Por Nahuel Levaggi*. La realidad de los pequeños productores hortícolas. El modelo del agronegocio y las alternativas posibles. Y una propuesta de Soberanía Alimentaria desde la provincia de Buenos Aires.
Federico vino de Bolivia con su familia en busca de una vida mejor. Vive en el Gran La Plata, en una zona donde hay muchas quintas que producen verduras. Junto con otras familias alquila una quinta a un portugués, a quien ve sólo una vez al año. Se levanta temprano con toda su familia y va a trabajar las 2 hectáreas que le corresponden, una de campo y otra con invernaderos. Viaja en colectivo hasta la semillería para comprar a precio dólar algunas semillas, plantines y los “remedios” para “curar” la verdura antes de que la plaga la estropee. Sin chistar, gasta unos 4 mil pesos, más otros 4 mil en los nylon para el invernadero que le rompió la tormenta.
Vuelve a su casa rápido, porque su compañera lo llama por radio para decirle que ya llegó el tractor y no tenía plata para pagarle. A 200 pesos la hora, hace preparar la tierra de la hectárea sin invernadero. Llegan de la escuela sus hijos, de 9 y 11 años, y se ponen a la par de los padres a trabajar. Sacan yuyos, preparan verdura y plantan plantines.
A la tarde, toda la familia se pone a cortar la lechuga del invernadero. El camión llevará 20 jaulas (en cada jaula entran unas 40 plantas) para vender en un puesto del mercado. Allí, el puestero se la venderá al verdulero y el verdulero a quien finalmente la va a consumir. El camionero le dice a Federico, como a muchos quinteros están sacando lechuga, que el precio está bajo y le deja 4 pesos por jaula. Sí, sólo 4 pesos por las 40 plantas de cada jaula, leyó bien. Usted, que se va a hacer una ensalada, compra una lechuga que ni sabe quién produjo ni cómo fue obtenida, a 8 pesos el kilo, de los que el productor recibió menos de 1. Quizás Federico tenga suerte y el zapallito que irá a sacar los próximos días valga más.
Llega la noche y Federico y su familia preparan un guiso en la casilla de madera que tiene 2 ambientes, una cocina y una habitación donde duermen todos juntos, con algunas goteras cuando llueve. Mañana será otro día en el que toda la familia trabajará sin descanso produciendo cientos de kilos de alimentos que apenas les rinden para comprar algo de carne para la cena.
Agronegocio
Sin otras posibilidades, Federico y su familia son explotados por un modelo de producción en el que ellos, como trabajadores, y usted, como consumidor, son los grandes perdedores. Los pequeños productores necesitan comprar las semillas importadas y los agroquímicos porque así se garantizan los volúmenes de producción que exige el mercado. Al principio de la cadena, las grandes multinacionales de semillas y agroquímicos son los principales beneficiados. En el medio sacan ventaja los intermediarios, gracias a un esquema de comercialización concentrado. Esto es el agronegocio, modelo que se ha instalado en nuestro país desde la década de 1990 con la llamada revolución verde. El mismo modelo que se expresa en el monocultivo de de soja o de eucaliptos.
La producción hortícola que abastece de verduras a las grandes ciudades está sostenida por el trabajo familiar, infantil, autoexplotado.
En los últimos meses el Gobierno nacional intensificó este modelo con acuerdos con la mayor multinacional del sector, Monsanto, promoviendo una ley de semillas que entrega el control de la producción de alimentos a las corporaciones.
Una propuesta de Soberanía Alimentaria
A la hora de pensar en alternativas a este modelo, inmediatamente se impone la producción orgánica, la no utilización de agrotóxicos. Esos son elementos fundamentales. Pero, para construir un modelo alternativo al agronegocio, habrá que pensar integralmente y replantearse en manos de quién están la tierra, las tecnologías y las maquinarias adecuadas para la producción. Habrá que garantizar el trabajo digno y los canales de comercialización e intercambio justos; que los productores puedan contar con bancos de semillas propios y con consumidores concientes de lo que compran y comen. En fin, pensar todo un modelo alternativo y políticas públicas que promuevan ese modelo (como mercados locales, precio sostén en las verduras, bancos de semillas, reforma en la propiedad de la tierra ociosa, etc.). Por lo contrario, una política que se limite a pequeños subsidios asistenciales, lo único que garantiza es que el modelo del agronegocio siga funcionando.
Para la construcción de ese proyecto, hay luchas y organizaciones que combinan acciones inmediatas respondiendo a las realidades urgentes que necesitan ser modificadas -como la de Federico y su familia-, al mismo tiempo que proponen la Soberanía Alimentaria como alternativa al agronegocio.
*Integrante de la cooperativa Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) de Parque Pereyra, pcia. de Buenos Aires
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Listado de experiencias para consumir productos de organizaciones:
Red de Comercio de la Unión de Trabajadores de la Tierra: reparto.utt@gmail.com
Colectivo Solidario: info@colectivosolidario.org
Red Tacurú: info@redtacuru.org