Por Pablo Tano. El deporte como una pequeña muestra del todo. Preso del mundo del consumo y la competencia brutal del capitalismo salvaje, genera tristezas y frustraciones. A partir de aquí algunos de los tantos suicidios que se han dado en el deporte.
El vacío es profundo, abismal y agudo. “El éxito es efímero”, dijo una vez el Loco Bielsa. El día después, el del retiro y abandono para un deportista de alto rendimiento, de elite, en la meseta de la vida, resulta cruel, impiadoso y a veces lapidario. Y esa situación lastimó, lastima y sigue erosionando la existencia hasta llegar, en muchas ocasiones, a la muerte. Cuando no hay contención, no hay apoyo, no hay un oído para saber escuchar y ojos para poder ver, es ahí cuando entonces la depresión, la soledad y la desesperanza encuentran un hueco para desembocar en el laberinto de las miserias humanas: suicidio, tragedia familiar y adicciones. Mientras que algunos pueden vivir para contarla.
Hace unos días hablaba con un compañero de trabajo, fanático enfermo de San Lorenzo, y recordábamos al promisorio juvenil Mirko Saric, que con sólo 21 años, y toda una carrera por delante, se ahorcó en su casa del Bajo Flores colgando una sábana de una barra de gimnasia el 4 de abril de 2000. ¿Los motivos? Las repetidas lesiones y la depresión. Y a pesar de que era tratado por un psicólogo.
Su hermana Mirna sostuvo que “Mirko no soportaba las presiones que significaba ser un futbolista profesional”, al tiempo que acusó al club de “que necesitaba medicamentos y San Lorenzo nunca lo ayudó económicamente a comprar los remedios” y, además, confesó que “era muy sensible, le molestaban los insultos de la tribuna” y la última operación de ligamento cruzado de la rodilla “fue la gota que rebasó el vaso”.
Los dirigentes de San Lorenzo, que intentaron postergar el partido ante Cerro Porteño -los paraguayos se negaron- por la Copa Libertadores, emitieron un comunicado a la medianoche que rezaba: “San Lorenzo perdió a un hijo”. Y fuentes cercanas al Ciclón comentaron por lo bajo que “no encontraba razones para seguir viviendo”.
Pero el caso de Saric no es el primero ni el último, lamentablemente. Durante la década del ’80, ’90 y principios del 2000, en el fútbol argentino hubo varios episodios que tuvieron un final trágico y otros que viven para contarla.
En 2003, en el departamento de la calle Colombres al 800, en el barrio de Boedo, fue encontrado muerto el arquero de Huracán Sergio Schulmeister, de 25 años.
Dos de sus compañeros, Pablo Monsalvo y Darío Gigena, fueron los que primero llegaron a la casa cuando notaron que el hombre nacido en Coronel Suárez no había asistido al entrenamiento y, más aun, teniendo en cuenta que en 2001 ya se había intentado quitar la vida con un cuchillo por diversas razones. “No sé. Perdí la cabeza. Estaba solo. Empecé a pensar y soy de agrandar los problemas. Se hablaba mucho de una transferencia y al final no se dio. Y encima, arrastro hace dos meses una lesión”, reveló en una entrevista.
Cuando Monsalvo y Gigena llegaron a la vivienda ya se encontraba la policía. “Muchachos, lamentablemente se suicidó. Se ahorcó con un cinturón”, les dijo uno de los agentes. Schulmeister fue hallado en la cocina, en posición cúbico ventral.
Además, a esta dolorosa lista se pueden agregar los nombres del también arquero Alberto Vivalda, quien atajó a mediados de los ’70 en Racing, Chacarita y Millonarios de Colombia, entre otros clubes. Se retiró en 1990. El 4 de febrero –el mismo día que se suicidó Schulmesiter- de 1994, se arrojó a las vías del ferrocarril Mitre, en San Isidro. Sus allegados comentaron que la muerte de su papá lo había afectado y sumergido en un profundo estado depresivo.
Y la nómina continúa con el guardameta Mariano Gutiérrez. El futbolista defendía los colores de San Martín de Burzaco y el 26 de enero de 2008 se ahorcó en su casa de Francisco Solano. Su esposa estaba embarazada de tres meses. Horas antes de tomar una determinación tan trágica había confesado a la presidenta del club, Gladys Ruifernández, que había tomado una decisión. Según las crónicas de esa época, el santafecino, de 28 años, atravesaba problemas familiares.
Otro caso resonante en el fútbol doméstico fue el intento de suicidio del exdefensor de Boca Rubén Suñé, quien se arrojó del séptimo piso de su casa en Pompeya el 22 de junio de 1984 producto de una depresión. El propósito no fue cumplido pero se fracturó ambas piernas, el brazo izquierdo, la mandíbula y sufrió traumatismos múltiples.
El Chapa fue capitán del equipo xeneize que, dirigido por Toto Lorenzo, se consagró bicampeón en la Argentina, dio la vuelta en la Copa Libertadores y conquistó la Copa Europeo-Sudamericana (hoy llamada Mundial de Clubes) en 1977. Pero luego vino el descenso con la camiseta de San Lorenzo y las reiteradas lesiones lo obligaron a colgar los botines en 1986.
“Es importante una contención. Me operaron de la rodilla y a los 32 años no pude jugar más. Cuando me quisieron llevar a un psicólogo, no quise porque en esa época se consideraba que eso era para locos. Tal vez, si hubiera aceptado esa ayuda, no hubiera llegado a tomar esa decisión. Si yo hubiera estado sano tal vez hubiera jugado hasta los 40”, reflexionó Suñé en diálogo con el periodista Eduardo Martins en un artículo publicado en la revista Un caño en febrero de 2006.
Suñé no estaba preparado para dejar de ser futbolista y eso le ocasionó muchos trastornos emocionales. Estuvo cuatro meses en un hospital y los siguientes nueve en una clínica psiquiátrica. Por suerte, el exzaguero se pudo recuperar para contarla.
Y en el plano internacional también causaron una tristeza muy grande las muertes del boliviano Ramiro “Chocolatín” Castillo (en la Argentina jugó en Argentinos y River, entre otros), el húngaro Sandor Kocsis (figura y goleador de su Selección subcampeona Mundial de Suiza 1954), el brasileño Garrincha (a causa de una sirrosis en 1983) y los chilenos Raimundo Tupper y René Vázquez Enríquez.
La presión no es exclusiva del fútbol
Una amiga doctora en psicología deportiva, Luz Locatelli, en la actualidad radicada en Inglaterra y que supo trabajar muchos años en España con deportistas de alto rendimiento, expresaba en Facebook: “Lamentablemente y sigo insistiendo en esto, los programas de entrenamiento no contemplan el retiro y el prepararlos para después del retiro deportivo, y sienten un abismo, un vacío tremendo”.
Luz se refirió de esa manera luego de enterarse de que el reconocido atleta español Yago Lamela, de 36 años, había fallecido a causa de un infarto, según reveló la autopsia, aunque algunas versiones indican que se habría quitado la vida.
El saltador en largo que alcanzó el éxito con el subcampeonato mundial en Sevilla 1999, y en el Indoor de Maebashi (Japón), al aire libre, había sufrido una honda depresión luego de abandonar su carrera por motivos físicos. En los Juegos Olímpicos de Sydney 2000 no pudo clasificar a la final. En Atenas tampoco estaba en plenitud. Finalmente, en 2004 debió operarse de una lesión en el tendón de Aquiles. La recuperación no fue la deseada y sus bajones anímicos lo empujaron a un inesperado retiro en marzo de 2009.
El atleta nacido en Avilés intentó encausar su vida y a pesar de iniciar otras actividades como varios cursos de piloto comercial de helicóptero, dedicarse a la informática y a la música electrónica, sus otras pasiones, no logró superar sus bajones y en 2011 debió ser internado en el Hospital San Agustín en el área de psiquiatría. “Se me juntaron una serie de circunstancias negativas. El deporte me ha dado muchas alegrías, pero también muchos golpes, y aprendes que lo importante es levantarte y seguir luchando”, reflexionó después de ser dato de alta.
A sus frustraciones deportivas también se sumó la imposibilidad de retomar sus estudios de Informática en la Universidad de Iowa (Estados Unidos), como era su deseo. “Me afectaron el ánimo. Decaí bastante, y mis padres se preocuparon bastante”, reveló.
Luego de permanecer seis días internado, el mejor saltador de la historia de España continuó con su tratamiento de rutina. “Tengo que ir a pasar consulta, a ver si poco a poco me van bajando la medicación. Sí, me han dado unas cuantas pastillas”, reconoció en diálogo con el diario El Comercio, de Gijón. Y agregó: “Los médicos me han recomendado que vuelva a hacer deporte. Que no tenga prisa, pero que vuelva. Menos mal, porque si llegan a prohibírmelo, creo que no seguiría el tratamiento. No podría entender mi vida sin el deporte”, admitió.
Al ser consultada al respecto, la ex psicóloga del club Granada 74, Luz Locatelli, sostuvo que “siempre se trabaja en lo bueno, en llevarlos y ayudarlos para que alcancen sus objetivos, pero a mí me preocupa este aspecto: ¿qué pasa cuándo se retiran?. Y siempre me preocupó esta área, y se trabaja desde que inician a ser deportistas, no desde que deciden retirarse”.
El 8 de mayo de 2014, a las 18 horas, el atleta prodigio que asombró al mundo del deporte en 1999 y que dio sus primeros vuelos junto a su padre, en la playa asturiana de Xagó, no pudo saltar esta vez el dolor de ya no ser. Una pérdida muy sentida para el ambiente del atletismo. Y me viene a la memoria una frase del gran escritor colombiano Gabriel García Márquez que me quedó muy marcada, como tantas que he leído: “La muerte no llega con la vejez, sino con el olvido”.