Por Francisco Longa. De la devaluación de principio de año a la línea de largada electoral para 2015. Avances y retrocesos en un año de alto voltaje político que incluyó conflictividad, virajes y reacomodamientos. En esta segunda entrega, un análisis de las fuerzas de la oposición conservadora.
En la nota de la semana pasada revisábamos los escenarios de acuerdos y conflictos que encabezó el bloque kirchnerista durante 2014, dejando para 2015 un escenario donde la profundización de los aspectos más progresivos del gobierno quedan sitiados entre la continuidad sin cambio y el cambio sin continuidad. El escenario se clarifica aún más al momento de tener en cuenta las últimas reconfiguraciones en las fuerzas políticas de la oposición conservadora.
Massa: algo de frente y poco de renovador
En lo que refiere al último gran ganador de las legislativas de 2013 y uno de los candidatos con mejor score en las encuestas para presidente, Sergio Massa no ha detenido su marcha política este año. El blindaje mediático que los monopolios comunicativos (entre otros, Clarín y La Nación) le han prodigado, le permite a Massa continuar apelando al cambio hacia un país ‘distinto’, al tiempo que ostenta una bajísima participación en el cargo legislativo para el cual fue electo, con magros niveles de asistencia a las sesiones de Diputados. Preocupado más por hacer campaña a nivel nacional, el ex intendente de Tigre solamente entregó un par de borradores de Proyectos de Ley de claro perfil conservador, y el resto del tiempo fue dedicado a tender alianzas con gobernadores nacionales e intendentes, muchos de estos, históricos dirigentes de la UCR que difícilmente puedan proponer algo ‘distinto’ hacia delante.
El perfil económico que despunta desde el Frente Renovador hace énfasis en la vuelta a un país de apertura plena a los mercados externos, en función de reactivar la confianza de los siempre aparentemente neutros ‘mercados’ y así lograr disminuir la inflación –madre de todas las consignas massistas- a 1 dígito en apenas un par de años. En lo que refiere al enfoque político, este año Massa se ha ocupado de dejar en claro que la opción de la mano dura le pertenece tanto o más que a Macri. Los dos tópicos en donde dejó traslucir su claro perfil conservador fueron la cuestión del delito común –mediáticamente conocido como ‘la inseguridad’- y la política de derechos humanos. Respecto del primer tema, además de adherir a las declaraciones xenófobas del Secretario de Seguridad de la Nación, Sergio Berni, respecto de la influencia de los extranjeros en el delito, no ahorró ocasión en proponer la participación de las fuerzas militares en el combate a la ‘inseguridad’, leyes de radarización y de derribo de aviones mediante. En lo que refiere al segundo tópico, declaró altisonante que es momento de cerrar la ‘etapa de los derechos humanos’ en Argentina.
Así, Massa intenta captar un voto híbrido que comprende, por una parte al electorado del conurbano bonaerense, a partir de la aparentemente exitosa gestión en el municipio de Tigre, con un perfil de fronteras abiertas respecto de la identidad peronista; por otra parte, busca seducir el influyente voto de la clase media a partir de medidas de perfil más político, en calve de clausura de la etapa política ‘garantista’ que se viviría en el país.
La propuesta es clara
Por el lado del Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, las encuestadoras coinciden en adjudicarle un alza en las encuestas, logrando situarse en la actualidad palmo a palmo con las otras dos opciones que pican en punta: Massa y Scioli. Desde una gestión que en la Ciudad continúa profundizando su perfil elitista, lo que queda claro en cuanto en la estética publicitaria, la ejecución del presupuesto, las medidas cosméticas de urbanismo y la represión frente a expresiones de diversidad cultural críticas –clausura de espacios culturales, cierre de escuelas públicas de tradición combativa-, Macri transita al paso del que conoce que gana, por amplia mayoría. Tanto así, que la disputa acerca de quién será el mejor candidato a Jefe de Gobierno a sucederlo es secundaria, en tanto éste o ésta se encuadren dentro de la estructura del PRO. Sea Larreta, Michetti o Santilli, las encuestas indican que cualquiera gana la Capital, con amplia ventaja frente a cualquier que el FpV o Unen le opongan. Esto seguramente responda a la inteligencia del ingeniero para captar la sensibilidad de un electorado siempre renuente a la identidad peronista y que viene de sufrir flagrantes decepciones con las anteriores gestiones ‘progresistas’.
No obstante, su dificultad se sitúa, sin dudas, allende la General Paz. Si bien es difícil sostener que el PRO pueda presentar un candidato apetecible para el gusto del votante del conurbano bonaerense –principal bastión electoral-, es cierto que las alianzas con referentes de la UCR se han convertido en su vía de acceso al triunfo en algunas provincias. En este caso, la ‘novedad’ en la política que al igual que Massa también intenta sugerir Macri, queda mucho más expuesta que en el caso del Frente Renovador, siendo que Macri casi construyó toda su carrera política intentando diferenciarse de las propuestas históricas (UCR y PJ), mientras que Massa siempre se mostró más permeable al peronismo, o deberíamos decir que éste lo acogió con mayor beneplácito a él. Como fuera, las chances de Macri se ven acrecentadas, en la medida que mayores niveles de alianzas con la ‘vieja política’ establece. Es así que, al igual que con lo visto más arriba, también dejó en claro que con él en el gobierno, el curro de los derechos humanos se acabaría.
Este escenario, al igual que lo que muestra Massa, indica que incluso cuando el kirchnerismo reformula su estrategia de acumulación, echando mano a medidas más conservadoras, la oposición por derecha encuentra la forma de –aquí sí- derechizarse aún más. El intento por captar el voto de una clase media agobiada por la exposición mediática que indica que la política de derechos humanos del kirchnerismo ya se pasó de la raya, parece claro en Massa y Macri. Así, seguramente no importen los rasgos conservadores que pudiera ir adquiriendo en forma creciente el kirchnerismo –con o sin Scioli a la cabeza-, el tigrense y el porteño nos aseguran que siempre ellos correrán un poco más la vara hacia la derecha.
El laberinto del FA-Unen
Finalmente, entre la derecha de facto y el frentismo de centro, se sitúa el FA-Unen que parece haber dejado en el camino la oportunidad que la excepcionalidad de su experiencia en 2013 le había otorgado. Incapaces de procesar las ansias de poder real de Carrió con la trayectoria progresista de otras fuerzas que componen ese frente –progresismo que a veces parecería más un peso a sobrellevar que un pasado que los pudiera orgullecer, como en el caso de Libres del Sur o Pino Solanas- el FA-Unen fue un intento de Alianza, hoy en descomposición. Sus componentes internos irán desgranando hacia diversas variantes de los bloques ya existentes, abriéndose la posibilidad para el degennarismo de revitalizar su vínculo con el socialismo santafesino. Más allá del ‘poder de chantaje’ que algunas fuerzas de este espacio pudieran ostentar en una probable segunda vuelta, casi exclusivamente en la Capital Federal, donde aporte algunos votantes a uno u otro espacio en pugna, la gravitación del Unen a nivel electoral en 2015 no parece significativa.
En suma, las narrativas desde la oposición conservadora se han acoplado durante 2014 y prometen seguir haciéndolo frente al desafío electoral. El imaginario de una ‘nueva’ Argentina, distinta de la actual donde se recupera el diálogo como forma de tender puentes entre diversos posicionamientos ideológicos, es el Edén prometido por los políticos de la más nítida derecha. Hay que decir también, que algo de ese paraíso se trasluce en la propuesta de Scioli, quien siempre resalta su vocación de diálogo como cualidad distintiva, en lo que parece un gesto de demarcación respecto de la crispación que sería característica del modus político del kirchnerismo. Como fuera, un discurso lavado, con frases efectistas y donde la política con mayúsculas volvería al lugar de la subordinación frente a las recetas de la gestión y del marketing, formaría parte del escenario post electoral en caso que Massa o Macri se hagan con el sillón de Rivadavia. Ante un eventual balotaje, todo indicaría que los electores de uno y otro se terminarían por integrar, multiplicando las chances de asistir semejante escenario de franco retroceso.
Nota relacionada:
El año político: del cambio con continuidad y de la continuidad sin cambio (I)