Por Red Cetorca. Esto no es un tratado ornitológico. Tampoco es una apología azulgrana ni se gestó en Boedo. Esto, simplemente, intentará continuar con el breve ensayo futbolero.
Utilizo la expresión futbolero en vez de futbolístico pues aquél término trae reminiscencias populares en tanto que éste, nos trae hacia un campo más técnico o científico[i]. Mi intención, entonces, es situarme en un campo donde la reflexión sea un tanto popular. Espero que esto no sea un obstáculo en la producción de la misma.
Debo comenzar estas líneas con una conceptualización que determinará lo escrito a posteriori: los referís no son necesarios para jugar al fútbol. Trataré de explicarlo más profundamente.
Nadie quiere jugar de réferi
En la mayoría de los partidos de fútbol que se juegan en el mundo, no intervienen referís. En los baldíos bonaerenses, en las playas brasileras, en las calles italianas, en las plazas africanas, no se juega con referís. Es más, no se quiere jugar con referís. Hay una intención expresa de no jugar con jueces. Ningún pibe quiere jugar de árbitro y esto es así por que, al contrario de lo que suponen muchos, el ser humano desde la infancia sabe lo que es correcto y lo que no lo es, por lo menos en lo que respecta a los juegos. Ningún pibe juega para aburrirse. Si hay alguno que es medio tronco, como mucho jugará de arquero o no jugará. Es muy difícil que un pibe intente ocupar el ignominioso puesto de juez. Además, si lo hiciere, no terminaría el partido en buen estado de salud ya que sabemos como se las gastan los muchachos con la autoridad no bien fundada[ii].
El control externo, ajeno al juego mismo, supone la creación de normas que también son ajenas.[iii]
El referí como el juez oficial, se entrometen por mandato del Estado o la A.F.A, en unas circunstancias que involucran a ajenos y dicta lo que se debe hacer. Los referís, en términos del tablón, son “sapos de otro pozo” en lo que se está dirimiendo. Es el tercero en cuestión.
Observemos que curioso, que este tercero, por mandato estatal, asume una cuota de poder que, manejada discrecionalmente, pierde parte de la legitimidad otorgada. Esto puede ser visto como generador de conflictos.
La esquina. El cordón. La libertad creativa. El consenso necesario
En otro orden de cosas pero relacionado, debemos hacer notar que cuando se juega un picado entre los amigos, existen pocas reglas básicas, a saber: no se puede tocar la pelota intencionalmente con las manos (excepto el arquero), la falta cometida cerca de este (ya que no está delimitada en forma clara el área ) es penal (siempre y cuando haya consenso para cobrarlo), el foul se cobra solamente si es muy evidente y el fuera o el córner también se consensua o se dirime por la fuerza. En estas situaciones marginales a los convenios explícitos, se desarrollan procesos astutos que intentan aprovechar la situación en beneficio propio. Un ejemplo en el fútbol profesional está marcado por la jugada del defensor levantando la mano pidiendo un off-side inexistente del delantero que se le escapó.
Si uno de los jugadores cae al suelo y llora se para el partido, pero si se la aguanta el partido continúa. A posteriori es legítima la venganza. Quiero dejar en claro que este es el fútbol que más se juega en el mundo. Lo que quiero expresar en forma manifiesta es que se necesitan muy pocas reglas para poder jugar al fútbol. Me atrevo a decir que toda la reglamentación futbolera no debería exceder de tres o cuatro reglas básicas, y que estas deberían prevenir principalmente la violencia y la deshonestidad[iv].
Necesidad de control
Entonces, creo que queda claro lo expuesto precedentemente acerca de los árbitros y de las reglas del juego. Estos existen por que el fútbol se ha profesionalizado al igual que otras esferas de la actividad humana. Esta profesionalización es otro nombre para modernización y civilización que son, a la postre, las formas con que se recubre el poder en sociedades como la nuestra. El juez es un profesional de la justicia, el policía de la seguridad interior civil y el soldado es un profesional de la defensa nacional. Justicia, policía y ejército son las instituciones profesionales que la modernidad promueve para una sociedad civilizada.
Se crea, dentro de la civilización moderna, la figura del árbitro y de sus secuaces, los jueces de línea, el comisario deportivo, los veedores, todos estos creados ad hoc para darle un marco jurídico a una práctica lúdica libertaria. En virtud de la comercialización y la supuesta civilidad de los concursantes, se crea, también, una ordenación punitiva que intenta ejercer un control sobre el juego de la pelota. Debo admitir que este mecanismo controlador se hace presente también en todos los juegos. Esta ordenación que menciono, atenta contra el sano esparcimiento futbolero. Los advenedizos y mercantilistas empresarios, nos quieren hacer creer que gracias a que hay reglas y, en virtud de ellas, las organizaciones evolucionan. Craso error fundado en una intencionalidad astuta ya que esas reglas solo los favorecen a ellos y no han sido legitimadas por consenso estricto sino impuestas desde instancias supremas. Ese es el valor que se le quiere adjudicar a la ley. Nos hacen creer que los hombres necesitamos de la ley para vivir y que si esta no existiera la vida en sociedad no sería posible. Bueno, yo creo que esto es una gilada y trataré de fundamentar porqué.
Más allá de unas reglas básicas, acatadas por consenso estricto y no por negociación, la existencia de normas definen una especie de corset social. A nadie se le escapa que si no existiera el poder, estas normas no consensuadas no se acatarían. La contravención a las normas, es uno de los pasos que se cumplen en la evolución humana. Debemos agradecer entonces que existan rebeldes ya que ellos son los que llevan adelante el mundo y no los gerentes de comercialización.
Detrás de cada legislador o de cada juez, se esconden las potencias conservadores que son las que impiden el desarrollo de la humanidad. La ley no es más que una ordenación cultural impuesta coactivamente.
Compadres
Mencionaré dos ejemplos arbitrales para intentar fundamentar mi posición: Javier Castrilli y Gimenez que si bien hoy ya no dirigen, la impronta por ellos dejada digamos que ha “hecho escuela”. Hoy día no hay jueces como estos porque, evidentemente, no son eficaces para el juego.
Estos dos jueces eran, según la mayoría de los periodistas y dirigentes que siempre se acomodan a los tiempos –y cuando el barco se hunde rajan en los pocos salvavidas que hay- , eran digo, los mejores árbitros del fútbol argentino. Esta consideración no era compartida ni por los hinchas ni por los jugadores –cuya calificación me eximo de escribir por decencia semántica- los principales implicados en este juego; unos porque dejan el físico y otros porque dejamos la guita en las ventanillas de los estadios o en los kioscos de revistas. Este “costo” que compartimos, funda una especie de soberanía futbolera que se alimenta con la pasión, la fidelidad. Esta soberanía es origen de una idoneidad. Todos los que jugamos y/o vemos fútbol o reflexionamos sobre él, somos idóneos para el decir.
Bien. Estos jueces imponen estrictamente el reglamento. ¿Qué quiere decir estrictamente? Quiere decir: literalmente. Ninguno de los dos eran capaces de desarrollar la capacidad de comprensión y acá tenemos un concepto importante a desarrollar. Si, como piensan los facilitadores de opinión, los reglamentos se debieran aplicar estrictamente/ literalmente, desaparecería lo que pretenden reglamentar. Un ejemplo; si el código penal se aplicara estrictamente, desaparecería la vida en sociedad. Quiero decir, la diversidad de los sucesos que componen la vida social de los seres humanos no se puede ajustar strictu sensu a una ordenación escrita. Todos cometemos algún tipo de ilegalismo en nuestra vida y si mereciéramos un castigo por cada vez que tiramos una lata fuera del tacho de la basura, o insultamos a nuestro vecino, o nos adelantamos en la fila[v], viviríamos castigados casi cotidianamente lo que acabaría con la vida en sociedad[vi]. El hombre es por naturaleza creador de ilegalismos[vii]. Ya lo hemos mencionado, las normas no sancionadas consensuadamente son posibles de ser quebradas. Los seres humanos vivimos quebrando y modificando las normas y este es un paso en la evolución social. Si no hubiéramos quebrado algunas normas, todavía seguiríamos comiendo carne cruda y durmiendo en cuevas. El quebrantar un tabú impuesto tribalmente, se ha traducido como un paso a la racionalización de la vida en sociedad. Después de muchísimos años de vivir en sociedad, el homo sapiens sabe que matar está mal. Tiene conciencia del daño que provoca. Acatamos casi instintivamente el precepto de no matar si no está en peligro nuestra vida o la de nuestra familia. ¡Hasta la prohibición del incesto es una norma cultural y no biológica![viii]
Dos palabras más: Castrilli fracasó en su gestión al frente de no recuerdo que subsecretaría del deporte y Gimenez se jubiló como suboficial del ejército.
SALIDA
Cómo se ha podido apreciar, para jugar al fútbol no es necesario contar con referís ni nada que se le parezca, y si bien hay ciertas normas que se deben acatar para que el juego sea juego y no otra cosa, estas deberían ser mínimas y atender a proteger el “espíritu” del juego y no a los intereses que el mismo produce. La figura del juez y los líneas, así como el comisario deportivo y el veedor de la A.F.A, nos indican la intromisión de alguien que no juega pero que quiere hacerlo desde su sitial que no es, evidentemente, el del jugador. Este externalidad en el juego lo hace, desde mi anárquica mirada, sospechoso y nos indica cierto grado de modernización y civilización que atenta contra el espíritu lúdico del juego en sí mismo. Modernidad y civilización son solo dos palabras cuyo sentido, sin dejar de ser humano, impugna de alguna manera el humanismo más puro, más prístino. Modernidad y civilización siempre son fetiches en boca de los conservadores que se disfrazan de progresista y si no, leete el Facundo o a un tal Spencer; sí, ese, el utilitarista inglés, el del “orden y progreso”.
Por eso, y para terminar, yo suelo sospechar de la institucionalización del poder y, cuando jugamos con los muchachos en cualquier canchita de mi barrio, nadie quiere hacer de juez. Somos bárbaros de toda barbarie y sospechamos intuitivamente de los civilizados que nos quieren marcar la cancha para después cobrarnos la entrada.
Para jugar al fútbol, entonces, no se necesitan jueces, solo una pelota y bárbaros que quieran divertirse.
[i] Aunque debo ser sincero, el uso correcto de los términos no nos garantiza claridad ni certeza en la exposición.
[ii] A tal efecto, se podría consultar “Las formas de dominación legítima” según Max Weber para aclarar un poco más la noción de dominación y autoridad. Economía y Sociedad. FCE. México. Varias ediciones.
[iii] La teoría sociológica universal define la alienación en esto términos. En el materialismo histórico, es ya clásica la disertación del trabajo alienado.
[iv] Conceptos interesantes para desarrollar en otro trabajo que ya escribiré.
[v] Si bien se puede discutir si estas acciones son evidentemente ilegalismos.
[vi] O por lo menos cambiaría el sentido que tiene vivir en sociedad.
[vii] Es decir, rebelde.
[viii] En todo caso, consultar con Las reglas elementales del parentesco. J. C. Levis-Strauss. FCE