Por Marcelo Luda. La celebración del 55 aniversario de la creación del CONICET en el auditorio de “La nave de la ciencia” en Tecnópolis tuvo un marcado sesgo electoral. En el acto se repasó la historia reciente de la institución y las perspectivas para el sistema científico tecnológico. La gestión de Barañao y los ejemplos por fuera.
Alrededor de 800 personas, entre investigadores, becarios y directivos, participaron del acto, que incluyó un banque, la entrega de reconocimientos a la trayectoria a 131 investigadores, la proyección de un video institucional y los discursos del presidente Roberto Salvarezza y el ministro de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao. El acto tuvo un sesgo político-electoral más marcado que en la última ocasión, cuando se cumplieron los 50 años de la institución, lo que generó susceptibilidades en algunos asistentes que no ven con simpatía al gobierno. La tarde transcurrió sin sorpresas ni sobresaltos, invitando un poco a la nostalgia y un poco a indagar sobre el futuro próximo del sector.
El CONICET y los vaivenes de la historia
El Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) fue creado en 1958, bajo la dictadura de Aramburu, como una institución dependiente del poder ejecutivo para la promoción de la ciencia y la tecnología en el país. Fue en gran medida la refundación de una institución similar y anterior, el CONITYC, creada durante el peronismo y cerrada por el gobierno de facto. Su primer presidente fue el premio nóbel Bernardo Houssay, quien estableció las bases de su funcionamiento y la creación de las carreras de investigador y de personal de apoyo, desde las cuales se ha formado a la inmensa mayoría del personal científico del país a lo largo de la historia. También es y fue el principal organismo de otorgamiento de becas para realizar doctorados y cursos de posgrado.
Es un organismo autárquico que, a diferencia de las universidades nacionales, no tiene democracia interna ya que su directorio es elegido por el propio poder ejecutivo a propuesta de investigadores y representantes de la industria y el agro, entre otros. A lo largo de la historia las reiteradas dictaduras trataron de desvincular este organismo de las universidades públicas, donde la participación política era abundante y problemática para el régimen. Con la llegada de la democracia en los ‘80 se abrió mucho el espacio para la interacción con el sistema universitario, pero no tardó en quedar limitado por el ahogo económico que las crisis y los gobiernos neoliberales le impusieron al sector.
En general mantuvo una política de financiamiento a científicos en función de méritos, sin influir sobre el direccionamiento de las investigaciones. Esta tendencia intentó ser modificada en los últimos años, a partir de la creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología en 2007, de quien el CONICET pasó a depender.
Revalorización del sector CyT
En la última década el sector científico tecnológico fue revalorizado en lo simbólico y en lo material. Se registró un aumento del presupuesto destinado a ciencia y tecnología de un 0,41% a un 0,61% del PBI, la cantidad de becas otorgadas se triplicó, se crearon nuevos institutos y se amplió el plantel científico en todo el país.
Salvarezza hizo referencia a estos logros en su discurso y sentenció: “Gran parte sino todas dificultades que presentaba el CONICET en 2002 se encuentran superadas”.
Omitió, sin embargo, las muchas dificultades que surgieron a partir de este crecimiento y que no parecen estar contempladas en las planes inmediatos. El creciente número de graduados que quedan fuera de la carrera de investigador año a año, sin un mercado laboral que pueda absorberlos, y la falta de aportes jubilatorios para los becarios, que no son reconocidos como trabajadores, generan constantes reclamos de los Jóvenes Científicos Precarizados. Finalmente se refirió a la necesidad de darle una orientación al reconstruido sistema científico y esbozó algunas de las ideas que luego Barañao se encargó de ampliar.
Ciencia, sociedad y mercado: el proyecto de Barañao
Desde la creación del ministerio Lino Barañao enfatiza en cada intervención pública la necesidad de que los científicos vuelquen sus conocimientos a la resolución de problemas puntuales, lo que genera resistencias en la comunidad científica, acostumbrada a volcarse a la labor teórica para poder sobrevivir captando fondos extranjeros durante las décadas de desfinanciamiento. Durante el acto Lino afirmó: “Hoy estamos sacando la ciencia de un papel solamente cultural, una actividad para pocos, y la estamos poniendo al servicio de la industria y el desarrollo del país”. Pero la inercia de la comunidad científica no es lo único que genera resistencia a la aplicación de su programa, sino también el sesgo de mercado que tiene la propuesta del ministro.
Lino representa en gran medida el ala liberal de la propuesta científico-tecnológica del kirchnerismo. Si bien hay interesantes avances en algunos proyectos de impacto social y desarrollo estratégico, el eje del plan para el sector se basa en el estímulo y promoción del sector privado, al que aspira que financie el 50% de las investigaciones para el año 2020. Se busca promover que los científicos formen empresas privadas de base tecnológica, incluso incubadas desde el seno de la universidad pública, y estimular la transferencia tecnológica al sector privado, en donde el Estado asume los riesgos de la investigación y el desarrollo y las empresas se quedan con los beneficios. A menudo defiende la búsqueda del lucro como motor de la innovación y hasta propuso (en tono humorístico) orientar la ciencia aplicada usando la “codicia” de los científicos, en el discurso que dio en la 98ª Reunión Nacional de la Asociación Física Argentina, el mes pasado.
Esta orientación le valió críticas y resistencias dentro y fuera del kirchnerismo. Todavía no tiene éxitos de importancia para mostrar, siendo los logros de empresas estatales, como INVAP o YPF-TEC, los que proliferan. Es posible que la continuidad de ese plan esté atada a la capacidad de mostrar algún logro antes de las elecciones presidenciales.