y al periodismo en general: la cuestión de los límites a la hora de brindar una información o retratar la intimidad – que, en los términos de ciertos contratos de lectura, constituye una información – de un famoso. La fotografía del cadáver de la modelo Jazmín de Grazia en el baño de su casa, que el periódico sensacionalista publicó en su portada, provocó un repudio generalizado que va más allá de una crítica basada en la moral y las buenas costumbres. Es el cuestionamiento a la falta de respeto y a la burla a un compromiso ético que muchos, en este oficio, han llevado hasta las últimas consecuencias.
Aunque resultó una muestra más que extrema, lo de Crónica – que en esa jornada agotó todas sus ediciones – se inscribe en una serie de sucesos que no son preocupación nacional, pero que exigen un replanteo del quehacer periodístico. Otra situación parecida se vivió con las imágenes tomadas por un fotógrafo de la revista Caras a Luis Alberto Spinetta en pleno tratamiento para vencer al cáncer de pulmón que lo aquejaba. Según el periodista de Página/12, Eduardo Fabregat, la operación para poder obtener esa postal de un enorme músico en una situación no agradable para nadie, incluyó el pedido a un taxista para que le toque el timbre al “Flaco” y así poder disparar el flash. Cualquiera se podría preguntar si hay necesidad, si no se puede dar una información simple y llana sin esa obsesión por el morbo. ¿Hay que venderle el alma al diablo para vender más?
Periodistas de diferentes medios le brindaron su testimonio a Marcha al respecto. Nicolás Lantos, de Página/12, señaló que es “algo que va más allá de la ética profesional y que pasa por la ética humana, y que por otra parte tampoco hay que olvidarse que esto pasa siempre, aunque con menos relevancia”. Gonzalo Sánchez, editor de la sección Sociedad de Clarín y autor del libro La Patagonia Vendida, condenó la decisión de Crónica ya que ni siquiera realiza “un aporte periodístico a la verdad” y sostuvo que “el único fin de una maniobra de este tipo es comercial”. En la misma línea de este último, se inscribe la opinión del fotógrafo de Veintitrés y The New York Times Horacio Paone, quien afirmó que “lo ocurrido en el caso Jazmín de Grazia muestra una vez más la impunidad policial y sus ‘vale todo’ de cierta prensa que, bajo rótulos del tipo Documento Exclusivo y otras infamias no escatima artilugios a la hora de vender más”.
Sin embargo, para Lucas Cremades, de la revista Veintitrés, “el índice de abstinencia de los lectores sobre determinados medios gráficos se acreciente día a día” y consideró que “el periodismo berreta dejó de ser popular”. Eva Marabotto, de Clarín, reconoció que muchas veces prima lo morboso, pero que es posible encontrar otros costados para presentar una noticia. “Una vez me pidieron a las familias de tres chicos muertos. Después de llorar con ellos, encontré a los amigos que iban a pintar un mural para recordarlos. Los editores ‘compraron’ y cambió el foco”, recordó. Para Guido Molinari, de Nos Digital, “mostrar una imagen de una joven sin vida en una bañera o especular sobre la salud de un artista no sólo daña a las familias de las víctimas sino también al oficio del periodista”.
Una mirada relevante en esta historia es la de una periodista de Crónica, quien prefirió mantener su nombre en reserva para preservar su fuente de trabajo y afirmó que la cantidad de ventas del diario el día de la polémica tapa parecería darles la razón a la patronal y a la dirección de acuerdo a los criterios que manejan. Calificó a ambos de “chacales” y aseguró que a los laburantes del medio le pasan la factura por la brutalidad del lugar en el que trabaja. “Cuando vas a una nota no te dicen ‘que groso como agotaron’, sino que te dicen ‘hijos de puta, lo que le hicieron a esa piba no tiene perdón’”.
No parece casualidad tanta coincidencia. Es que en cada una de las palabras que surgieron de los periodistas consultados se visualiza la necesidad de que otro periodismo es posible, de que las leyes del mercado no deben dominar excluyentemente el escenario de los medios, de que ante todo la verdad y el rigor son la esencia del oficio. Tal como nos diría Emilio Ruchansky, editor de THC y redactor de Página/12, “Ya entonces (después de la tapa del diario Libre que título “Había cocaína”) cundía el dato del plato con cocaína y las pastillas. Después vino el mensaje contradictorio, torpe, que bajo la premisa de ‘buscar la verdad’, justificaba la publicación de las imágenes de la modelo muerta en su departamento en el diario Crónica. Y claro, la foto del plato, tan innecesaria como el resto de las fotos. Y todo, supuestamente, ‘para concientizar’, aunque no había una línea de cómo prevenir los riesgos del abuso de cocaína y su relación con los calmantes. Eso es lo más grave: se sigue hablando de drogas ilegales sin dar información real, chequeada y útil”.