Por Germán Oliveto*. Los efectos de la crisis internacional afectan negativamente la imagen del gobierno de Cristina Fernández, sin embargo algunas de sus medidas más importantes gozan de gran apoyo. Este escenario plantea reacomodamientos y modificaciones en el clima político y social.
Triunfo grueso, ¿sintonía fina?
Hacia fines de 2011, luego del aplastante triunfo electoral del kirchnerismo, donde su hegemonía política fue ratificada con un 54% de los votos (y con 38 puntos de diferencia sobre quien ocupó el segundo lugar), la Presidenta comenzó a deslizar una idea que hasta ese momento representaba un verdadero tabú en el entorno oficialista: no estamos blindados a los efectos de la crisis internacional. En este sentido el comienzo de 2012 estuvo plagado de incertidumbres, con esbozos, proyectos y hasta anuncios de medidas luego descartadas y/o reformuladas.
La tan mentada política de la “sintonía fina“ expresada desde el Poder Ejecutivo habilitó interpretaciones y elucubraciones de las más diversas, tanto por parte de la derecha más recalcitrante como de una izquierda espasmódica que se apresuró a ver en ella la confirmación de todas sus sospechas de que finalmente el kirchnerismo se quitaría la “careta”. Pero los tarifazos y ajustes de corte tradicional nunca llegaron y el Gobierno decidió, una vez más, afrontar el cambio de situación como tantas otras veces lo hizo: con estilo propio.
Enfriamiento de la economía y cambio de clima
Promediando la primera mitad del año todos los indicadores ratifican la presunción de que los efectos locales de la crisis internacional, sin hacerse esperar, ya dan signos de un verdadero enfriamiento de la economía. Así, a esta altura el panorama es incierto e incluso los pronósticos más optimistas prevén, como mínimo, una desaceleración del crecimiento, que no superaría el 3% anual (en 2011 rondó el 9%).
En este contexto, la política del Gobierno, una vez más, lejos de representar grandes virajes en su orientación expresó una tendencia pendular entre medidas de corte progresista y con fuerte simpatía popular (con YPF como máximo exponente) y otras más bien restrictivas que afectan el poder adquisitivo de los trabajadores, como el techo impuesto en las paritarias, que implica un verdadero retroceso del salario real en un contexto de inflación creciente. Sumado a esto, las últimas medidas orientadas a la restricción en la compra de dólares abonan a un panorama de incertidumbre sobre el rumbo de la economía. Esto es percibido con gran preocupación por la población, tal como indican los sondeos de la consultora MBC-MORI donde un 45% señala que la actual situación económica es mala o muy mala y un 60% que la misma está empeorando. En esta evaluación negativa la inflación indudablemente juega un papel preponderante, ya que es calificada como grave o muy grave para ocho de cada diez argentinos, al tiempo que la política del gobierno nacional en el control de la misma recibe un rechazo del 50%, siempre según los datos del estudio citado.
Partiendo de esta base, no resulta llamativo que la incertidumbre y el malestar en cuanto a el rumbo de la economía abonen un cierto cambio de humor social que afecta los niveles de aprobación de la gestión de Cristina Fernández de Kirchner (que cayó 13 puntos entre septiembre y abril). Sin embargo, esto no puede llevar a conclusiones lineales o análisis apresurados al menos por dos elementos: por un lado, el apoyo que obtiene el Ejecutivo continúa ubicándose en niveles históricos altísimos (53%) y, por el otro, al tiempo que se cuestiona parcialmente la situación económica en general y el control de la inflación en particular, se apoyan algunas de las medidas principales impulsadas por el gobierno nacional, como el traspaso del subte a la ciudad, la estatización del 51% de YPF, la restricción a las importaciones y los reclamos por Malvinas, por mencionar algunas de las más importantes.
Reacomodamientos y disputas por la sucesión
Solo en este contexto pueden comprenderse algunos movimientos al interior del propio partido de gobierno, el cual a partir del último resultado electoral ratifica su aspiración a constituirse en partido de estado, capaz de contener y dirimir en su interior las disputas por el poder político. Así, ya consumado el alejamiento de Hugo Moyano, que se produce al calor de las críticas por la falta de respuestas a los reclamos salariales, pero también pidiendo medidas de mayor radicalidad, tales como la participación de los trabajadores en las ganancias de las empresas; se suma en el último tiempo la tensión creciente con Daniel Scioli. Lo que hoy aparece como un simple chisporroteo coyuntural tiene en verdad como telón de fondo la anticipada contienda por la sucesión con vistas a 2015, perfilándose una potencial variante de centro-derecha kirchnerista con el gobernador bonaerense a la cabeza, alentado por una imagen en alza (que ronda el 60%, superando incluso a la propia Presidenta según las últimas mediciones). El jefe de la CGT puede abonar a esta perspectiva ante su imperiosa necesidad de aliados en la búsqueda de su propia subsistencia al frente de la central sindical.
Por su parte, el “cristinismo”, que alienta la marginación de ambos como parte de una eventual “depuración” de sus filas, pareciera fogonear por medio de esta estrategia una nueva polarización que le de aire y mantenga cohesionadas sus bases. Como parte de la misma puede ubicarse el reciente lanzamiento del “ala progre” del kirchnerismo en el autodenominado “espacio Velez”. De ratificarse estos incipientes reacomodamientos el juego político futuro podría quedar planteado como disputa entre dos vertientes hoy encuadradas en el kirchnerismo. Una vez más lo que brilla por su ausencia es una expresión política que pueda hacer visible una propuesta alternativa para afrontar la situación económica con medidas que den proyección a una transformación de fondo.
Humor social y perspectiva política
En un escenario cambiante y crecientemente enrarecido por las repercusiones político-sociales de la situación económica, las expresiones y manifestaciones de descontento que pueden emerger resultan de lo de más heterogéneas. Así, por ejemplo, en las últimas semanas pudieron observarse desde reclamos salariales y por aumento de los planes sociales, hasta cacerolazos por la limitación a la compra de dólares.
En este marco queda claro que la disputa por el sentido del descontento social está abierta y se inscribe en la puja antes descripta por el rumbo político, es decir, que puede ser capitalizado tanto por izquierda como por derecha. Por eso las condiciones para la emergencia de una alternativa por izquierda, que pueda terciar frente a una eventual polarización entre una opción de kirchnerismo “progre” y otra de centro-derecha, se encuentran supeditadas a la capacidad que esta tenga de interpretar de forma inteligente el nuevo escenario que se perfila. Este habilita por un lado a valorar las medidas progresivas y de fuerte apoyo popular como lo que son: un paso adelante que no solo implica mejores condiciones objetivas para el pueblo, sino que también eleva el piso de discusión y abona a generar las condiciones subjetivas para ir por más. Pero al mismo tiempo requiere tomar nota de las limitaciones que tiene el Gobierno nacional para hacer frente al escenario de enfriamiento de la economía, contactando de esta forma con cierto cambio de humor social y dando a conocer medidas alternativas para hacer frente a la situación actual, al tiempo de dejar planteado un proyecto de transformación social profunda. Estos elementos pueden resultar determinantes en la configuración del mapa político futuro y el papel que ocupen en el mismo cada uno de los actores.
*Sociólogo y docente en la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).