Por Martín Azcurra. La disputa por el sentido y el discurso estaba presente con urgencia en la agenda de los movimientos de trabajadores de desocupados. La experiencia de la comisión de prensa del MTD Lanús, de la cual Darío Santillán formó parte, y el rol de los medios alternativos.
Los intentos por formar la comisión de prensa del MTD Lanús fueron discontinuos, un poco por la poca voluntad que existía en general hacia cuestiones referidas a la prensa y otro poco por cierto exceso de voluntarismo hacia todas las tareas necesarias, como solía ocurrir mucho en ese momento. Sin embargo, Darío tenía claro que su rol más importante era con la seguridad del movimiento y, unido a eso, la comunicación.
Empezamos a reclutar gente del movimiento con posibilidades de leer y escribir, alguno ausente de otras tareas, si es posible uno por cada barrio del MTD, para armar una especie de coordinación y así empezamos. En una caja empezamos a guardar recortes de diarios sobre los “piqueteros”, los dichos de algún funcionario encabronado, noticias de conflictos sociales, etc. Como todavía no habíamos armado un boletín, las notas que escribía Darío las publicábamos en la Agencia de Noticias Red-Acción (ANRed), que se distribuía a las radios locales. Así escribió una vez sobre la panadería popular del MTD: a qué hora empezaban a trabajar los panaderos y cómo se complicaba para vender la mercadería, etc. La idea del archivo era juntarnos entre todos y analizar la realidad. Darío siempre intentaba acompañar la formación política de los compañeros y generar mayor capacidad para el análisis crítico. También empezamos a hacer un mapa de Lanús donde registrábamos la ubicación de las salitas, los hospitales, las comisarías, las radios locales, las sociedades de fomento, los clubes, la municipalidad, los bancos, etc.
A medida que se acercaba el bloqueo a los puentes de la Capital Federal, fuimos dejando de lado las acciones más chiquitas y nos ocupamos de tareas de mayor escala. Eran tiempos muy vertiginosos, de esos que pasan como una ráfaga y nos dejan aturdidos. Ahora, diez años después, nos damos cuenta de que lo cambiaron todo.
Prensa y seguridad
Después de diciembre de 2001, había comenzado a plantearse la necesidad de madurar la función política de la prensa y su integración con las áreas de seguridad. La discusión se fue dando entre los dirigentes de los movimientos de trabajadores desocupados y algunos medios alternativos, e integrando a los militantes a la acción misma. Estaba muy claro que la clase hegemónica intentaba aislar a los piqueteros en una figura delictiva para después tener la legitimidad de reprimir duramente. Romper ese aislamiento era una tarea política de prensa que atravesaba distintos niveles: la integración entre los distintos barrios que componían un mismo movimiento social, la relación entre éstos y la comunidad del propio territorio, mostrar al pueblo una imagen constructiva -como superación del piquete-, y finalmente la contrainteligencia durante los cortes de ruta. A éstas tareas se le sumaban otras, como la formación política y de capacidad de análisis basada en la lectura de diarios, por ejemplo.
Llevar todo esto adelante implicaba un proceso lento, que se aceleraba por momentos, como sucedió en junio de 2002. Mientras con Darío luchábamos en el barrio por armar un boletín interno y un afiche mural para los vecinos, avanzaba la coordinación con otras organizaciones sociales y políticas para conseguir reclamos urgentes como el aumento del subsidio y el desprocesamiento de luchadores. Pero también crecía la violencia del sistema. Las tareas políticas de la prensa no podían ser tomadas a la ligera, y así fue. Las tareas fueron sobrepasadas, como sucedía con la mayoría de las tareas en ese momento. Quedaron relegadas al voluntarismo de algunos militantes y colaboradores, pero sin planificación. Los mínimos intentos de centralización fueron los que consiguieron, ese 26 de junio, romper el cerco. Desde una oficina prestada por un viejo diputado, se ejecutaron las negociaciones entre la información fresca, que incluía material fotográfico ardiente, y los medios masivos más accesibles, como Página/12 y medios del exterior. La emergencia de la verdad en estos medios apuró la urgencia de los más conservadores, como Clarín y La Nación. Desde la periferia hacia el centro, el monopolio informativo nacional, se pudo romper el aislamiento y la mentira oficial.
Otras cosas se rompieron en esa época. Hasta ese momento, la discusión al interior de los medios alternativos tendía a encerrarse en cuestiones teóricas y románticas de la comunicación popular. Muchas publicaciones apenas superaban la cuestión artesanal y precaria de sus formatos. Sin embargo, a partir de las puebladas de 2000 y 2001 y el surgimiento de nuevos movimientos sociales en los conurbanos, la cosa empezó a tomar forma. Las cuestiones a resolver eran principalmente prácticas, y se le empezó a dar mayor importancia a la formación técnico-política de los comunicadores. La necesidad de difundir masivamente los conflictos sociales, muchos de los cuales tenían lugar en pueblitos perdidos de las provincias, para hacer oír la voz silenciada y duramente reprimida de los trabajadores que luchaban por sus puestos de trabajo perdidos, les impuso nuevas tareas. De esa manera, por ejemplo, pudimos formar una coordinadora de comisiones de prensa de distintos movimientos sociales, en conjunto con medios alternativos como ANRed e Indymedia, que se llamó Interprensa, desde donde se pudo planificar medianamente la operación de prensa para el 26 de junio.
Por otra parte, los hechos fueron maestros para los comunicadores. Con una sola lección se superó el desprecio de los medios alternativos más autonomistas por los periodistas de medios masivos, trabajadores doblemente explotados. Y se puso en evidencia la necesidad de apostar por comisiones internas de los grandes medios, como está sucediendo hoy en día.
Con Darío conversábamos todos estos temas y estábamos de acuerdo en un 100%. La vinculación de la prensa con la seguridad -cuestiones jurídicas y de contrainteligencia-; la tarea política: prensa como prioridad en la lucha de los movimientos sociales; las comisiones de prensa como espacios para la formación política de los militantes nuevos; romper el aislamiento: fuerte vinculación con periodistas de medios masivos. Pero las cosas no eran tan sencillas, ¿Dónde se aprenden los caminos para llegar a algún lado? Había que estar abajo y arriba, en el barrio y en el mundo, en el trabajo y en la militancia, negociando y peleando, estudiando y enseñando. En tiempos vertiginosos, las tareas tienen dos tiempos: hay que hacerlas rápido, pero lento. En ningún otro lugar se aprende semejante cosa más que en la lucha misma.