Por Santiago Mayor. Votó a favor del bloqueo a Cuba, invadió Irak, en su territorio hay ex presos de Guantánamo y ha asesinado a un presidente por su política anti armamentista. ¿Estados Unidos? No. La República de Palau.
La República de Palau es un pequeño país compuesto por más de 300 islas y uno de los menos poblados del mundo con aproximadamente 20 mil habitantes. Esta ex colonia española, alemana, japonesa y estadounidense consiguió su independencia formal en 1994. Desde entonces ha sido un apéndice de la política exterior de los Estados Unidos legitimando todas sus maniobras, aun las más repudiadas por el resto del mundo.
Colonia de todos
Pobladas desde el año 5 mil antes de Cristo, las islas que hoy forman la República de Palau fueron sucesivamente colonizadas por distintas potencias. En 1522 llegaron los primeros españoles quienes utilizaron las islas como puerto de balleneros y comerciantes. Como en las demás colonias, las enfermedades europeas y las armas de fuego se encargaron de diezmar a la población nativa que pasó de 50 mil habitantes antes de la conquista a 3.700 a principios del siglo XX.
En 1885 Alemania ocupó algunas de las islas, desencadenando una disputa en la que medió el papa León XIII a favor de España. Sin embargo, después de la derrota en la guerra hispano-estadounidense de 1898, en 1899 la nación ibérica las vendió al Imperio alemán junto con el resto de las Islas Carolinas por 25 millones de pesetas.
Durante la Primera Guerra Mundial (1914 – 1918) Japón ocupó las islas, las cuales quedaron bajo su mandato luego del Tratado de Versalles (1919) firmado al finalizar la guerra. Llegado el año 1944 y con la Segunda Guerra Mundial en auge, los Estados Unidos tomaron posesión del país expulsando a los japoneses quién por ese entonces se habían convertido en la población mayoritaria. Desde 1947, Palau fue puesta bajo tutela de la ONU que, a su vez, confió su administración a los Estados Unidos.
Independencia a medias
En 1979 los habitantes de varias islas del pacífico que se encontraban administradas desde el final de la Segunda Guerra Mundial por los Estados Unidos votaron en un referéndum para conformar los Estados Federados de Micronesia (uno de los dos países, junto con las Islas Marshall, que se abstuvo de votar contra el bloqueo a Cuba en la última Asamblea General de la ONU). Tanto Palau como las Islas Marshall definieron no ser parte de la nueva federación y proclamar su independencia por separado.
En el caso de Palau su “primer independencia” llegaría en el año 1981, aprobando una Constitución para el nuevo Estado. Sin embargo inmediatamente comenzaron las tensiones con los Estados Unidos que buscaban la aprobación de un Tratado de Libre Asociación (TLA) que permitía al país norteamericano mantener el control de la defensa y seguridad exterior de la naciente república.
En 1982 se realizó un referéndum para aprobar el TLA pero los votos requeridos no fueron alcanzados. El primer presidente de Palau, Haruo Remeliik, se oponía a alguna de las disposiciones de este tratado (tal como disponía la Constitución del país) como la posibilidad de que barcos estadounidenses con armas nucleares pudieran atracar en puertos palauanos y que se realizaran maniobras militares en su territorio. Esto le valió su asesinato en el año 1985 por parte de un “desconocido” en un caso que nunca fue esclarecido, aunque rápidamente y sin investigación las autoridades descartaron que hubiera “motivos políticos”.
Finalmente, en 1993, tras siete referéndums negativos y con reforma constitucional mediante el TLA fue aprobado.
El Estado 51, pero “independiente”
Fue así que en 1994 Palau obtuvo su independencia oficial y fue aceptado como miembro pleno de las Naciones Unidas. Allí comenzó un derrotero de apoyo incondicional al país que forjó su nacimiento: los Estados Unidos.
Este pequeño Estado, que depende del turismo y el dinero girado por el gobierno estadounidense como contraprestación por el TLA, ha sido uno de los pocos países que jamás ha votado en la ONU contra el bloqueo a Cuba (junto a Israel y Estados Unidos). También fue parte de la “coalición” que invadió Irak en 2003 en busca de las inexistentes armas de destrucción masiva de Saddam Hussein. Recordemos que Palau tiene 20 mil habitantes y sus Fuerzas Armadas no superan unas pocas centenas de soldados.
Finalmente, en 2009, aceptó el traslado de 17 presos chinos musulmanes que Estados Unidos tenía confinados en la base naval de Guantánamo. Desde que el Pentágono determinó que los ciudadanos chinos capturados en Afganistán en 2001 no eran “combatientes enemigos”, estos habían vivido en un limbo legal que los mantuvo encarcelados a falta de un tercer país que quisiera acogerlos, ya que la justicia norteamericana no permitía ponerlos en libertad en Estados Unidos. Palau fue la “generosa nación” que los aceptó (a cambio de 200 millones de dólares estadounidenses), aun en contra del reclamo de China que pedía que fueran repatriados a su país de origen.
Casi parece un dato anecdótico agregar que este Estado, miembro pleno de la “comunidad internacional”, ha firmado muy pocos (y ratificado ninguno) de los tratados internacionales relacionados con los Derechos Humanos, la tortura, la discriminación hacia las mujeres, la discriminación racial, los derechos de los migrantes y muchos más.
Mientras Cuba sufre el bloqueo a pesar del rechazo casi unánime a nivel mundial; mientras Palestina no es reconocido como Estado; mientras gobiernos democráticos y soberanos son acusados de terroristas o agentes desestabilizadores; Palau, una nación títere, inventada como apéndice de la política exterior estadounidense goza de plenos derechos y cumple su rol de triste legitimador de genocidios y violaciones a los Derechos Humanos en todo el mundo.