Por Hugo Huberman desde Cuenca, Ecuador* En mi viaje por Nuestra América, llego a la Casa María Amor, famosa en la región por ser pionera en la contención de mujeres víctimas de violencia. No puedo irme sin compartir estas palabras en homenaje a su fundadora, una gran compañera.
La Casa María Amor es conocida en Cuenca, Ecuador, por ofrecer un servicio de atención integral a mujeres que sufrieron violencia y sus hijos o hijas. Una de sus fundadoras fue Oli, una luchadora que atravesó ese mismo flagelo patriarcal y que falleció hace tres años luego de luchar contra el cáncer. Visitar este lugar me llama a recordarte, querida compañera, y junto a ti a todas las que pelean por su libertad.
Hace cinco años, entré por primera vez a la institución y fue como ingresar despacio en el mundo de la sanación del dolor y la construcción de mujeres diversas. Las jóvenes de los equipos profesionales hoy ya no están pero son parte de mi familia cuencana; crecieron bajo el abrigo y la comida, el canelazo de la Oli.
La Casa nació en 2004. Luego construyeron un espacio al que llamaron Nina Huasi. Desarrollaron un modelo propio de trabajo, con un manual. Se trata de una construcción ecológica de 1.936 metros cuadrados, ubicada en Baltazara de Calderón 2-26 y Miguel Vélez. Ofrecen un sistema integral de acogida: terapia, talleres recreativos, una lavandería y un catering que funcionan como emprendimientos productivos propios, y un bar que está en desarrollo. Todo es natural y reciclable como sus vidas, que a partir de esfuerzos concretos se alejan de la violencia para acercarse a la armonía. Aquí se sana.
Querida Oli, hoy Marlene me vino a buscar y vi la nueva casa con tus sabores y colores; íntegra, hermosa, con baños secos, con huerta, con tus cumpas queridas. Hay madera y amor en cada rincón de la nueva casa de acogida, hay espacios para los hijos e hijas y apoyo escolar. Hasta un sauna con masajes para las compañeras que atravesaron la barrera del intento de ser borradas de la faz de la tierra. Estamos grandes y crecidos, sólo nos faltas tú.
Un bus baja a Cuenca para buscar y dejar a las compañeras, un trabajo en silencio que nadie más hace. Cuando llegué, había un taller de autocuidado para todas.
Hay equipos y personas que marcaron mi historia de judío errante. Esta casa es una maestra primigenia que me dio su saber, toda su energía y vitalidad. Aquí estoy, soy producto del trabajo fructífero de este sitio, de todas las mujeres que pasaron por allí, de los niños o niñas de cada una de sus sonrisas.
Sigo camino no sin reconocer que aquí esta parte de mi historia más bonita y preciada.
(*)Coordinador de la Campaña Lazo Blanco de Argentina y Uruguay (www.lazoblanco.org) y director del Instituto de Género Josep Vicent Marques (hugo.huberman@gmail.com).