Por Matías L. Marra. En el marco de la Semana del Cine Europeo “Ventana sur” que se llevó adelante entre el 27 de noviembre y el 4 de diciembre en el Espacio INCAA Gaumont, se estrenó Holy Motors, una película que reflexiona sobre la historia y el presente del cine.
Resulta llamativo que este año se hayan estrenado tantas películas que reflexionen sobre la historia del cine. A principios de este año en Buenos Aires se pudieron ver La invención de Hugo y El artista, obras que reflexionaron sobre los comienzos del cine.
La primera, de Martin Scorsese, estadounidense, sobre Georges Méliès y los comienzos del cine en Francia; la segunda, de Michel Hazanavicius, francesa, sobre el fin del cine mudo y el comienzo del sonoro en Hollywood. Estas películas responden, en principio, a una estructura clásica al menos a nivel guión.
Pero también desde Francia, con una estructura que resulta complejo categorizar, se estrenó Holy Motors, de Leos Carax. Un hombre, interpretado por el mismo Carax, se despierta. En su habitación hay una puerta. Cuando la abre, descubre un cine. Así empieza Holy Motors.
El relato se sumerge luego en un día en la vida del monsieur Oscar. Al señor Oscar lo busca una limusina y se le informa que tiene nueve citas para el día. Entonces se empieza a preparar, y su limusina se transforma en una especie de camarín. Llega a la primera cita. Al bajar del auto es una señora vieja que pide monedas. Vuelve al auto, se prepara para la siguiente cita. Baja del auto y está vestido con un traje negro, como de neoprene, con semicírculos blancos. Dice que está listo, y empieza a hacer movimientos. Luego aparece una chica, también con este traje con semicírculos, y empiezan a entrelazar movimientos, como si estuvieran teniendo relaciones sexuales. La cámara hace un paneo y vemos a dos monstruos digitales respondiendo a sus movimientos.
El personaje parece transitar de una escena a otra, como dice David Bordwell, pero su objetivo está definido: está actuando, está cumpliendo roles para diferentes películas, y cada fragmento que vemos de esos posibles films responden a un género en particular. La situación del traje negro y la chica, tiene que ver, por ejemplo, con las nuevas tecnologías y las nuevas formas de actuar.
Holy Motors es un homenaje a la historia del cine y sus géneros. El género, tan celebrado como rechazado a lo largo de la historia, es el motor sagrado de esta película, y tal vez de la historia del cine mismo. Así, Oscar será un antihumano que se roba a la modelo, un padre decepcionado, entre otros roles casi arquetípicos del cine.
Leos Carax reflexiona sobre la historia del cine en relación a los actores, su devenir y lo que es hoy ser actor. Los actores de hoy ya no se encasillan en un único rol arquetípico, como lo hicieron las grandes estrellas. En el homenaje que hace Holy Motors al musical, la forma en la que empezó el cine sonoro (empezó cantado, no hablado), los personajes se preguntan “¿Quiénes éramos cuando éramos lo que éramos en ese entonces?”.
Son días en que el cine constantemente vuelve a su pasado. Sucede en casi todos los ámbitos de la vida, en casi todas las artes. Simon Reynolds llama a este momento la retromania, la glorificación del pasado reciente. Constantemente se estrenan remakes de películas que funcionaron alguna vez, o extensiones en película de alguna serie, o transposiciones de bestsellers.
Pero por suerte sigue existiendo una mirada crítica del pasado, activa. La invención de Hugo y El artista estaban en esa línea, y se les suma Holy Motors. El motor sagrado del cine es su cualidad de arte, de reflexión, de saltear las obstrucciones que la industria impone, y hacerlas propias. Eso han hecho los grandes realizadores de género, y eso hizo Holy Motors.