Por Juan Manuel De Stefano. El Cholo ganó la Liga y va por la Champions, el Tata se va del Barcelona con la cabeza en alto.
Imponente. Emocionante. Conmovedor. Simeone aplaude a los hinchas del Barcelona que reconocen en el Atlético a un justo campeón. Es así, en otros lugares del planeta estas cosas ocurren y son moneda corriente. Por su parte, los fanáticos del Atlético Madrid no lo pueden creer. Son campeones de la Liga luego de 18 años y hay un nombre que se repite: Diego Pablo Simeone. En aquel momento (temporada 94-95) “el Cholo” la rompía de volante derecho con gran despliegue, ida, vuelta y mucho gol. Todo le cuesta mucho a “los Colchoneros”, así lo marca la historia. Y eso que el Barca llegó al final del torneo con muy poco fútbol, carente de frescura, sin las virtudes que supo conseguir y sostener en tiempos no muy lejanos (tenencia de balón, profundidad, explosión, belleza aplicada al juego, solidez) y le costó horrores llegar al arco rival.
Durante todo el campeonato fue una lucha palmo a palmo entre dos gigantes, y uno al que siempre le toca lucharla de atrás y que llega a fin de mes con lo puesto. Si bien es verdad que el Atlético Madrid fue formando un equipo de buenos nombres y grandes rendimientos, no tiene ni por asomo el presupuesto y la billetera con la que cuentan el Real y el Barcelona. Desde la llegada del entrenador, el Atlético no paró de ganar. La mentalidad ganadora que le imprimió el argentino no tiene discusión. El equipo es protagonista en todos lados y ganar títulos se transformó en una saludable costumbre. Luego de 10 años de hegemonía entre el Barcelona y el Real, se cortó la racha gracias a un tercero en discordia que dirigido magistralmente, le otorgó vida a una liga que carecía de sorpresa.
Las virtudes del campeón se basan fundamentalmente en su actitud positiva, la efectividad en el arco rival, su defensa y sus “mañas sudamericanas”. Eso es el Atlético; un equipo de estas tierras puesto a jugar en la Liga Española. Corre todo el encuentro, lo traba, lo hace sucio, el rival no puede desplegar su juego por la presión constante de todo el equipo. Son guerreros encolumnados ante un objetivo común. Juega a lo que le conviene y cómo no le hace bien a su contrincante. Por todo esto el triunfo final es más que justo. Ya le mojó la oreja al Barcelona y el 24 de mayo intentará hacerlo frente al Madrid en la final de la Champions League.
“El trabajo es el artífice de este triunfo. Nunca se negoció el compromiso y el equipo lo asumió como propio. Es uno de los días más importantes de la historia. Salir campeón en Barcelona, contra un rival poderosísimo, que ha dominado el fútbol en los últimos años, es una alegría”, aseveró el entrenador. Por el lado del Barcelona la historia es otra. Es un equipo acostumbrado a ganar todo en los últimos años y la decepción es fulminante. Martino heredó a los jugadores y no pudo retocar mucho en el armado del plantel. Un conjunto de voluntades que luego de tanta gloria, hazañas y triunfos llegaron al final de un ciclo inolvidable que quedará marcado a fuego en la historia del deporte más hermoso de todos. La realidad indica que Xavi ya no es el mismo, que Puyol se retiró recientemente, Valdés se lesionó y se va de la institución por citar algunos casos. Los rendimientos de Piqué, Alves, Adriano, Busquets y compañía no estuvieron a la altura de sus antecedentes y los resultados están a la vista. Messi e Iniesta fueron los más regulares en un equipo que se cae a pedazos. La renovación llegará inexorablemente y uno de los abanderados es Neymar. Su contratación fue el punto de partida para lo que vendrá.
¿Puede ser considerado fracaso un equipo que llegó a la final de la Copa del Rey, cuartos de Champions League y casi gana la Liga?… Sólo en un club lleno de gloria como el Barcelona. Al Tata le tocó lidiar con todos éstos inconvenientes y realmente no pudo torcer la historia. Era casi imposible seguir cosechando triunfos y títulos luego de 5 años cargados de éxito. Se imponía un recambio de manera urgente y el argentino no lo pudo llevar a cabo. El paladar negro de sus fanáticos y la vara terriblemente alta que tienen algunos periodistas, complicaron y embarraron la cancha. Cuando el Barca ganaba y estaba puntero, las voces se alzaban diciendo que el estilo no era el mismo, que era más defensivo y que Martino tenía la culpa de todo. Casi ocurre un “suicidio general” en un encuentro en el que Barcelona tuvo menos la pelota que su rival… Fue ante el Rayo Vallecano y ganó 4 a 0.
Sobran las palabras. Sólo la humildad del entrenador hizo todo más llevadero y a pesar de algún que otro cortocircuito, la cosa se fue encaminando hacía una convivencia tranquila. “Quería comunicar que de común acuerdo con el club hemos dejado de ser entrenadores del Barcelona. Fue un enorme orgullo dirigir esta institución. Como dije el primer día, admiramos a estos futbolistas desde fuera, los admiramos desde dentro y los seguiremos admirando”, afirmó el Tata, visiblemente emocionado. Lo cierto es que el ciclo del blaugrana venía en caída libre desde los últimos tiempos de Guardiola y la conducción de Villanova y el argentino no logró potenciar- salvo en algunos tramos- al plantel.
El futuro indica que casi con seguridad, Luis Enrique será el nuevo entrenador, un hombre de la casa para dar vuelta la historia. La sensación que quedará es que Martino estuvo a punto de lograr algo y se quedó sin nafta al final. Quedará para él y su cuerpo técnico, la enorme experiencia de dirigir a uno de los clubes más grandes del mundo y salir bien parados a pesar de las grandes exigencias. Final de la historia, Simeone aplaude a los educados hinchas del Barca y todos van a su encuentro. Luego en la conferencia de prensa hace gala de su educación, humildad y don de gente. Martino similar pero con más hidalguía, llevando el dolor encima y mirando a todos a los ojos como los grandes. No por nada un periodista el día viernes le agradeció por sus formas y buenos tratos para con todos en su corta estadía en el club. En ambos casos lo que se rescata es la grandeza de ambos, tanto en la victoria como en la derrota. Basta de bravuconadas y soberbia para los argentinos. Con representantes de los quilates de Sabella, Bielsa, Simeone y Martino las cosas serían mucho más fáciles.