Por Alberto Díaz y Andrés Matkovich*. A 150 años de su creación, pareciera ser que hoy el Hospital Borda tiene sus días contados. La Ley de Salud Mental prevé acabar con los manicomios en el país, y el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires con el Borda. Defenderlo, ¿Es defender el manicomio?
El gobierno macrista prevé la utilización de los terrenos para la instalación de un “Centro Cívico”, que incluiría el traslado de oficinas del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, iniciativa que generó la rápida oposición de diversos sectores.
Lejos de enmarcarse en el cumplimiento de las leyes de salud mental – que recomiendan el cierre de los hospitales psiquiátricos y su sustitución con redes de servicios comunitarios y la creación de camas para internaciones breves en Hospitales Generales –, el proyecto se trata, por un lado, de una medida más de vaciamiento de la salud pública en la Ciudad de Buenos Aires y, por otro, de un gran negocio inmobiliario.
La reciente Ley Nacional de Salud Mental, que representa un cambio de paradigma en el tratamiento a las personas diagnosticadas con problemas psíquicos, obtuvo amplia aceptación en los más diversos sectores, en especial de los principales involucrados: los pacientes, sus familiares y los trabajadores de la salud mental. Muchos de quienes festejaron la aprobación de esta Ley vieron la posibilidad de que se torne realidad lo que, hasta el momento, era impensable: el fin de los manicomios en nuestro país.
De todos modos, lo manicomial (manicomio, etimológicamente significa “lugar para locos”) no se reduce a las paredes de los Hospitales Psiquiátricos. Tiene que ver con una manera de concebir la locura como localizada en factores biológicos del cerebro, que entiende que el abordaje posible del padecimiento psíquico se reduce al suministro de psicofármacos, al encierro y el aislamiento social de los sujetos. Por lo tanto, quedan relegadas las cuestiones ligadas a la historia, la subjetividad y las condiciones de vida concreta de la persona.
Sin embargo, como acabar con eso no era la intención del macrismo, muchos de estos mismos sectores que durante años lucharon por la transformación de la atención a la salud mental en nuestro país, y preocupados por el destino de los que reciben tratamiento en “el Borda”, comenzaron a levantar la consigna “No al cierre del Borda”.
Defender “el Borda”, ¿es defender el manicomio?
No, en este contexto, defender el Borda no es defender el manicomio. Es defender la única posibilidad de atención de aquellos que la precisan con sistematicidad, él único derecho que les queda a quienes – por cargar con la doble condena de ser pobres y locos – históricamente les han negado todos sus derechos.
Decir No al cierre del Borda es, también, decir No al avance del aniquilamiento de lo público, de su progresiva privatización. Es decir No a la Resolución 52/12 del gobierno de la CABA, que llama a licitación para contratar camas de internación en clínicas privadas. Es decir No a la desidia de un gobierno que prioriza un negocio inmobiliario por sobre la salud de la población.
Entonces, defender el Borda ¿por qué? Sin dudas, y es necesario no olvidarlo, no es porque sea ejemplo de nada. Es necesario defender el Borda porque así defendemos la salud pública, porque es prioridad la salud de quienes – por la falta de los servicios que las leyes ordenan crear – tienen que atenderse en él. Defendemos el Borda porque defendemos, ante todo, la vida.
Pero también, decir No al cierre del Borda, en cierto sentido, aleja el objetivo de una sociedad sin manicomios. El Borda, aun con sus dignas experiencias desmanicomializadoras como La Colifata, el Frente de Artistas del Borda, Pan del Borda y Cooperanza, no deja de ser un manicomio. Está lejos de encuadrarse en condiciones dignas de atención, de respeto de los derechos humanos y con los abordajes que menos restrinjan la libertad y acordes a la complejidad de los múltiples determinantes que afectan la salud mental y no centrados en la negación de la palabra, el aislamiento, la internación y la medicación. Más de un año sin gas, ¿no es clara muestra de esto? También, para defender la vida, hay que cerrar el Borda.
La Ley Nacional de Salud Mental pretende implementar lo que diversas experiencias en el mundo nos han mostrado: es posible otro tratamiento para la locura, es posible hacerlo respetando derechos y sin manicomios. Pero, si con las leyes bastase, no estaríamos hablando de esto. Si algo caracterizó las experiencias más conocidas de reformas en la atención a la salud mental fue la larga y ardua lucha que tuvieron que librar antes de la promulgación de las leyes – y aun libran – trabajadores de la salud, usuarios de los servicios, sus familiares y la sociedad en general con las corporaciones médicas y farmacológicas, pero también con una sociedad y una cultura que estigmatiza y segrega lo que no entre en sus estrechos márgenes de “normalidad”.
Defender el Borda, ¿para qué? Sin dudas, no es para que nada cambie. Es necesario defenderlo para que esa defensa pueda servir a los trabajadores, usuarios y sociedad en general, para organizarse y tomar la iniciativa, como la movilización que generó Pan del Borda logrando recuperar espacio y volver a funcionar pese a las topadoras. Para profundizar el camino de la universalización de políticas sociales. Para poderdisputar el sentido y los caminos de este proceso de cambio.
Defenderlo para ¿transformarlo? Nadie duda que es prioritario mejorar la calidad de la atención y condiciones edilicias del hospital, esto es lo más urgente y necesario, en el Borda y en todos los manicomios del país(más de diez mil internados en psiquiátricos públicos). Las experiencias que intentaron “humanizarlos”, fracasaron. Por eso, el objetivo sigue siendo extinguirlos, sigue siendo el afuera. Pero, como esto no es suficiente, es necesario defender el Borda para que sus trabajadores e internos sigan avanzando en una desinstitucionalización con anclaje en la comunidad y no compulsiva. Así, defender el Borda, es también para luchar por la creación de todo lo necesario para tornarlo obsoleto. Defenderlo, para sustituirlo.
* Psicólogos, trabajadores de la salud, docentes universitarios.