Por Juan Pablo Casiello*. Los últimos paros parciales de las centrales sindicales opositoras (8 y 27 de junio, 10 de octubre) generaron diversos debates entre los trabajadores organizados. Análisis de cara a la próxima convocatoria anunciada para diciembre.
En cada ocasión, la coyuntura política, el marco de alianzas, la forma en que fue resuelta y anunciada cada convocatoria y el programa que levantaban, estuvieron en el centro de los debates.
A diferencia de lo que ocurría en tiempos de alfonsinismo o menemismo, desde el oficialismo actual se da una fuerte disputa (por arriba y por abajo) apuntando a deslegitimar todo reclamo en la calle de las organizaciones sindicales o sectores populares. Justo es decir que las convocatorias lanzadas por la CTA (Micheli) y la CGT (Moyano) han dejado flancos abiertos a estos ataques.
Pero más allá de eso, es destacable la inusual capacidad del gobierno para inmovilizar a sectores dinámicos de la clase. A partir del esquema –tan funcional a los dos sectores burgueses- “nosotros o la derecha”, el kirchnerismo marca la cancha e impone una lectura de la realidad nacional absolutamente funcional a sus intereses. Cecilia Pando es una de las estrellas rutilantes de este mecanismo: ante cualquier convocatoria opositora no es difícil conseguir declaraciones de apoyo de este siniestro (y absolutamente intrascendente) personaje para que surja la interpelación desde las usinas oficiales: “¿vas a marchar con los neogolpistas, apologistas del genocidio?”. Aldo Rico y otros “cadáveres políticos” son resucitados periódicamente para sumar vagones al tren fantasma que el oficialismo se esfuerza por presentar.
En este contexto, Moyano dejó de ser el prototipo del buen dirigente sindical, el que combatió al menemismo, el “negro” y peronista que sabe representar a sus trabajadores, se enfrenta con Clarín y tanto le molesta a la derecha. Ahora el kirchnerismo ha instalado –a través de sus medios de comunicación y sus distintos voceros- que Moyano es un monstruo golpista aliado de lo peor de la derecha vernácula. Pero, más en general, es llamativa la capacidad de los sectores progresistas del oficialismo para demonizar a la burocracia y mostrar como absolutamente inaceptable la posibilidad de marchar con ella. El pasado miércoles 10, en el acto convocado por la AMSAFE Rosario en un día de paro para la docencia rosarina, su secretario general afirmó que parábamos y marchábamos “sin patrones, sin gobiernos y sin burócratas”; afirmación contundente, efectista, con brillos de clasismo, autonomía y combate a la burocracia… pero inmovilizante y funcional al kirchnerismo.
Un repaso a las luchas obreras de nuestro país de la historia reciente muestra que los trabajadores y sus sectores más combativos no tuvieron mayores dificultades para hacer unidad de acción con la burocracia cuando -en escenarios políticos muy distintos- esta llamó a la lucha. Todas situaciones diferentes, pero el denominador común de los sectores clasistas o combativos de la clase fue estar en la calle. Podemos arrancar un repaso incompleto con las huelgas lanzadas por la CGT contra el ajuste del ministro Rodrigo cuando el gobierno de Isabel a mediados del ’75. Seguir por la huelga del 30 de marzo del ’82, impulsada por la burocracia contra la dictadura militar. Pasar luego por los 14 paros de Ubaldini contra el gobierno de Alfonsín, seguir por los paros convocados por Moyano en unidad con la CTA contra el menemismo hasta llegar al paro lanzado a fines del 2001 por, nuevamente, Moyano contra el gobierno de De la Rua. En general, en estos casos, la política de los sectores más conscientes y combativos de la clase fue estar en la calle, denunciando a la burocracia pero aprovechando la convocatoria para desarrollar la movilización.
Algo similar es lo que está ocurriendo con las luchas obreras en Europa. Las inmensas movilizaciones de las masas griegas, españolas, portuguesas o francesas se dan en el marco de convocatorias de la burocracia de las centrales sindicales. Burocracias, en una amplia mayoría de los casos, absolutamente repugnantes, con niveles de representación y afiliación muy bajos, que viven de subsidios directos del Estado, que se han cansado de apoyar planes de ajuste y gobiernos antiobreros. Sin embargo, las organizaciones sindicales de estos países aprovechan estas convocatorias para canalizar en forma unificada su voluntad de lucha y propinarle un golpe al gobierno o frenar el enésimo plan de ajuste.
No tenemos datos actualizados, pero estimamos que en nuestro país la burocracia dirige algo así como el 99% de los sindicatos y centrales sindicales. En este escenario, puede resultar un tanto inmovilizante la afirmación “no luchamos con burócratas”.
Muy lejos estamos de pretender “lavarle la cara” a la burocracia o minimizar el problema. Sin duda son una inmensa traba para los trabajadores. Necesitamos recuperar nuestras organizaciones barriendo con estas conducciones que piensan en sus intereses y no en los de la base que dicen representar. Mucho más en tiempos en que buena parte de ella ha pasado a ser directamente empresaria. Pero como lo entienden los trabajadores europeos, como lo entendieron siempre los sectores más combativos en nuestro país, las luchas en la calle son el mejor lugar para construir poder desde las bases para derrotar a esta dirigencia.
Son tiempos políticos complejos. La hegemonía kirchnerista cala hondo en la sociedad. Quizás una primera tarea sea sacarse las anteojeras que nos pone el oficialismo y recuperar parámetros de clase para lograr ubicarnos con más claridad.
* Dirigente sindical, congresal de AMSAFE, Asociación de Magisterio de la provincia de Santa Fé