La intervención militar francesa en el país africano vuelve a poner en debate la injerencia occidental en el continente. Aquí un panorama de cómo se llega a la situación actual. En esta primera parte repasamos los principales intereses económicos de los atacantes en la región.
El pasado 11 de enero el Ejército francés comenzó una serie de bombardeos en el noroeste de Mali para “liquidar” a las milicias islamistas que tomaron el control de esa porción de territorio malí hace nueve meses. Reducir esta incursión a un capítulo más de ‘la guerra contra el terrorismo’ equivaldría a negar la imponente presencia francesa y occidental en los asuntos africanos.
París, que hasta hoy ha gastado más de 30 millones de euros en la intervención, jamás quiso cortar el cordón umbilical con sus ex colonias, imponiendo junto con los organismos financieros internacionales una serie de planes económicos para países ‘subdesarrollados’ e instalando grandes multinacionales en toda la región.
En toda la Françafrique las bombas francesas resuenan como el establecimiento de un nuevo orden político y económico, proceso que comenzó con la desestabilización de Libia el año pasado. Francia vuelve así a tomar el rol de “gendarme de África”, como evocaba el ex presidente Nicolás Sarkozy a la hora de intervenir contra Gadafi. Hollande, renovó drásticamente su imagen tras el comienzo de los bombardeos, disipando en parte las voces que lo veían como un líder ‘flojo’. Una situación que beneficia a París en todos los planos, pero que tiene una historia muy larga y un futuro poco claro.
Guerra, pobreza y capitales
La crisis política y económica de Mali tiene sus raíces en los acuerdos multinacionales establecidos entre el final de los años 80 y principio de los 90. En 1988 el gobierno malí se enfrentó a una crisis de deuda que lo llevó a firmar una reforma económica elaborada por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial que se dirigió, hasta 1995, a la privatización parcial o total de 25 empresas públicas y la liquidación de otras 20.
El proceso fue ayudado por el golpe de estado que en 1991 llevó al poder a Amadou Toumani Touré, conocido como ATT, que derrocó el gobierno filo soviético establecido desde los años 60. El paso siguiente para la conversión total de la economía malí a la lógica capitalista se dio con su inclusión en la Iniciativa de los Países Pobres Altamente Endeudados (PPAE), también elaborada por el FMI y el Banco Mundial en 1996. A partir de allí comenzó la segunda gran privatización de los recursos naturales y las empresas estatales malíes, que configuró la situación actual de su economía.
16 millones de malíes viven con menos de 1000 dólares anuales, un PBI per cápita de los más bajos del mundo y una esperanza de vida que no va más allá de los 51 años.
Tras las reformas económicas, las sudafricanas Anglogold Ashanti y Randgold Resources, se quedaron con el 80% de la mina de oro de Morila en la sureña región de Sikasso, gozando de una importante exención fiscal a cambio de la generación de puestos de trabajo. Pero la contratación de mineros para Morila también fue tercerizada.
Somadex (Société Malienne d’Exploitation), propiedad del grupo empresario francés Bouygues, es la encargada de proveer mano de obra para Morila. Las condiciones de trabajo inhumanas denunciadas repetidas veces por los trabajadores, han generado momentos de extrema tensión, como cuando luego de una masiva huelga, la empresa decidió echar a más de 500 trabajadores, lo que provocó un conflicto de enormes dimensiones y terminó con 32 obreros presos durante más de un año y la reducción de la jornada laboral a 8 horas diarias.
Bouygues también se benefició en otras ramas económicas de la política elaborada por el Banco Mundial y el FMI. El grupo francés, especializado en la construcción de grandes obras públicas, se quedó con la provisión de electricidad del país a través de su holding SAUR International. En 2004, cuando el gobierno impuso por ley la baja de la tarifa eléctrica, el grupo francés acudió al Banco Mundial para que mediara a su favor, la misma estrategia usada por la también francesa Elyo, concesionaria de la energía eléctrica del Togo.
Los intereses franceses en Mali se expanden también en otras ramas de la industria. La principal compañía telefónica malí es Orange Mali, nacida de la fusión de la empresa senegalesa Sonatel y France Telecom, y que actualmente controla el 62% del mercado gracias a la concesión de una licencia de operador global de telecomunicación (fijo, móvil e Internet) concedida por el gobierno malí.
La francesa Dagris se hizo a principios de los años 2000 con la semi-estatal Compañía Maliense de Desarrollo de las Industrias Textiles (CMDT), productora de algodón y columna vertebral de la economía malí. El acuerdo llegó una vez más gracias a la intervención del FMI, que a través de una de sus ‘reformas estructurales’ llevó al gobierno de Bamako a apostar sobre la venta de algodón con fuertes subsidios extranjeros, lo que obviamente hizo precipitar su valor en el mercado internacional condenando a los 3 millones de personas que vivían de esa industria, más del 30% de la población.
Actualmente la CMDT está en disputa entre la multinacional francesa y un consorcio chino-singapurense, nuevos actores en expansión en toda África que amenazan la hegemonía occidental en la región. Las ‘malas lenguas’ aseguran que justamente la incursión asiática, y especialmente china en Mali y países limítrofes es una de las causas de la guerra desatada hace poco, donde Francia junto con sus aliados intenta ‘ordenar’ las cosas en sus ex colonias y demostrar quién tiene más peso. De la misma manera que se apunta, como causa profunda del conflicto, al hecho de que el uranio malí es el principal recurso de las centrales nucleares francesas, o el interés por los yacimientos petrolíferos encontrados en el norte de Mali y aún no explorados. De allí que la reciente frase del ministro de defensa francés, Jean-Yves Le Drian, quien aseguró que “la integridad de Mali es decisiva para la seguridad de Europa”, comienza a tomar otro color.
Pero Mali no es el único país con una economía fuertemente extranjerizada de la región. A la lista se pueden agregar Argelia, Ghana, Chad, Burkina Faso, Niger, Costa de Marfil y muchos más. La mayoría de ellos asociados en la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO por sus siglas en francés), fuertemente querida y respaldada por los países occidentales, en especial por Francia. De eso se trata la continuación de este artículo que se publicará mañana en Marcha.