Por Sebastián Kohan. El día 3 de Agosto se presenta el libro futbolero De pies a cabeza*. Una tremenda obra que habla de los placeres, los pesares, los enganches, los miedos, los goles, los raros peinados nuevos, el aguante, y de todo lo demás también. Un libro que dice que habla de fútbol, pero habla de la vida misma.
Una joyita se presenta. El libro De pies a cabeza sale al mundo y vale la pena leerlo. No tiene desperdicio. Ve la luz cuando más falta hace. Siempre me costó leer notas de amigos tanto como ver obras de teatro de gente conocida. Prefiero volver a las fuentes. Prefiero releer a Moores o a Villoro. Pero este libro rompe con todo. Con el presente y con mis peores preceptos. Con mis juicios y prejuicios. Lo leí una vez y lo quiero leer la segunda y la tercera.
Los ámbitos cerrados me ponen de la cabeza. La endogamia me pone nervioso y el exceso de sobreentendidos nubla el entendimiento. No hay terreno que me venga bien. Me marea la tierra firme. Disfruto el suelo que tambalea y me mantiene despierto. Aprender a pensar es algo así como buscar el equilibrio en el colectivo. Hacer el esfuerzo por no caerse, por anticipar la curva, tirando el cuerpo a la derecha cuando dobla a la izquierda, sin agarrarse del tubo, o dejar el cuerpo flojito cuando viene el pozo y reducir el impacto. En las aulas de clase, como en los libros de sociología, el suelo no se mueve casi nunca. El exceso de códigos establecidos en cualquier ámbito genera una deformación profesional que termina siendo el defecto terminal de cada uno de los ámbitos existentes. Colección de códigos deontológicos arcaicos y metodologías chantas para catedráticos poco aventureros.
Por ejemplo, el sociólogo habla raro, se enreda en su complejidad, riza el rizo sin parar, cree que la sociedad lo entiende y, como no es así, muere enredado en su triste inteligencia. El periodista, veloz como el reloj, buscando estar siempre arriba, en la cresta de la ola, dando primicias sin parar, olvida la raíz y pierde sustento. Médicos, economistas, arquitectos, futbolistas, plomeros, ferreteros y costureros, todos enredados en la soledad de su propio mundo. Cada ámbito se agota y ahoga en sí mismo. Se fragmenta, se llena de reglas, de códigos, se encorseta, se queda solo, y muere. Muere solo en su cerrazón, en su soliloquio autocomplaciente, dándose la razón a sí mismo, una y otra vez.
Y entonces ¿qué quiero decir con toda esta voltereta? Que los espacios cerrados generan muerte y las intersecciones vida. Que el choque entre los mundos produce explosiones que proyectan partículas que generan sentido. La cultura no es más que el proceso de reinvención permanente de todo aquello que ya existe y se renueva en el choque con lo otro. La cultura, y eso lo saben mejor que nadie los argentinos que dicen que vienen de los barcos, renace del cruce con otras culturas. Cualquier grupo humano que se mantenga al margen del resto solo puede ser un embole. Negro negro como un senegalés o blanca blanca como un noruega. El brillo solo puede nacer cuando se encuentra el senegalés con la noruega, si se cruzan. Los ojos verdes tienen color en la piel canela, y no en su blancura original.
La vida es duda, cruce, intersección, explosión, implosión y fusión.
Así, el sociólogo del fútbol es un embole que habla de rituales, porque Emile Durkheim decía algo de los rituales. Y yo, que fui sociólogo, muero de sueño cuando mis ex-colegas dicen palabras como empero, o en tanto cuanto, de hecho o condición sinecuanon. Dicen y dicen y dicen y no dicen nada. Huyo como de la peste. Son todo lo que no quiero ser. Por el contrario, en el terreno del periodismo deportivo terminamos repitiendo las primicias del Olé, o hablando de las pésimas contrataciones de este año, o del ambiente del vestuario de un club en destrucción, o del árbitro garpado, o del insufrible cero-cero del domingo por la noche. Reniego en ambos terrenos. Reniego del pensamiento, reniego del fútbol, y pierdo el sentido. No sé dónde buscar ni dónde mirar.
Hace unos días, cuando abrí el libro De pies a cabeza, lo comencé a leer con todos los juicios o prejuicios que acabo de exponer. Y sí, confirmé lo que pensaba: la intersección, ese espacio que no tiene margen, ni lugar, ni reglas, ni alambre de púas, es el único que tiene sentido y crea, sin parar, sentidos nuevos. Nace el diálogo y muere la deformación profesional. En De pies a cabeza no hay tierra firme, no se lee en el aula, se lee en el colectivo y no hay tubo del cual agarrarse.
*De pies a cabeza, ensayos de fútbol, es un libro que piensa a la pelota porque en ella se juega la vida -en tantas caras como pueden verse en una esfera-. Fue editado por Interzona con textos de Oliverio Coelho, Ezequiel Cogan, Luis Díaz, Hernán Gallegos, Ezequiel Gatto, Juan Pablo Hudson, el Colectivo Inmediato, el Colectivo Juguetes Perdidos, Federico Levín, Daniel A. Liñares, Rubén Mira, Gustavo Varela y sus compiladores, Juan Manuel Sodo y Agustín J. Valle. El sábado 3 de agosto será presentado por Simón Klemperer y la dupla Juan Bautista Duizeide-Damián Huergo. Rodrigo Noya, H. Gallegos y Facundo Gorostiza darán el aliento melódico en el Cucha Club, Cucha Cucha 1889 (y JB Justo), desde las 20hs.