Por Sebastian Tafuro. Con una energía desbordante y un dominio del escenario único, Manu Chao volvió a pisar firme en Buenos Aires.
El micro-estadio cubierto de Argentinos Juniors pareció quedar chico y la noche del jueves 24 de noviembre se convirtió en lo más parecido a una caldera gracias a la elevada temperatura que impregnó la noche porteña. Sin embargo, ese engaño de la primavera potenció el fuego que siempre se genera entre el cantante franco-español, su excelente banda y el público local.
La previa de la segunda presentación estuvo matizada por Raly Barrionuevo, el folclorista santiagueño que repasó algunos de sus temas más conocidos, los mismos que tocaría dos días después en el Konex del Abasto. Y cuando Raly se envolvió con una bandera del Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI) para hablar del reciente asesinato del militante del MOCASE Cristian Ferreyra, quedó claro que la noche ya iba entrando a ese clima tan especial que suele caracterizar a los recitales de José Manuel Arturo Tomás Chao.
En el plano netamente musical, la gira “La Ventura” es impecable aunque no marca grandes diferencias respecto de algunas de sus anteriores visitas a Argentina (particularmente las de marzo de 2009 y noviembre de 2010), sobre todo en cuanto al listado de temas. Cada uno de los músicos (Gambeat, Garbancito y Madjid) cumple con su rol a la perfección y el conjunto suena con una potencia que muchas bandas de rock envidiarían. Grandes hits como “Welcome to Tijuana”, “Se fuerza la máquina”, “Día luna, día pena”, “Me gustas tú”, “La vida tómbola” (en homenaje a D10S), “Clandestino”, “Mala vida” o “Machine Gun” fueron surgiendo en los distintos segmentos para hacer estallar a un Malvinas Argentinas que parecía latir por dentro.
El mensaje político-social al que Manu Chao nos tiene acostumbrados (que ya tuvo un capítulo destacado con su reciente recital en la ex Zanon, la emblemática fábrica neuquina sin patrón) también se manifestó claramente en Argentinos Juniors. “Por el agua, por la vida, no a la mina” era la consigna de una gran bandera que acompañó toda la gira y que hacía de telón de fondo para la banda, luego dos militantes contra la mega-minería a cielo abierto subieron al escenario para compartir con el público los motivos de su oposición a estos proyectos que no paran de avanzar a lo largo y ancho del continente.
Después de más de dos horas de show, con apenas algún respiro intermedio, y de varios amagues de adiós, en el medio de ese maravilloso coro que le devolvía cada “oh oh” que nacía en el escenario, llegó el momento de la despedida definitiva. Aunque el público intentó forzar un último retorno a escena, a esa altura de la noche quedaba claro que el efecto Manu Chao lo había dejado exhausto. Las luces se encendieron y la contagiosa energía de “Manuuu, Manuuu” se trasladó a la caminata en las afueras del estadio. Un tren frenaba justo en ese momento en Arata y muchos decidieron abordarlo, sabiendo que para todos ellos, más allá de sus diferentes destinos, la próxima estación se llama esperanza.