El pasado domingo se cumplió un año del terremoto y posterior tsunami que azotó a Japón en 2011. 12 meses después sigue habiendo cientos de miles de afectados principalmente por la crisis nuclear que se desató en la central de Fukushima.
El pasado domingo se cumplió un año del terremoto y posterior tsunami que azotó a Japón en 2011. 12 meses después sigue habiendo cientos de miles de afectados principalmente por la crisis nuclear que se desató en la central de Fukushima.
El 11 de marzo de 2011 un terremoto de 9 grados de magnitud en la escala Richter sacudió el norte de Japón. El epicentro se situó a 70 kilómetros al este de la Península de Oshika en la prefectura de Miyagi, a una profundidad de 24 kilómetros y tuvo 593 réplicas de 5 grados de magnitud o superiores. 20 minutos después del terremoto, un tsunami alcanzó la península y se extendió a lo largo de más de 1300 kilómetros en la costa del Pacífico, desde la isla de Hokkaido, en el norte del país, hasta la isla de Okinawa, al sur.
De acuerdo con los datos de la Agencia Metereológica de Japón, las olas del tsunami penetraron hasta 5 kilómetros tierra adentro y alcanzaron una altura máxima de 40 metros, aunque al momento de chocar con tierra el promedio fue de 15 metros. 15.852 muertos, 3287 desaparecidos y 6011 heridos fue el saldo inmediato de este fenómeno. Además, el tsunami dejó 373.707 viviendas destruidas según el último balance oficial fechado el 7 de febrero de 2012.
Sin embargo, el dato más relevante del terremoto fue que puso de manifiesto la fragilidad de la seguridad nuclear en un país desarrollado y del “primer mundo” como es Japón.
Fukushima
El mismo día del tsunami y en el medio del desastre ocasionado, el agua llegó a la planta nuclear de Fukushima Daiichi. La planta se quedó sin energía eléctrica, lo que produjo fallos en la refrigeración y diversas explosiones iniciaron una fuga de sustancias radioactivas hacia el medio ambiente. Las fusiones en tres de los seis reactores generaron que el accidente nuclear fuera categorizado como de “nivel 7”, la misma gravedad que tuvo el sucedido en Chernobyl, Ucrania, en 1986.
El gobierno japonés dispuso la evacuación de más de 80 mil personas que vivían en las cercanías de la planta nuclear y estableció una zona de exclusión de 20 kilómetros a la redonda. Sin embargo los refugiados por el accidente son muchos más ya que la radiación afectó otras zonas. Según datos oficiales, la cantidad de personas que aún se encuentran en viviendas provisionales se eleva a 260.840 en las prefecturas de Iwate, Miyagi y Fukushima. Por otra parte, la zona afectada por la radiación alcanza a un millón y medio de personas.
Los refugiados, de los cuales muchos probablemente no puedan regresar a sus hogares en décadas, vienen denunciando que la Tokyo Electric Power (Tepco), que gestiona la central Fukushima Daiichi, no ha pagado las indemnizaciones prometidas. Esto parece tener sustento ante las disculpas esgrimidas por el presidente de la Tepco, Toshio Nishizawa. “Todas las compañías del grupo TEPCO intensificarán aún más sus esfuerzos para cuidar a los afectados y entregar la compensación debida con rapidez” declaró el presidente de la compañía en un comunicado.
El debate nuclear
Las fallas que se generaron en la planta nuclear de Fukushima reabrieron el debate en torno a la energía nuclear. A pesar de que en un primer momento, tanto desde el gobierno nipón como desde los medios de comunicación occidentales, se intentó justificar los fallos de la planta por el tsunami, o sea, por un accidente “natural”, con el tiempo fueron saliendo a la luz otros problemas.
El pasado 6 de marzo, la organización Greenpeace presentó en España el informe: Las lecciones de Fukushima, en el cual se explica cómo el terremoto y el tsunami no causaron el accidente nuclear de la planta de Fukushima Daiichi. El informe hace eje en todas las medidas que se podrían haber tomado para prevenir este hecho y que no se llevaron a cabo. Entre las conclusiones se destacan, por ejemplo, que durante décadas se han conocido, en Japón y a nivel internacional, las vulnerabilidades del diseño del reactor de agua en ebullición Mark I (BWR, sus siglas en inglés). Sin embargo, se han ignorado de forma reiterada las advertencias, tolerando las maniobras de encubrimiento de la compañía propietaria, Tepco, que en 2006 admitió haber falsificado informes sobre el agua de refrigeración y, a pesar de ello, la Agencia de Seguridad Nuclear e Industrial (Nisa, por sus siglas en inglés) concedió a Tepco la autorización preceptiva para extender la vida de los reactores de Fukushima Daiichi diez años más; Tepco y Nisa sabían que en la zona de la central nuclear se podría sufrir el impacto de un tsunami de más de diez metros. Sin embargo, la central sólo estaba diseñada para soportar tsunamis de hasta 5,7 metros.
A esto hay que sumarle las declaraciones del jefe científico de Greenpeace en Reino Unido, el doctor Doug Parr. En declaraciones a BBC Mundo comparó el accidente de Chernobyl con el de Fukushima y dijo que “en el caso de Chernobyl, se puede pensar en un accidente aleatorio, causado por un equipo mal mantenido en una Unión Soviética que se desintegraba. No se puede aplicar la misma percepción a Fukushima, que tuvo lugar en una democracia moderna, desarrollada y tecnológicamente avanzada”. Además agregó: “se falló en evaluar correctamente las advertencias sobre los peligros de terremotos y tsunamis. Esto cuestiona de forma más profunda la seguridad nuclear y demuestra el alto costo que un accidente de esta naturaleza inflige al país afectado”.
Por su parte, Yukiya Amano, titular del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), sostuvo que “una de las razones que permitieron el accidente fue la falta de independencia del organismo japonés de regulación de las empresas de energía nuclear: la supervisión sobre el operador era débil”. Sin embargo, matizó sus declaraciones afirmando que “Japón está en proceso de crear su organismo regulador nuclear independiente”. De todas formas el anunciado proyecto de trasladar el control de las centrales nucleares desde el Ministerio de Energía al de Medio Ambiente no se concretó todavía.
Hasta el 21 de febrero, sólo dos de los 54 reactores con los que cuenta Japón se encontraban en servicio. Según un cronograma estipulado, todos deben suspender su funcionamiento para finales de abril. Se estima que el desastre dejó 22 millones de toneladas de escombros y desechos y que sólo el 5% fue eliminado hasta hoy.